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Mujeres Bacanas, Jingsú, la emperatriz consorte

Mujeres Bacanas, Jingsú, la emperatriz consorte
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En torno a su figura giran decenas de mitos, pero todos concuerdan que fue una mujer fuerte, aguerrida, que luchó contra rebeldes, traspasó fronteras y conquistó nuevas tierras en la época del Japón feudal.

La leyenda cuenta que en un tiempo en que las guerras se sucedían en el Japón feudal y las luchas entre clanes dejaban pueblos enteros vacíos de hombres, la Emperatriz Okinaga -conocida póstumamente como la Emperatriz Consorte Jingū- alcanzó la fama cuando se convirtió en una de las primeras onna-bugeisha del país asiático luego de la muerte de su marido.

Las onna-bugeisha, o mujeres samurais, fueron un pequeño grupo de guerreras japonesas, pertenecientes a la elevada clase bushi, que se iniciaron en el arte de manejar las armas y luchar con la finalidad de proteger sus casas, familias y el honor en tiempos de guerra.

En ese contexto, Okinaga fue la esposa del Emperador Chūai y tras su muerte en 209, fue ella quien ocupó el puesto de regente y líder hasta el ascenso de su hijo, Ōjin Tennō. A punto de dar a luz, se vistió con la ropa de su esposo muerto, tomó unas piedras y las puso alrededor de su cintura -con el fin de retrasar el parto- y derrotó no sólo a los rebeldes, sino que dirigió a su ejército al Mar de Japón para conquistar nuevas tierras.

Las crónicas la describen como una reina chamánica, que ocupaba la brujería y hechizaba a las personas. Dicen que los dioses hablaron con la Emperatriz para que, siguiendo las indicaciones del oráculo, liderara el ejército con el fin de invadir el reino del Oeste, identificado como el Reino de Silla en el suroeste de Corea.

En aquel entonces se consideraba que las mujeres eran más propensas a conectar con los espíritus y, como consecuencia, también para poder expulsar a los espíritus malignos molestos. Y dado que tenían igualdad de acceso a la esfera espiritual, también tenían la misma igualdad en la esfera política.

Alrededor de la Emperatriz Okinaga, o la Emperatriz Consorte Jingū, giran decenas de mitos. Depende si provienen de los chinos, japoneses o coreanos; pero en lo que todos confluyen es que la Emperatriz fue una mujer fuerte, aguerrida, que luchó contra rebeldes, traspasó fronteras, conquistó otras tierras y se mantuvo en el trono hasta el ascenso de su hijo.

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