Una universidad holandesa organiza cursos al aire libre para sus estudiantes en un parque, una plaza o un aparcamiento para limitar el número de clases que se imparten en línea debido al nuevo coronavirus.  

Al pie de una majestuosa iglesia del centro histórico de Midelburgo, la capital de la provincia de Zelanda, en Holanda, un profesor de ciencias demuestra un experimento encima de un banco, frente a 25 estudiantes abrigados y muy pendientes de lo que dice.

El ruido de un vehículo de la limpieza y el paso de una pareja de jubilados y de un puñado de turistas obliga a Edward Nieuwenhuis a levantar la voz. 

Por primera vez da su curso de Introducción a las Ciencias de la Vida en el exterior: hasta ahora, esta clase de la University College Roosevelt se dividía en dos - la mitad de los estudiantes presenciales y la otra mitad desde casa, para respetar las medidas contra el covid-19 en Holanda, donde se han declarado oficialmente más de 75.000 casos, de los cuales 6.244 muertes.

Ante la perspectiva de un semestre entero de cursos en línea y locales semivacíos, la universidad ha identificado más de 20 lugares de la ciudad para impartir clases al aire libre.

Por eso en Midelburgo no es raro ver a la sombra de un árbol un profesor filosofando sobre Sócrates o contando en un aparcamiento la historia de la caída del Muro de Berlín.

Nueva forma de enseñar 

"Es realmente genial porque podemos vernos sin pantallas ni interfaces digitales", así que "es más relajado, tienes la impresión de no estar en clase", y los estudiantes se distraen menos, afirma Nieuwenhuis.

Según él, las clases al aire libre podrían convertirse en una nueva forma de enseñar: "Espero que esto siga incluso cuando el virus haya desaparecido. Estoy seguro de que seguiremos dando muchos cursos en el exterior", afirma el profesor, que trabaja desde mayo en la universidad de Midelburgo, con un 60% de estudiantes procedentes del extranjero.

"Me gusta mucho la sensación de estar afuera, y podemos guardar una distancia suficiente entre nosotros, lo cual es imposible en un aula", explica Anje Boswijk, una estudiante holandesa de 21 años.

"Después de meses de cuarentena y de cursos en línea, es realmente inspirador y divertido tener cursos en el exterior", afirma Ediz Klont, un estudiante de 18 años que sueña con convertirse en cirujano.

El único problema es el clima, no siempre propicio en Holanda, donde el viento y la lluvia pueden aguar la iniciativa.

Para Anje Boswijk la solución es fácil. Para seguir hasta el final del semestre, en diciembre, con las clases al aire libre basta con que "todos se pongan suficientes capas" de ropa, "y traigan un paraguas". 

Edward Nieuwenhuis se imagina incluso mantas y una fogata, dice medio en broma. "Después de todos estos cursos impartidos en línea, nos hemos acostumbrado a los eternos problemas técnicos, de conexión, de sonido", lamenta.

Así que, concluye el profesor, "en comparación con la miseria digital en la que estamos", algunos escalofríos, el ruido de los coches o el sonido del campanario de la iglesia "es realmente maravilloso".

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