Gundi Shachal vive desde hace 40 años en Ein Guedi, un exuberante oasis verde situado en Israel, en la ribera oeste del Mar Muerto, cuyo paisaje ha cambiado drásticamente en las últimas décadas.

"En 1983, abrimos un balneario en la playa. Nuestros huéspedes podían salir del edificio, y a pocos metros de distancia alcanzaban el agua andando”, recuerda Shachal. "Sin embargo, poco después de abrir las instalaciones, el nivel del agua comenzó a descender, y ahora hemos puesto en marcha un tren, que une dos kilómetros de vía hasta el lago”, explica.

El Mar Muerto es el lugar más profundo de la superficie terrestre (no oceánica) – a 430 metros bajo el nivel del mar–, pero su volumen de agua sigue descendiendo. Bordeado por Jordania al este e Israel y Cisjordania al oeste, el mar es en realidad un lago. Los niveles de agua siempre han fluctuado.

Hace unos 10.000 años, incluso fue más profundo. Pero ahora, sus aguas descienden al vertiginoso ritmo de un metro por año. Los ecologistas temen que el lago pueda desaparecer por completo si no se hace nada para evitar que sus aguas sigan retrocediendo y con ellas, la fauna que sustentan.

Considerada una maravilla natural, el lago debe su nombre al hecho de que solo las bacterias y algunos hongos microbianos pueden habitarlo, ya que su agua es casi diez veces más salada que la del mar normal. No obstante, una multitud de plantas y animales, incluyendo mamíferos como la cabra montesa y el leopardo, dependen de los oasis, que rodean al lago.

La ONG ecologista EcoPeace Oriente Medio (antes Amigos de la Tierra Oriente Medio), y otras organizaciones, advierten que, si los niveles de agua continúan bajando, las condiciones cada vez más áridas también tendrán un impacto en las masas de aves migratorias, que cada año se detienen allí para beneficiarse del clima templado del invierno.

¿Un desastre ambiental causado por la actividad humana?

Pero ¿quién es responsable de esta situación? Aunque los expertos creen que el cambio climático desempeña un papel fundamental en su desaparición, la actividad humana es la mayor culpable.

"No podemos afirmar con exactitud cuánto afecta el cambio climático al volumen de las precipitaciones, ya que no hay evidencias suficientes”, dice Itai Gavrieli del Servicio Geológico de Israel. "Pero si lo que usted busca es una razón para el descenso del nivel de agua, entonces es el consumo de agua potable en Israel, Jordania y Siria”, afirma.

El Jordán, una vez poderoso, es el principal río que abastece a esta zona y también al Mar Muerto. En su origen es una de las grandes vías fluviales del mundo, y esencial para las fronteras en Oriente Medio. Sin embargo, las grandes represas, canalizaciones y estaciones de bombeo construidas para desviar el agua potable, han reducido el río a un reguero en algunos lugares.

"El Jordán en realidad transporta cerca de 1,3 millones de metros cúbicos de agua al Mar Muerto”, aclara Mira Edelstein de EcoPeaces Oriente Medio. No obstante, "actualmente, el 95 por ciento ya no llega al lago”.

El Oriente Medio, especialmente Jordania, es una de las regiones más áridas del planeta, y el acceso al agua es uno de los principales motivos para el conflicto. "El problema aquí es realmente el problema del Medio Oriente”, dice Gavrieli. "Sobre todo, se trata del agua. Y el Mar Muerto claramente paga por la escasez de agua en nuestra región”, explica.

Sensación de hundimiento

Las personas que viven en el lago también sienten el impacto económico del Mar Muerto. Muchas empresas de la zona dependen directamente de él, por su riqueza en minerales, y por sus legendarias virtudes terapéuticas. Aquí se dice incluso que el lago fue utilizado como uno de los primeros centros de salud para el rey Herodes el Grande en el siglo I antes de Cristo.

Actualmente, los centros vacacionales a lo largo de la costa israelí y jordana atraen a millones de visitantes con la promesa de alivio para enfermedades de la piel y respiratorias, así como oportunidades de foto obligatorias. Y es que, debido a la alta salinidad del lago, los bañistas flotan de forma natural en la superficie. Los accesorios comunes para posar para la imagen son libros y periódicos.

Mientras tanto, en el extremo sur, las grandes industrias extraen minerales y fosfatos (principalmente potasa, que se utiliza en fertilizantes) del lago. Pero hacer negocios en la costa es cada vez más difícil. A medida que el Mar Muerto retrocede, miles de sumideros han comenzado a emerger. Y la nueva tierra que emerge es peligrosa e inaccesible al evaporarse el agua.

"Perdimos un buen número de negocios e ingresos”, dice Shachal. "Además, los planes para el desarrollo de futuros negocios alrededor del Mar Muerto han dejado de funcionar”, se lamenta.

Una gran solución para un gran problema

El problema del Mar Muerto es particularmente complicado porque es difícil para los científicos y las autoridades definir exactamente lo que se está salvando. Rehabilitar el lago mientras se garantiza el agua potable de la región y se satisfacen las necesidades de la valiosa industria del mineral, no es tarea fácil. A todo ello se le suma la compleja situación política de la región.

El mayor esfuerzo se ha destinado a la construcción de un canal entre el Mar Muerto y el Mar Rojo, una canalización de unos 200 kilómetros de largo, que transportará agua del Mar Rojo al Mar Muerto, a través de la ciudad jordana de Áqaba. A cambio, Israel venderá más agua procedente de Lago de Galilea a Jordania, un lago de agua dulce al norte del país.

Sin embargo, los ecologistas, entre ellos Abed Sultan, asesor técnico de EcoPeace Oriente Medio en la capital jordana, Ammán, creen que el proyecto es defectuoso: principalmente porque los 200 millones de metros cúbicos de agua que se transportarían cada año al norte no serían suficientes para estabilizar el Mar Muerto.

Incluso si se pudiera llevar a cabo un trasvase de agua suficiente del Mar Rojo, los ambientalistas advierten que el proyecto podría tener un impacto negativo en el hábitat del Mar Muerto. Mezclar ambas aguas podría dar lugar a procesos químicos inesperados creando algas y yeso, que podrían hacer que el lago fuera rojo o blanco.

Según Sultan, los esfuerzos deben centrarse en la inversión a largo plazo y la construcción de plantas de tratamiento de aguas, así como en realizar cambios fundamentales en el consumo del agua.

"Hemos desarrollado un concepto de sostenibilidad y un plan de inversión”, dice a DW. "No será tarea fácil, ya que necesitamos un total de 4.000 millones de dólares (3.700 millones de euros), pero tenemos que cambiar todo nuestro manejo del agua. Con ello, podemos salvar tanto el río Jordán como el Mar Muerto”.

A pesar de todo, aunque no se encuentren soluciones y las aguas sigan disminuyendo, el lago nunca desaparecerá por completo. Su composición hípersalina, eventualmente formaría un equilibrio con la humedad de la atmósfera circundante, de modo que no se evaporaría más agua. Sin embargo, sería una sombra de su esencia. Algunos esperan que no se llegue tan lejos.

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