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Rechazo alimentario ¿Por qué dejamos de comer ciertos alimentos y cómo volver a disfrutar de ellos?

Rechazo alimentario ¿Por qué dejamos de comer ciertos alimentos y cómo volver a disfrutar de ellos? - Freepik
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Esta aversión alimentaria puede mantenerse durante años y condicionar nuestras decisiones a la hora de comer, pero la buena noticia es que es posible revertirla.
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El rechazo persistente a ciertos alimentos o comidas, muchas veces se origina en la infancia por experiencias negativas, sin embargo, no solo tiene una causa biológica, sino también un profundo componente emocional y psicológico.

Según explicaron diversos especialistas al medio Infobae, esta aversión alimentaria puede mantenerse durante años y condicionar nuestras decisiones a la hora de comer, pero la buena noticia es que es posible revertirla con estrategias basadas en la memoria, las emociones y la exposición gradual.

Es importante aclarar que todas estas recomendaciones son útiles únicamente cuando el rechazo hacia un alimento no está relacionado con un trastorno médico o neurodivergente, como el Trastorno del Espectro Autista (TEA). En estos casos, algunas personas pueden presentar selectividad alimentaria que no se debe a una experiencia negativa específica, sino que forma parte de su perfil sensorial o conductual. Por lo tanto, si la aversión a ciertos alimentos está asociada a un trastorno de ese tipo, el abordaje debe ser diferente y estar acompañado por profesionales especializados.

¿Por qué rechazamos comer ciertos alimentos?

Uno de los expertos consultados por Infobae, fue el doctor Martín Wainstein, psicólogo y sociólogo, quien afirmó que la amígdala y el hipocampo, dos estructuras cerebrales claves en el procesamiento emocional y la consolidación de recuerdos, son responsables de que ciertas experiencias alimentarias queden “marcadas” en nuestra memoria de forma duradera. “Las emociones intensas amplifican la memoria. Por eso, si de niños fuimos forzados a comer algo que no queríamos, es probable que hoy lo sigamos rechazando”, explicó al medio. 

Este fenómeno no solo es psicológico, también tiene una dimensión social y cultural. “Quizá odié la polenta porque en mi casa era una imposición y la asocié con el conflicto”, ejemplificó Wainstein. Sin embargo, también señaló que estas asociaciones pueden modificarse si el alimento se presenta más adelante en contextos nuevos y positivos, como entre amigos o en una versión diferente.

Rechazo alimentario ¿Por qué dejamos de comer ciertos alimentos y cómo volver a disfrutar de ellos? - Freepik
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“Siempre hay una manera de volver a conectar con un alimento"

La chef María Barrera, fundadora de "Cocina mexicana de origen", también abordó con Infobae, este vínculo entre recuerdos, emociones y sabores, destacando que no se trata de forzarse a comer lo que alguna vez se rechazó, sino de buscar nuevas formas de acercarse a ese alimento: cambiar su textura, incorporarlo con otros ingredientes o prepararlo de forma distinta. “Siempre hay una manera de volver a conectar con un alimento si se lo presenta de otra forma”, señaló. 

El chef Pedro Bargero coincidió en este enfoque y destacó la importancia de probar los alimentos nuevamente, pero en versiones de mejor calidad y en combinación con otros sabores o texturas. “Muchas veces el problema fue que el alimento no estaba bien preparado o no era de buena calidad”, explicó al medio.

Otro testimonio revelador fue el del chef Raúl Padrón, quien relató cómo una experiencia negativa con un licuado de sandía durante su infancia lo alejó de esa fruta por años. “Después de una operación, me trajeron un licuado de sandía que estaba horrible. La textura y el sabor eran desagradables, y asocié la sandía con una experiencia negativa. Sin embargo, años después, decidí darle otra oportunidad y descubrí que la sandía fresca y madura era deliciosa”., contó al medio. Para él, el contexto y la forma de preparación son clave para resignificar un alimento rechazado.

Desde la mirada psicológica, la psicoanalista Agustina Verde explicó que nuestras elecciones alimentarias reflejan mucho más que simples gustos. “La comida puede actuar como un espejo emocional”, afirmó. “Evitar ciertos alimentos puede tener relación con cómo nos tratamos a nosotros mismos o con experiencias que intentamos bloquear”. Verde también resaltó la diferencia entre hambre fisiológica y hambre emocional, y cómo muchas veces comemos, o evitamos comer, como una forma de gestionar nuestras emociones.

El impacto físico también existe. Según explicó el doctor William Haseltine, una intoxicación alimentaria puede provocar una reacción en el eje intestino-cerebro, generando no solo malestar físico, sino también síntomas como ansiedad o confusión mental. “Ese recuerdo desagradable puede bastar para que nunca más queramos comer ese alimento”, afirmó al diario digital.

Por lo tanto, para volver a disfrutar un alimento que hemos rechazado en el pasado, los expertos recomiendan cambiar el contexto en que se consume, ya que muchas veces la aversión está ligada a una experiencia negativa. También es útil probarlo en nuevas preparaciones, con texturas o sabores distintos, y elegir versiones de mejor calidad, ya que el rechazo podría haberse originado por una mala experiencia culinaria. Es clave no forzarse, sino reintroducir el alimento de forma gradual y con una actitud abierta. Además, reconocer la carga emocional detrás del rechazo ayuda a resignificar esa experiencia y abrir la puerta a una nueva relación con ese sabor.