“Humanizamos lo que sucede en el mundo y con nosotros mismos al hablar de ello, y al hablar de ello aprendemos a ser humanos”. Es una de las mentes fundamentales del siglo XX, en teoría política y filosofía. Escapó del horror nazi siendo judía y se refugió en Estados Unidos. Sus exploraciones del totalitarismo y el horror, no sólo explican con lucidez la mente y alma humanas y cómo se moldean los pueblos y los gobernantes, sino que hoy, con los Brexit, Trump y más, siguen más vigentes que nunca sus conclusiones sobre el bien, el mal y hasta el amor.

Arendt nació en Hannover, en una familia judía; en pocos años comenzarían a sufrir la persecución. Estudió en en la universidad de Marburg, junto a Heiddeger. En 1928 terminó ahí mismo su doctorado, con una publicación sobre San Agustín, bajo el tutelaje de Karl Jaspers. En 1933 se trasladó a París, sintiendo ya las presiones sobre los judíos mientras los nazis se tomaban el poder; en 1941, luego de ser destinada a un campo de concentración, logró huir junto a su segundo marido, el poeta y filósofo marxista Heinrich Blücher, hasta Estados Unidos, donderesidiría hasta su muerte.

En las décadas siguientes Arendt fue profesora invitada y dio cátedra en las universidades más importantes de Estados Unidos; fue, por ejemplo, la primera mujer en dar charlas en Princeton. Publicó también sus tres libros más famosos. Primero estuvo Los orígenes del totalitarismo, publicado en 1951, donde analiza el nazimo y estalinismo. Ahí Arendt explicaba las raíces de los totalitarismos, el rol que tiene la propaganda, y cómo se convence a los ciudadanos de que algo es lo correcto un día, y al siguiente, es lo contrario. “El último siglo ha producido una abundancia de ideologías que pretenden ser llaves de la historia, pero en realidad no son más que esfuerzos desesperados para escapar de las responsabilidades”, escribió.

Luego vino, en 1958, La condición humana, en donde contrasta la vida activa y la vida contemplativa, y cómo se entienden las actividades del ser humano. Analizó ahí cómo los distintos aspectos del trabajo afectan la vida pública y privada. “Ni una vida humana, ni siquiera la del ermitaño que vive en la naturaleza salvaje, es posible sin un mundo que directa o indirectamente testifica de la presencia de otros seres humanos”, sintetizó.  Y en tercer lugar está Eichmann en Jerusalén, sobre el juicio al criminal de guerra nazi, publicado primero en The Newyorker y luego como libro en 1963, el que no estuvo libre de críticas por sus postulados y por su originalidad; ahí introdujo el término “la banalidad del mal”, y cómo las grandes barbaridades de la historia no se producen por gente que piensa que está haciendo el bien o el mal, sino que su trabajo.

Arendt publicaría muchos escritos más, reflexionando sobre la violencia, la revolución y más de sus exploraciones de los motivos del ser humano. Murió en 1975 y fue enterrada en Nueva York. Hoy hay trenes, asteorides, universidades, premios y más, bautizados en su honor.

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