En una fría tarde de enero en 1937, la hija de un antiguo diplomático británico en China se despidió de sus amigos, se montó en su bicicleta y se dirigió a su muerte. Tenía 19 años.

Su asesinato sacudió Pekín, pero las teorías sobre este horrible crimen, aún sin resolver, perduran en la actualidad.

ADVERTENCIA: la historia incluye descripciones de violencia que pueden resultar perturbadoras.

El asesinato de Pamela Werner tenía todo para perderse en la historia, hasta que un libro dio a conocer el caso al público moderno en 2011 y se convirtió en bestseller

Midnight in Peking ("Medianoche en Pekín"), de Paul French, despertó además viejos fantasmas y animosidades que fueron mucho más allá de lo que el escritor había previsto.

Ahora, el policía británico jubilado Graeme Sheppard acaba de escribir otro libro, A Death in Peking ("Una muerte en Pekín"), que desafía la versión de French sobre lo ocurrido.

El resultado: una "batalla" literaria que pone en evidencia temas como el orgullo familiar, extraños eventos ahora perdidos en el pasado y un espeluznante asesinato aún sin esclarecer.

El asesinato de Pamela

En la tarde de su desaparición, Pamela había estado patinando sobre hielo con sus amigos en el selecto barrio de las delegaciones de Pekín (solo para extranjeros).

Pamela se iba a marchar a Londres, Reino Unido, para continuar con sus estudios.

Dejó a sus amigos alrededor de las 7 de la tarde. Nunca más la volverían a ver.

Su cuerpo fue hallado a la mañana siguiente sobre el terreno helado, cerca de una sección de la muralla de la dinastía Ming, la única que sobrevivió al paso del tiempo en la ciudad.

Lo que a los investigadores, tanto entonces como ahora, les cuesta entender es la motivación que llevó a su asesino o asesinos a mutilar de tal manera su cuerpo.

Le quitaron varios órganos, las costillas estaban rotas. El corazón, la vejiga, el hígado y los riñones ya no estaban ahí.

Pamela apareció con un corte en la garganta en lo que pareció ser un intento frustrado por arrancarle la cabeza. El brazo derecho permanecía unido a su cuerpo, pero por muy poco.

Quien quiera que fuera el autor del crimen o era descuidado o fue interrumpido y tuvo que huir, ya que la policía halló pruebas cruciales en el lugar de los hechos.

Encontraron la tarjeta de Pamela del club de patinaje y un caro reloj que perteneció a la madre de la joven. El reloj se paró un par de minutos después de medianoche.

Todo esto hizo que Pamela pudiera ser identificada rápidamente, pese al estado de sus restos.

Los periódicos de la época reflejan la angustia que causó la noticia conforme se fueron difundiendo los detalles en una ciudad que ya estaba en tensión por la cercanía del ejército japonés.

Si en esos momentos de incertidumbre y confusión una mujer blanca -hija adoptada de un destacado sinólogo británico- podía ser desechada de esa manera, ¿quién estaba seguro? Especialmente teniendo en cuenta que la joven había crecido en lo que ahora es el centro de Pekín, hablaba chino, conocía el lugar y sus restos aparecieron muy cerca de su casa.

Un mundo de misterio y resentimientos

La población de Pekín estaba creciendo por la gente que huía de otras partes de China que fueron cayendo en poder de los japoneses.

Había también refugiados rusos que escapaban de la agitación y la guerra civil en su propio país. Entre ellos estaban los padres biológicos de Pamela.

Fue adoptada por los Werner cuando tenía 2 años, pero su madre adoptiva murió cuando Pamela tenía 5.

Tras el asesinato de Pamela, su padre, Edward Werner, que entonces tenía 70 y tantos años, se quedó solo para resolver el macabro crimen.

Pasó el resto de su vida buscando a los asesinos y su búsqueda generó una extensa correspondencia con las autoridades de China y de Londres.

Cuando el autor French encontró este material en los archivos nacionales británicos, abrió todo un mundo de misterio y resentimientos.

Las cartas formaron la base de su libro, que en realidad es una exploración de lo que sucedió con Pamela a través de la lente del padre de la joven.

El fulgurante éxito de "Medianoche en Pekín" también significó que, para muchos, este relato se convirtió en la versión aceptada de los hechos.

Pero cuando Sheppard hizo su propia investigación de los archivos, llegó a una hipótesis totalmente diferente.

Ambos escritores coinciden en que la versión oficial sobre la causa de la muerte, un golpe en el cráneo, es correcta.

Pero cuando se trata de la identidad del asesino, el lugar de los hechos, la motivación y cómo apareció el cuerpo en el lugar donde lo hizo, las diferencias son radicales.

La fiesta sexual

El padre de Pamela creía que a su hija la convencieron para ir a una fiesta aquella noche, con casi toda probabilidad junto a otras mujeres.

"Ahora lo entenderíamos como grooming (contacto y acoso a jóvenes o menores para abusar de ellos)", le explicó French a la BBC.

