El pasado 21 de abril se cumplieron 35 años exactos desde el estreno de “La Madrastra”, la primera gran teleserie chilena y la cual tuvo a Yael Unger en el rol de “Marcia”, una sufrida mujer que había sido culpada de un crimen que no cometió y que a su salida de la cárcel, decide recuperar el cariño de sus hijos.

Hoy, tres décadas y media después de la producción dramática que la catapultó al estrellato, la actriz lleva una vida totalmente lejos de la televisión. Su última participación en telenovelas fue en 2002, como la doctora que trataba al personaje de Néstor Cantillana que tenía Sida en “El circo de las Montini”, de TVN.

Según cuenta a T13.cl, “la verdad es que no me gustaba mucho estar en televisión, pero siempre estaba”… hasta que a principios de la década del 2000 empezó en la búsqueda de algo que la llenara como persona. Y es así como llegó al sistema Isha.

“Hacía mucho tiempo que estaba buscando algo por un vacío que yo sentía, un vacío muy grande… yo me acuerdo que decía ´quiero paz´, pero en el fondo era falta de amor hacia mí misma, siempre buscando todo afuera, cuando lo primero está en uno”, señala la actriz acerca del cambio de vida que experimentó a partir del año 2002, cuando entró a hacer un seminario al sistema Isha, el cual profundizó en 2003 al momento de ir a realizar una maestría a Colombia.

Unger explica que “no es que yo haga dejado el teatro por Isha, sino que esto se dio mucho antes. A mí sí me hacía feliz mi trabajo, pero en lo profundo yo andaba buscando otra cosa, que es difícil de definir. Sin embargo, ahora sé lo que es porque lo estoy experimentando”.

En ese sentido, Yael relata que “además, yo quería aportar algo a la evolución de la humanidad. Yo sabía que venía un cambio de conciencia, una elevación de la conciencia de la humanidad y yo quería ser parte de eso, quería ayudar, pero no encontraba dónde, hasta que descubrí que el cambio debía partir por uno, quererse uno mismo primero. Y, en medio de eso, abro una revista y me encuentro con un aviso del sistema Isha, que decía que cuando nos sanamos nosotros mismos, traemos paz al mundo. Y eso era lo que estaba buscando”.

En la actualidad, la ex protagonista de “La Madrastra” pasa la mitad del año en Chile y el resto en Uruguay, en donde está el centro internacional Isha. Es una maestra de dicho sistema, en torno al que destaca que “enseñamos y apoyamos a la gente, y no enseñamos nada que no sea nuestra experiencia, no enseñamos teoría”.

Bajo este escenario, y tras “El circo de las Montini”, la ex figura de canales como TVN y el 13  confiesa que “no quise hacer más teleseries, encontraba muy estresante el trabajo y el material muy poco interesante y muy poco profundo. De verdad que ya no me gustaban al final”.

Es así como incluso ha rechazado estar en varias telenovelas del último tiempo, como “Machos” y “Reserva de familia”, por ejemplo. Y si bien hace dos años hizo un paréntesis volviendo a la actuación con la reposición de la obra “Cartas de Jenny” -con motivo de los 40 años del Teatro Imagen-, ella revela que “fue muy importante porque pude ver la diferencia mía en el escenario, de antes del sistema y después, y noté el cambio. Y dije ´a lo mejor me va a agarrar el bichito de querer volver´, pero no, al contrario, fue valorar más en lo que estaba”.

“La Madrastra”: “Yo no me vi para nada en ese papel”

“La Madrastra” es catalogada como la primera gran teleserie chilena. Emitida por Canal 13 entre abril y septiembre de 1981, su protagonista recuerda que “empezó a ser un boom de a poco, de a poco fue subiendo el rating, hasta que llegó a 80 puntos. O sea, algo nunca igualado, porque aunque traten de decir que hay otras teleseries exitosas, nunca se ha dado algo igual. No había nadie en la calle cuando se pasó el último capítulo”.

En ese sentido, la actriz destaca que “fue inesperado, porque era mucho, yo no podía salir a la calle”, rememorando, por ejemplo, que “en la revista Vea, nos llevaron a Walter (Kliche, su coprotagonista) y a mí al Paseo Ahumada de incógnito, pero fue tanto que yo tuve que pedir auxilio porque te juro que me estaba ahogando la gente, a pesar de obviamente estar súper agradecida. Es que recibí tanto cariño y tanto amor, lo cual ahora me emociona”.

Unger agrega que “ahora mismo, después de treinta y cinco años, todavía se acuerdan, si hay gente que no la vio y aún así es muy potente. Yo de verdad que me siento muy querida, muy valorada y muy regaloneada por todo el mundo, o sea, donde voy, la gente sabe de ´La Madrastra´”.

Consultada por las razones para ella que gatillaron el alto impacto de la telenovela de Canal 13, Yael responde que “fueron varios factores. Uno, que Moya Grau (Arturo, el guionista) era un genio y lograba en sus obras mezclar el drama, la cebolla por decirlo así, y dar un mensaje, un contenido. La gente sufría, pero había una nobleza en las obras de Moya Grau, y eso al público le llegaba y le gustaba”.

En segundo lugar, la hoy maestra del sistema Isha declara que “era una época bien conflictiva en el país y según decía mi ex marido, Gustavo Meza, también había sido un punto importante de que en la teleserie un personaje estuviera buscando justicia acusada de un crimen que no había cometido, es decir, había reivindicación y encontrar a un culpable, por lo que era como una válvula de escape a todo lo que la gente no podía hablar ni hacer en esos años”.

Y finalmente, sobresale que “la producción era excelente y el elenco era de primera, eran los mejores actores de Chile”.

Yal Unger también recuerda que cuando la llamaron para este rol, “me empiezan a contar el argumento, una mujer que está presa durante veinte años por un crimen que no cometió, que deja a sus hijos chicos y que después vuelve para recuperarlos. Y yo digo ´que interesante´ y pregunto quién va a ser La madrastra, porque era una señora grande y yo tenía 39 años, por lo que yo decía no es para mí, porque, además, los hijos también eran grandes, tenían 23 y 25 años. En ese sentido, yo no me vi para nada en ese papel… hasta que me dijeron que era yo y ahí dije ´chuta, ¡qué buen desafío!´”.

La actriz añade que “lo asumí totalmente y como era muy matea, resultó. Debo decir que yo me centré en su desesperanza, porque no había futuro en ella, ella nunca pensó que iba a ser libre porque tenía cadena perpetua, entonces me interesaba captar la mirada de las personas sin esperanza y sin futuro. En eso me inspiré”, sintetizando que dicho personaje “marca un antes y un después en mí” y que ella siempre lo recordará, a pesar del paso de los años y de que hoy las teleseries sean, definitivamente, parte de su pasado.

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