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Tamara Kamenszain: "El alzhéimer es una doble muerte, porque el duelo uno lo va haciendo antes"

Tamara Kamenszain: "El alzhéimer es una doble muerte, porque el duelo uno lo va haciendo antes"
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En El eco de mi madre la escritora argentina Tamara Kamenszain hace una profunda reflexión sobre el olvido y la relación con los seres queridos. Esta es su conversación con BBC Mundo en el marco del Hay Festival de Cartagena.

Desmadrada. Así se va quedando la poeta y ensayista argentina, Tamara Kamenszain (1947), cuando comienza la enfermedad de su madre, el alzhéimer, que trae consigo la desmemoria, el deslenguaje y finalmente la partida.

"La que oyó mi nacimiento me sienta en el borde

para hacerme escuchar por ella el anticipo de su muerte

vienen y van nuestros pasados compartidos

van y vienen nuestros futuros distanciándose."

Tamara Kamenszain
Tamara Kamenszain

Estos son algunos de los versos de su libro"El eco de mi madre", donde reconstruye todo el proceso y que es, en palabras de la autora, "uno de sus hits", ampliamente premiado y traducido por el mundo.

Su escritura siempre entra en la intimidad, en las relaciones familiares, en los momentos sensibles de la existencia, para decir lo que no tiene palabras, mientras se está viviendo y que, cuando se escribe, renace con una vuelta de tuerca.

Lo mismo sucede con su última obra, "El libro de Tamar", que narra su divorcio con el escritor argentino Héctor Libertella.

Kamenszain es una de las invitadas de Hay Cartagena, donde hablará de lo que le ha supuesto escribir sobre lo más duro de su vida: "Es una tarea medio salvaje, irrespetuosa, sí, pero lo hago igual".


¿Por qué con el tiempo se hace importante acompañar a otro a morir, ir cumpliendo ese rol?

No lo había pensado de esa manera. Cuando uno es joven, tiene una omnipotencia, piensa que no va a morir, entonces tampoco sabe acompañar al otro.

Mano de persona mayor sobre fotos.
Mano de persona mayor sobre fotos.

Con el crecimiento y la experiencia uno va asumiendo más la muerte, que en la poesía tiene tanta presencia como el amor.

En la vida es más natural con la edad poder acompañar a alguien a morir. Pero también uno huye un poco, dan ganas de salir corriendo. No fue fácil acompañar a mi madre, tuve muchas ambivalencias, contradicciones, deseos de no hacerlo y que todo se arregle.

No era la primera vez que lo hacías, porque en unos de tus versos dices:"Ya la acompañé a morir una vez/ cuando mi hermano murió/ quemaron las fotos rompieron los indicios/ no quedó nada solo yo solo yo sola"

Ese fue uno de los secretos familiares durante muchos años. Él nació con una enfermedad congénita sobre la que no se hablaba, yo era chica, no entendía. Cuando murió, me dijeron que lo habían llevado a curarse en otro lugar, hasta que me contaron que estaba muerto, pero jamás volvieron a hablar de eso.

A mi madre yo la vi, vi ahí la tristeza de ella, como una muerte. A partir de eso cambió mucho, era una persona un poco melancólica, depresiva. Hubo dos muertes y yo la acompañé de chica.

"Después de que murió me sentí culpable/ de haberla confrontado con sus fantasmas/ a ver qué mamá a ver qué a ver qué", escribes. ¿Es compleja la relación madre e hija?

No sé, tal vez uno asume esa idea porque lo escucha, todos lo dicen. La relación madre-hija es complicada y, a la vez, maravillosa. Con mi hija la disfruto mucho, pero es cierto que hay cosas, no sé de qué orden, tal vez de competencia, que se juegan entre las mujeres.

Quizás uno espera más de la madre, le pide mucho a veces y yo me doy cuenta ahora, con los años. Eso de querer que mi madre sea todo, se le pide más que al padre, aunque no estoy muy segura si esto es así o es un prejuicio, quizás depende de la situación, del momento.

También escribes:"Soy ahora por ella la hija que crece sin remedio/ para dejarla decrecer tranquila entre mis brazos/ así juntas nos vamos separando". ¿Cuesta mucho hacer eso?

Uno tal vez primero tiene que aprender a ser madre, no sé si teniendo hijos, no quiero decir que quien no los tenga, no pueda cuidar, al contrario.

En mi caso yo tuve hijos, pero simbólicamente hay saber ser madre, es un modo de ver al otro, de ver que hay otro, que no todo es mirarse el ombligo.

Eso también te cambia el modo de escribir, tal vez en mis primeros libros no me importaba tanto el lector, decía bueno, que entienda lo que entienda, con los años uno va siendo más generoso.