"Querían usar a estas mujeres para tener sexo. Cuando Pamela se dio cuenta de lo que estaba pasando, algo salió mal. Parece que pudo haber sido golpeada en la cabeza con algo que le quebró el cráneo, y aquellos hombres se vieron con un cadáver del que se tenían que deshacer", indica French.

Dado cómo era Pekín en la década de 1930, French se puede imaginar cómo se desarrolló la noche, con Pamela actuando sin pensar, llena de emoción por ser esos sus días finales antes de abandonar la ciudad que amaba.

Después del patinaje sobre hielo, se cree que cenó con un amigo que se convertiría en un personaje central en la teoría de Sheppard.

Sin embargo, según la versión de French, la siguiente parada fue una fiesta en casa del dentista estadounidense Wentworth Prentice.

Como extranjeros con ciertos privilegios, moviéndose en una caótica ciudad en los estertores de una era, Prentice y sus colegas son descritos como un grupo de hombres que llevaba un estilo de vida hedonista y desenfrenado.

Pamela no tenía por qué temer a los presentes en el apartamento del dentista. Había sido paciente de Prentice y probablemente también conocía a los demás.

Cuando se anunció que la fiesta seguiría en un bar para celebrar la Navidad ortodoxa rusa, ella debió pensar: "¿Por qué no?". Incluso aunque fuera en un barrio de burdeles conocido como las Badlands.

Al caminar hacia el oeste de la estación de trenes de Pekín y seguir por el norte, todavía se puede explorar la zona.

Las calles son mucho más tranquilas en la actualidad. Más allá de los pequeños hoteles de propiedad familiar, no han cambiado demasiado desde 1937.

Fue aquí donde, según French, Pamela se halló sola con este grupo de hombres. No había ninguna fiesta, solo una cama en la parte trasera de un burdel.

Escribe: "Quizá su resistencia, su negativa a dejarse someter como otras chicas lo hicieron en el pasado, enfadó a los hombres... Quizá entraron en pánico y solo querían que se callara y, para silenciarla, uno de los hombres le dio un fuerte golpe en la cabeza".

Cómo desecharon el cuerpo

Durante la búsqueda del asesino, el padre de Pamela visitó el burdel, llamado Número 28.

Werner estimó que la joven murió allí, pero que fue trasladada a otro lugar para deshacerse del cuerpo bajo las órdenes de los gerentes del local que no querían tener nada que ver con el tema.

French presenta la idea de que los hombres le extrajeron la sangre a Pamela en el burdel para que fuera más ligera de transportar, después la envolvieron y se la llevaron en un ricksaw a la antigua muralla de la ciudad: un lugar sin iluminación donde era improbable que los vieran.

Allí trincharon el cuerpo.

Esto puede sonar como algo extremo, pero, según French, los implicados eran camaradas de caza. Aquí el escritor se apoya en la opinión del padre de Pamela, que los percibía como un extraño grupo conocido por sus fiestas nudistas en las colinas occidentales de Pekín.

Aparte del sexo, el alcohol y las drogas, también estaban familiarizados con la cacería de ciervos y las matanzas.

"En aquella época, el crimen le pareció a Werner indicativo de cómo se comportarían los cazadores con un ciervo o cualquier otro animal", señaló French.

"Todos tenían cuchillos. Esto me parece una explicación plausible y está respaldada por mucha gente, incluidas personas de aquella época".

French escribió: "Desmembrarían el cuerpo y arrojarían las partes fuera del barrio de las delegaciones para alejar las sospechas y hacer que el cuerpo fuera imposible de identificar. Sería visto como el trabajo de un maniaco diabólico, probablemente chino".

Una teoría muy diferente

Sheppard cuestiona casi todas las conclusiones de French, y por extensión. las de Edward Werner.

Apenas menciona a su colega escritor británico, pero su libro es en esencia un ataque a la tesis central de French.

"Fue un libro popular, una buena lectura, hecho para contar una buena historia, pero desde una perspectiva policial no tenía sentido", le dijo Sheppard a la BBC.

"No podía ver cómo la policía británica y china dejaron pasar sospechosos que el padre había encontrado. En una zona tan pequeña como el barrio de las delegaciones aquí en Pekín, no tenía sentido para mí", sostuvo Sheppard.

Con su vieja formación como policía, la tesis de Sheppard es que no hay pruebas que sugieran que Pamela fuera "la clase de joven que acaba en un burdel de las Badlands", incluso aunque conociera a algunos de los hombres.

Su idea es que el asesino se encontró con Pamela poco después del patinaje y señala como sospechoso a una persona con quien había estado vinculada emocionalmente.

"Creo que la probabilidad más fuerte es que fuera un antiguo amigo de Pamela del colegio que se llamaba Han Shou-ching", le contó a la BBC.

"Y la razón por la que creo esto es que el inspector jefe británico que llevaba el caso estaba absolutamente convencido de este hecho".

Pero French descarta la idea de confiar en las sospechas policiales y añade que ni siquiera hay registro de que lo interrogaran.

