La imagen de Katy Perry entrando a la cancha del Estadio de la Universidad de Phoenix en una suerte de tigre geométrico con dimensiones fantásticas para el show de medio tiempo del Super Bowl de 2015 fue una revelación. Al ritmo de "Roar", la artista estadounidense se consolidaba como uno de los números más espectaculares de la música en vivo, gracias a una puesta en escena capaz de hacerla volar por los aires montada en una estrella fugaz, realizando al menos tres cambios de vestuario en tan solo 12 minutos y, de paso, convirtiéndose en un viral de internet junto a su recordado Tiburón Izquierdo.

Con hits ya consumados como "I kissed a girl", "California gurls", "Dark horse" o "Firework", era el momento de avanzar hacia el siguiente nivel de producción. Es cierto, la embajadora de Buena Voluntad de la Unicef comenzó a darle una fisionomía teatral a sus conciertos desde "California dreams tour" (2011-2012), pero la tecnología avanzó en su favor.

De hecho, en su regreso a Chile, Katy Perry realizará un espectáculo mucho más conciso, mejor articulado e igualmente rimbombante. El 8 de marzo en la Pista Atlética del Estadio Nacional, como parte del "Witness: The tour", pondrá un ojo en el futuro con un viaje imaginativo desde el espacio exterior hasta el interior, hilando los hitos de su carrera musical con la temática del álbum lanzado en 2017 que da nombre a la gira.

"Quiero que el show se vea sexy e inteligente al mismo tiempo", dijo la artista al diario Clarín de Argentina, como queriendo enfatizar en esas dos corrientes: la provocativa imagen de sus inicios que la hizo llegar al número 1 de Billboard con la mencionada "I kissed a girl" y su última reconversión en una figura cercana al público infantil, a las minorías y al feminismo.

En "Witness: The tour", Katy Perry presenta un fantástico recorrido por el universo, con imágenes similares a las de "Star Wars" contenidas en un ojo gigante que sirve de telón de fondo. De a poco la narrativa visual se vuelve kraftwerkiana (rojiza y robótica) y se transforma constantemente, con ella posándose sobre unos labios gigantes que cuelgan en la última línea del escenario, utilizando unas rosas voluminosas como caño —como si se tratara de un acto del Cirque Du Soleil— y bajando desde los aires sentada en un colorido planeta.

"La verdad es que tardo unos 20 shows en realmente relajarme y disfrutar de todo, ¡o tal vez más! Te cuento que recién terminamos de hacer 52 fechas y cuando íbamos por la zona del show 30-40 me sentía realmente genial. A esa altura podría hacer un show entero estando dormida, pero prometo que no lo voy a hacer dormida. Salir de gira a veces es un esfuerzo enorme, y cada noche hay que entrar en ritmo y encontrar el clima nuevamente", confesó la voz de "E.T." a Clarín, como queriendo decir estoy lista para Sudamérica.

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