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Mujeres Bacanas: Lyudmila Alexeyeva, la matriarca de los DD.HH. en Rusia

Mujeres Bacanas: Lyudmila Alexeyeva, la matriarca de los DD.HH. en Rusia
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Fue una de las fundadoras del Helsinski Watch Group, que denunciaba abusos por parte del gobierno soviético en contra de sus ciudadanos.

Fue una de las más importantes personas en la lucha por los derechos humanos en Rusia, desde los años 50 hasta el régimen de Putin.

Lyudmila Alexeyeva nació en Crimea, y desde su juventud comenzó a participar en la disidencia del régimen de su país. Su departamento se convirtió en un centro de operaciones, desde donde se organizaban protestas o se guardaba material y publicaciones entonces prohibido por los soviéticos. En los años 60 Lyudmila escribía un boletín llamado La crónica de los eventos actuales, reportando de manera subterránea los abusos o crímenes en contra de los derechos humanos por parte del gobierno. En 1976 ayudó a fundar el Helsinski Watch Group, donde junto a un grupo de disidentes mantenían la vigilancia a los líderes soviéticos que habían firmado este pacto internacional que se supone entregaba cierta garantía de derechos para los ciudadanos; Alexeyeva y los suyos reportaban las faltas a occidente. Al año siguiente, siendo perseguida por la KGB, tuvo que optar entre la cárcel y el exilio y partió a Estados Unidos, donde escribió un par de libros sobre la situación de su país.

Volvió a Rusia tras la caída de la URSS, en 1993, y se convirtió en la cabeza de la nueva versión del Helsinski Watch Group. Cuando Putin llegó al poder, Lyudmila levantó la voz por diferentes causas, desde la guerra de Crimea a los abusos contra soldados en Chechenia. Denunció la captura y prisión de otros disidentes, y fue parte de un grupo que se juntó los días 31 del mes, para apoyar el artículo 31 de la constitución rusa que permite la libertad de agrupación; fue apresada en una de estas protestas en 2010.  Aunque siempre crítica de Putin, también buscaba trabajar con el gobierno para mejorar las condiciones de los ciudadanos,  y el líder ruso la visitó cuando la activista cumplió 90 años. Murió a los 91 años, con su legado de lucha intacto y tras varios años de problemas de salud.

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