"Asumir que un adolescente que estaba saliendo con ella de repente decidiera matarla, extraerle la sangre, mutilarla y desaparecer, y que nunca fuera interrogado por la policía en sus investigaciones, me parece verdaderamente extraño", manifestó.

Sin embargo, Sheppard alega que es plausible asumir que su sospechoso tenía conocimientos de carnicería y que habitualmente llevaba encima un cuchillo.

También cree que es posible que el estudiante la matara y que, después, otras personas aparecieran y se llevaran sus órganos para venderlos para diferentes prácticas supersticiosas que se realizaban en aquel tiempo.

Pero su fuente para creer que el inspector sospechaba del joven también son las cartas del padre de Pamela.

Los críticos pueden señalar la inconsistencia de Sheppard al descartar gran parte del análisis de Edward Werner para después apoyarse tan fuertemente en la caracterización que éste hizo del inspector.

Una cosa es cierta: el padre de Pamela escribió sobre el puñetazo que le dio a Han Shou-ching en la nariz al sospechar que mantenía una relación amorosa con su hija. Así que a lo mejor sí había una creciente tensión ahí.

Los lazos familiares

En cualquier caso, la principal crítica de French a Sheppard es que el expolicía no es imparcial.

El abuelo de la esposa de Sheppard era Nicholas Fitzmaurice, quien como cónsul general británico en el momento del crimen dirigió la pesquisa que terminó en un final abierto.

El padre de Pamela, un exdiplomático, ya tenía una difícil relación con Fitzmaurice, y el fracaso del cónsul para encontrar al asesino de su hija debió intensificar la actitud.

Generaciones después, parece que este litigio sigue en disputa. Los descendientes de Fitzmaurice están enfadados por cómo fue retratado por Paul French como un burócrata inútil y "estirado".

Aunque nunca conoció a su abuelo, la esposa de Sheppard sintió la necesidad de defender su reputación y atrajo la atención de su esposo hacia el caso.

Pero Sheppard dice que esto solo fue la chispa que le condujo a la historia y que su trabajo es resultado de su propia y amplia investigación, también basándose en material que French no usó.

Terminó por elaborar un retrato de Edward Werner como una figura solitaria y combativa que "sospechaba de los demás" y pagaba a informantes para tener pruebas.

El resentimiento ente los dos diplomáticos británicos se remontaba a mucho tiempo atrás. Tuvieron una discusión a principios del siglo XX sobre si unos artefactos históricos chinos debían ser regresados a Londres.

French relata que Fitzmaurice dijo que él se los llevaría, pero que Werner abogó por dejarlos en China con ayuda del gobierno británico.

Décadas después, Werner se encontró presentando pruebas ante un hombre al que, con toda probabilidad, ya despreciaba y terminó escribiendo a Londres para condenar el manejo que se hizo de la investigación.

Bajo control japonés

Una triste posdata a todo esto se puede encontrar muy lejos de donde ocurrieron los hechos.

En 1943, con el ejército japonés en poder de gran parte de China, incluida Pekín, los extranjeros eran congregados y enviados a campos de detención.

Edward Werner no solo tuvo que dejar atrás sus posesiones materiales sino también la investigación sobre la muerte de su hija.

Entonces, detrás del alambrado de púas de la provincia de Shandong, se encontró en compañía de los hombres que para él eran sospechosos del asesinato de su hija, incluido el dentista Wentworth Prentice.

Trataba los dientes de los demás en el campamento utilizando cualquier cosa que pudiera reunir como equipamiento.

Paul French escribió: "Algunos detenidos recuerdan cómo Werner apuntó a Prentice y le gritó: 'Tú la mataste. Sé que tú mataste a Pamela. Tú lo hiciste'. En otros momentos pareció señalar a otras personas al azar. Algunos temieron por su cordura, pero se le perdonó su extravagante comportamiento".

Werner sobrevivió al internamiento japonés, pero para entonces, ya con más de 80 años, no pudo convencer a la Cancillería británica de la posguerra de mantener el interés en el caso.

Prentice también regresó al barrio de las delegaciones y murió allí en 1947.

Según Edward Werner, al estudiante Han Shou-ching lo mató la policía militar japonesa, pero Sheppard escribió: "Quizá esa información fuera correcta y quizá no... Estar supuestamente muerto pudo ser una treta inteligente para mantener alejada a la policía".

Werner permaneció en China durante toda la guerra civil y para octubre de 1951 se dice que fue uno de los únicos 30 individuos británicos que vivían en Pekín, ya controlada por el Partido Comunista.

Regresó a Reino Unido, país que no había visitado desde 1917, y sobrevivió a todos los demás implicados en esta historia.

Para el momento de su muerte, a la edad de 89 años, aparentemente no quedaba nadie que lo conociera para asistir a su funeral.

En cuanto a su hija asesinada, está enterrada en algún lugar debajo de lo que actualmente es la segunda autopista circular de Pekín.

 

Publicidad