Dices ser "la descuidada que la cuida". Ocurre este cambio de roles, que le toca a los hijos en algún momento, ser padres de los padres...

Eso empieza y es imparable. ¿Viste que hay una parte que pongo cosas de mis amigas que estaban pasando lo mismo?

Teníamos charlas donde yo les contaba que estaba escribiendo sobre esto y ellas también estaban escribiendo y bueno esa identificación es muy valiosa, porque te ayuda.

Le dedicas el libro a tu hermana "y a la perplejidad de ser hijas": ¿a qué te refieres?

La muerte de mi padre fue más fácil. Lo de mi madre fue una enfermedad llena de aristas. El tema del alzhéimer es muy complejo, por eso con mi hermana fuimos compartiendo ese asombro.

Ella iba cambiando y nosotras teníamos que cambiar con ella, de lo contrario solo vas a reprocharle: "¿Cómo no entiendes, mamá, lo que estoy diciendo?". Hay que cambiar el lenguaje, el código.

Pasa con los niños también, lo veo en mis nietos: tienes que encontrar un modo de hablarles.

¿Cómo fue ir desapareciendo de su memoria, de su lenguaje?

Yo digo en algún momento que ella no me puede narrar, no puede hacerse cargo de lo mío. Uno pierde la garantía, la tarjeta de crédito.

La madre es como el garante de la vida del hijo, de su historia. Uno se siente huérfano en ese sentido, pero uno se vuelve testigo de esa pérdida y al ser testigo, te va habilitando para narrar esa falta.

El alzhéimer aparece como la amenaza más tremenda, ¿no?

Es como una doble muerte, pues el duelo lo vas haciendo antes. Ella deja de ser quien era y pasa a ser otra, entonces de algún modo, la madre que era, uno ya la perdió. No te ve o lo hace de otra manera. Eso fui aprendiendo.

Argentina
Argentina

Ella se vuelve más cariñosa, pero como los niños, se iba dando cuenta de que la teníamos que cuidar y como que nos agradecía pero como lo hace casi un animalito. Es muy duro, es durísimo pero como todas las cosas duras de la vida.

¿Y en qué ayuda escribirlo?

Te ayuda a elaborar ese dolor y a encontrar lo que se dice entre líneas, lo que no se puede expresar en el momento de la experiencia, sino después, porque uno se vuelve testigo de algo que no tiene palabras.

¿Cuánto tiempo necesitaste para poder contarlo?

El eco de mi madre lo pude ir escribiendo simultáneamente a su enfermedad y muerte. En el último tiempo, estaba sentada cuidándola en el hospital y escribía. Mi hermana estaba un poco escandalizada de eso y me decía: "¿Cómo puedes?".

Sin embargo el divorcio, en "El libro de Tamar", me llevó 15 años poder escribirlo. También tenía que ver con mis hijos, quería que ellos fueran grandes, para poder sobrellevar esa escritura mía, porque entiendo que para la familia no es muy agradable que se ventilen cosas que pasaron.

Es una tarea medio salvaje, irrespetuosa y sí, hay algo salvaje ahí, pero lo hago igual, ¿no? Políticamente correcto no es.

¿Qué dijo tu hermana cuando leyó el libro?

Se emocionó mucho. Con otros libros míos me había criticado, me decía que tuviera cuidado de que no salieran los secretos familiares.

Pero este, al dedicárselo a ella, lo vivió como propio, como un libro de las dos, que le pudo dar voz a algo que compartimos.

También entendió mejor lo que hago con la escritura y las cosas familiares, cómo las integro. Y se emocionó.

¿Intuiste que iba a provocar lo mismo en más gente?

Uno no sabe lo que va a pasar, pero cuando leía algo de este libro en los recitales de poesía, veía gente llorando, que se secaba las lágrimas con un pañuelo. Y pensaba: "Acá pasa otra cosa, transmito algo más, una emoción", y eso es maravilloso para el escritor, es una dicha.

No sé explicar lo que puedes sentir si llegas al cuerpo del otro, a tocarle el cuerpo.

¿Y qué ocurría con esa emoción?

La gente venía y me contaba su caso, me han pedido consejos, que si la internan o que la cuide alguien en la casa. Como si fuera un libro de autoayuda. Me dan las gracias, que fue un apoyo, un consuelo.

Que la poesía provoque esas cosas es raro y lo agradezco mucho. Aunque no tenga nada para darles de consejo, me parece encantador que vengan.


Este artículo es parte de la versión digital del Hay Festival Cartagena, un encuentro de escritores y pensadores que se realiza en esa ciudad colombiana entre el 31 de enero y el 3 de febrero de 2019.

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