El flechazo de la argentina Gabriela Sabatini con la raqueta fue inmediato: a los seis años comenzó a jugar y dos años después ya ganaba campeonatos. Cuando sólo tenía trece años ganó el Orange Bowl, un importante torneo para menores de dieciocho. Partió entonces de Argentina para entrenarse en Estados Unidos y comenzar su carrera profesional.

En 1985, con solo catorce años, fue semifinalista del abierto francés Roland Garros, la mujer más joven de la historia hasta ese entonces en conseguirlo.

Pasó la siguiente década de su vida en el top 10 del tenis, viajando de un torneo a otro y desafiando a deportistas como Steffi Graf, una de sus rivales habituales, junto a tenistas de la talla de Mónica Seles. En 1988 Gabriela Sabatini se llevó la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Seúl y fue ganadora en Wimbledon en dobles. En 1990 se llevó el trofeo mayor del US Open; tenía veinte años y había sido ya semifinalista de todas las grandes competencias internacionales del tenis.

Sabatini era una superestrella mundial, con fanáticos que festejaban su talento en la cancha, y su profesionalismo y enfoque a tan temprana edad.

Pero con el tiempo la argentina comenzó a agotarse de las exigencias del tenis, deporte que tildó luego de solitario e individual. Por eso, a los veintiséis años, tras una lesión, optó por llevar una vida más normal. Jugó su último partido en el Madison Square Garden de Nueva York, y tras asumir que su motivación ya no era la misma del comienzo en la cancha, tomó la dura decisión de colgar su raqueta. Había ganado veintisiete títulos individuales y había llegado a ser top 3 mundial.

Desde entonces, Gabriela Sabatini se ha caracterizado por su bajo perfil y vive alejada de las canchas, salvo contadas ocasiones en que participa en partidos de demostración a beneficencia. Se convirtió en una exitosa empresaria de perfumes, e invirtió en inmobiliarias y en el mundo del café.

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