Uno de los accidentes caseros más típicos que solemos sufrir es cuando cortamos nuestra piel al intentar manipular una aparentemente inofensiva hoja de papel. 

A diferencia de un corte con cuchillos o tijeras, una herida autoinflingida con papel suele ser más dolorosa y duradera.

Pero, ¿cómo un simple papel que entra en contacto con la piel puede causarnos tanto sufrimiento? La respuesta reside en la composición microscópica de la hoja y el lugar de la incisión.

Primero tenemos que considerar que el lugar donde comúnmente se realizan dichos cortes son en las yemas de los dedos, lo que suele incrementar el dolor. Esto se debe a que concentramos una gran cantidad de nervios en dicho lugar, al ser la parte del cuerpo que principalmente se encarga del tacto.

La molestia no para de cesar por el constante movimiento que hacemos con nuestras manos, sumado a que la superficialidad de estos cortes generalmente no sangran, por lo que no se produce coagulación, lo que retrasa la cicatrización de la herida.

Uno creería que, al igual que un cuchillo, el borde de una hoja de papel es afilado, pero en realidad al ser observado desde un microscopio, se puede apreciar cómo pequeñas fibras se asemejan a una lija o una sierra, triturando la carne en vez de realizar un corte limpio.

La solución más simple es sellar la herida con un parche curita, que forzará la cicatrización al mantener unida la piel cortada. 

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