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El musgo que curó las heridas de miles de soldados en la Primera Guerra Mundial

El musgo que curó las heridas de miles de soldados en la Primera Guerra Mundial
T13
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Algunos tipos de esfagno pueden llegar a absorber y retener hasta 20 veces su peso en agua, el doble que el algodón. Pero además esta planta tiene una cualidad única que en tiempos de guerra llegó como caída del cielo.

Hacia finales del 1916, cuando abundaban los heridos por la Primera Guerra Mundial y empezaba a escasear el algodón en las trincheras de los aliados, dos amigos escoceses, uno cirujano y el otro botánico, redescubrieron las propiedades de una humilde planta cuyas bondades fueron explotadas a una escala masiva por Reino Unido para tratar a los caídos en combate.

Se trata del esfagno, llamado comúnmente musgo de turbera.

Algunos tipos de esfagno seco pueden llegar a absorber y retener hasta 20 veces su peso en agua... o sangre.

Los médicos militares se dieron cuenta de que era el doble de absorbente que el algodón y en cuestión de dos años Reino Unido pasó de producir 200.000 vendajes o compresas de esfagno al mes en 1916 a un millón en 1918.

Se hicieron vendas de muchos materiales pero los de esfagno, abajo a la izquierda, eran los más eficaces.

Después, los vendajes se enviaban a más de 50 hospitales de campaña en varios puntos del frente de batalla, como Alejandría, en Egipto, según informes de la época.

En realidad el cirujano Charles Walker Cathcart y el botánico Isaac Bayley Balfour no hicieron más que redescubrir algo que otros pueblos antiguos ya usaron para tratar a sus soldados hace 1.000 años.

También los alemanes, sus enemigos en la guerra, lo habían adoptado ampliamente desde su inicio en 1914.

Pero Reino Unido inició una explotación a una escala industrial sin precedentes.

"Un deber patriótico"

La estructura única del musgo de turbera hace que sus paredes porosas puedan absorber grandes cantidades de líquido.

El musgo de turbera es una planta no vascular (no tiene raíces) que prospera sobre todo en climas húmedos y fríos.

Cathcart y Balfour hicieron pruebas hasta concluir que dos especies, el esfagno papillosum y el palustr,e eran las mejores para contener las hemorragias y ayudar a sanar las heridas.

Ambas crecían en abundancia en Escocia, Irlanda e Inglaterra, donde pronto un pequeño ejército de voluntarios, la mayoría mujeres y niños, las recogerían para su posterior secado y uso en vendas y almohadillas.

La historiadora británica Thelma Griffiths describió ese trabajo voluntario como "para romperse la espalda".

"Debían de tener frío y estar empapadas, las mujeres habrían arrastrado largas faldas mojadas", describió.

"Pero sentían que era un deber patriótico", le dijo a la BBC.

Ese batallón de voluntarios pronto se extendería a Estados Unidos y Canadá.

Dos propiedades caídas del cielo

Durante las batallas llegaban cientos de heridos a la vez y era necesario un tratamiento rápido para evitar la infección.

La extraordinaria capacidad del esfagno para absorber agua como una esponja viene de su estructura celular. El 90% del volumen de sus hojas está formado por células muertas, cuya función precisamente es almacenar agua.

Estos vendajes ahorraban muchos esfuerzos: al ser más absorbentes no había que cambiarlos con tanta frecuencia, lo cual significaba menos trabajo para el personal médico y menos dolor para los pacientes.

Pero además de su increíble capacidad de absorción, el musgo de turbera tenía una enorme ventaja sobre el algodón, que además era más caro: tenía propiedades antisépticas.

Las células del esfagno tienen la capacidad de hacer disminuir el PH del ambiente que lo rodea, acidificándolo lo suficiente como para inhibir el crecimiento de las colonias de bacterias.

Esta propiedad era de un valor inestimable en tiempos de guerra, cuando los médicos y enfermeras militares libraban su propia batalla contra la infección de las heridas, que conllevaba a la mutilación o acababa matando a los soldados por septicemia.

Así, las vendas y almohadillas de musgo de turba proporcionaban de manera natural un ambiente esterilizado alrededor de las lesiones, que se curaban antes.

Regreso a un humilde musgo

Con el fin de la guerra cayó la demanda de vendajes y desapareció el ejército de voluntarios.

La laboriosa producción de las compresas de esfagno dejó de ser productiva y se dejó de utilizar.

A pesar de una producción de baja escala durante la Segunda Guerra Mundial, los vendajes con musgo de turbera volvieron al cajón de la medicina alternativa, y allí se quedaron.

Hoy en día el esfagno se utiliza para la horticultura y como biocombustible, pero ya no salva vidas.

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