¿Ha oído alguna vez aquello de que los hombres no podrían soportar los dolores del parto? ¿Y a alguna mujer afirmando que su novio o marido es un quejica y que si a ella le ocurriera lo mismo ni rechistaría? Por el contrario, si es un hombre, ¿ha pensado que, aunque le duela, debe ser un “tipo duro” y no emitir ni un lamento? ¿Qué hay de cierto en todos estos tópicos, a veces contradictorios?

En otras palabras, ¿tenemos los hombres y mujeres un umbral del dolor distinto? ¿Expresamos el dolor de diferente manera? Es el momento perfecto para responder a estas preguntas, ya que la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (IASP) dedica 2024 precisamente a abordar la cuestión.

El dolor no es un fenómeno desconocido para nadie. La IASP lo definió en 2020 como “una experiencia sensorial y emocional desagradable”. Esta experiencia es personal y subjetiva: cada uno la vive de un modo diferente y está influida por factores biológicos, psicológicos y sociales. Y entre tales condicionantes están los asociados con las diferencias entre ellas y ellos. ¿Qué se sabe hasta el momento sobre este asunto?

Lo que dicen los experimentos

Para responder, primero debemos diferenciar entre sexo y género. El primero se refiere a nuestra parte biológica (genes, hormonas, etc.), mientras que el segundo está asociado a factores psicosociales, es decir, a las expectativas, creencias o estereotipos. Aunque habitualmente se ha diferenciado entre dos categorías –hombre/mujer o femenino/masculino–, el género tiene una diversidad considerable en la forma en que las personas lo entienden, lo experimentan y lo expresan.

Ciñéndonos exclusivamente al sexo, diversos investigadores han realizado experimentos de laboratorio donde, a través de la presión, el frío, etcétera, han causado dolor a los participantes y se han recabado sus impresiones. Sí, han leído bien, alguien se ha prestado voluntario para que se le induzca dolor.

Sus resultados indican que las mujeres pueden ser más sensibles al dolor que los hombres, lo que significa que tienen un umbral más bajo. Sin embargo, también se ha comprobado que el hecho de sufrir dolor tiene un impacto mayor en ellos que en ellas.

Eso nos hace plantearnos: ¿dónde se encuentran las diferencias? ¿Es nuestro cerebro o las cosas que hacemos para regular el dolor lo que marca la distinción? ¿Están implicadas las hormonas? La ciencia no tiene una respuesta clara a estas preguntas. Ciertos estudios encuentran efectivamente disparidades en la respuesta hormonal o cerebral a los estímulos dolorosos, pero los resultados entre las investigaciones difieren.

De hecho, algunos de estos trabajos no encuentran diferencias entre hombres y mujeres al tener en cuenta otros aspectos, como las variables psicológicas propias de cada persona. Ejemplos de estos factores son el nivel de ansiedad o las estrategias que tiene cada cual para afrontar las situaciones negativas.

Femenino frente a masculino

Y esto nos lleva a plantearnos, ¿puede estar entonces el género implicado? En efecto, sexo y género son inseparables y debemos incluirlos en la ecuación, ya que el segundo tiene mucho que decir acerca de la percepción del dolor (aunque, hasta ahora, haya estado un poco al margen). Un artículo publicado en la revista PAIN explica que los estereotipos asignados de forma habitual a las mujeres y hombres pueden influir en este aspecto.

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Tradicionalmente, la masculinidad está asociada con “ser un hombre”, con la valentía y la dureza, mientras que la feminidad se vincula a la sensibilidad y la sociabilidad. La investigadora Oras Alabas y sus colaboradores encontraron que, independientemente del sexo asignado al nacer, las personas que se perciben como más masculinas presentan un mayor umbral y tolerancia al dolor. Además, los varones están “catalogados” como poco expresivos, evitando hablar del dolor. El estereotipo femenino apunta a todo lo contrario: a que las mujeres hablan y hablan de ello, dramatizándolo incluso.

¿Se siente identificado o identificada? Si es así, expresará su dolor en base a esta creencia, independientemente de lo sensible que sea o cuánto le duela.

Mucho por investigar

Y si se lo está planteando, sí, se trata de una cuestión muy compleja, lo que puede explicar por qué se ha estudiado tan poco. El asunto va más allá de la mera categorización entre macho o hembra, como en los animales, pues deben considerarse toda una serie de variables psicosociales que pueden estar influyendo en cómo una persona percibe, procesa y responde al dolor.

Pero entonces, ¿los hombres sí podrían soportar los padecimientos del parto? ¿Se quejarían más o menos? La respuesta más correcta sería “depende”. No lo sabemos con seguridad; igual puede estar más determinado por cuestiones individuales que por el mero hecho de ser hombres.

Esperemos que durante 2024 aumenten las investigaciones en torno a por qué las personas experimentamos y respondemos de manera diferente al dolor, incluyendo el factor del género. Entenderlo es esencial para poder desarrollar tratamientos personalizados efectivos contra los sufrimientos que produce.

Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.

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