Son poquísimos. De los 10.381.941 extranjeros que recibieron una visa de no inmigrante para entrar a Estados Unidos en 2016, los procedentes de Corea del Norte apenas fueron 100. Representan el 0,0009%.

De estos 52 recibieron visas tipo B1/B2 destinadas a viajes de negocio y turismo, mientras que 48 recibieron la visa G, exigida a diplomáticos, funcionarios gubernamentales y empleados de organizaciones internacionales.

Los números de visas de inmigrantes son aún menores.

De las 617.752 personas que el año pasado obtuvieron este tipo de permiso apenas 9 (0,0001%) eran norcoreanas, de acuerdo con los datos oficiales del Departamento de Estado estadounidense.

Pese a estas reducidas cifras, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, incluyó el domingo pasado a Corea del Norte en una lista de ocho países cuyos ciudadanos están sometidos a un veto migratorio. Los restantes estados son: Irán, Libia, Siria, Yemen, Somalia, Siria y Venezuela.

La decisión de Trump fue adoptada a través de una orden presidencial en la que se señala que esas medidas se aplican en el marco de una política destinada a proteger a los estadounidenses de ataques terroristas y otros tipos de amenazas públicas y para ello -se argumenta- el proceso de evaluación de los extranjeros que entran al país juega un papel fundamental.

La orden ejecutiva suspende el otorgamiento de visas de inmigrantes para todos los países de la lista, con excepción de Venezuela, y luego establece distintas restricciones para las visas de no inmigrantes que varían de país en país.

En el caso de Corea del Norte fueron suspendidas todas las visas tanto de inmigrantes como las de no inmigrantes.

Washington alega que el régimen de Pyongyang "no coopera con el gobierno de Estados Unidos de ninguna manera" y falla en cumplir con los requerimientos para compartir información sobre los potenciales viajeros.

Pero, dada la reducida cifra de visitantes norcoreanos, ¿tiene sentido que se prohíba su ingreso a Estados Unidos? Más aún, ¿tendrá algún efecto práctico?

Espejo de la diplomacia

"Esta decisión tiene que ver con temas de seguridad y con política. El proceso por el que tienen que pasar los norcoreanos para viajar a Estados Unidos depende de la marcha de las relaciones bilaterales en cada momento", señaló a BBC Mundo Scott Snyder, investigador principal sobre estudios coreanos en el Consejo de Relaciones Exteriores, un centro de estudios con sede en Washington.

Las cifras apuntan en esa dirección.

En las últimas dos décadas más de 10.000 norcoreanos recibieron visas para viajar a Estados Unidos, pero una parte sustancial de estas se aprobaron entre 1997 y 2001, cuando se otorgaron más de 1.200 cada año, de acuerdo con cifras del Departamento de Estado.

Esto ocurrió durante la presidencia de Bill Clinton, en un momento en el que el acercamiento entre ambos países había llevado a la firma en 1994 de un acuerdo en el que Pyongyang accedió a paralizar la operación y la construcción de reactores nucleares -que se sospechaba que tenían fines bélicos- a cambio de que Washington le proveyera de combustible.

Las cifras son elocuentes: en 1993 el número de visas estadounidenses de no inmigrantes a ciudadanos norcoreanos fue de 244, pero en 1995 (al año de haber firmado el acuerdo) esa cifra llegó a 1.583.

Las cosas comenzaron a cambiar con la llegada a la Casa Blanca de George W. Bush, quien puso en marcha una nueva política hacia Corea del Norte e incluyó a ese país junto a Irán e Irak en el llamado "eje del mal" durante su discurso del Estado de la Nación de 2002. Ese año, la cifra de visas a norcoreanos cayó a 746, casi la mitad de las 1.489 otorgadas en 2001.

Señal política

Snyder considera que la decisión de la Casa Blanca es un reflejo de las tensiones que hay entre Estados Unidos y Corea del Norte y que es acorde con la retórica que el presidente Trump usó contra Corea del Norte en la Asamblea General de la ONU.

En ese discurso, el mandatario estadounidense indicó que "destruiría totalmente" a Corea del Norte si EE.UU. se viera obligado a defenderse a sí mismo o a sus aliados.

"La prohibición de viajar es una forma de bajo costo y de bajo riesgo que tiene el gobierno de Trump para demostrar que está tomando medidas en contra de Corea del Norte", dijo a BBC Mundo Ryan Hass, investigador del Centro de Estudios de Políticas sobre Asia Oriental del Instituto Brookings.

Apuntó que el objetivo es señalar que se están dando pasos para aumentar la presión diplomática y económica sobre Pyongyang hasta que decida abandonar su rumbo actual y regrese a las negociaciones sobre su programa nuclear y de misiles.

Rodger Baker, vicepresidente de Análisis Estratégico de Stratfor, una plataforma de inteligencia geopolítica, encuadra la restricción aplicada a los norcoreanos en el contexto de las medidas que Washington impulsa contra Pyongyang.

"Estados Unidos está incrementando tanto las sanciones unilaterales como los llamados a sanciones y acciones por parte de la ONU. También la Casa Blanca ha estado presionando a sus aliados y socios alrededor del mundo para que corten los lazos diplomáticos con Pyongyang o para que retiren a su personal diplomático de ese país", indicó Baker en entrevista con BBC Mundo.

"Al final esto es más un acto simbólico que una acción real debido a temores de que los norcoreanos ejecuten ataques terroristas en aviones estadounidense o que viajen en dirección a Estados Unidos", agregó.

"Es mayormente simbólico dado que los diplomáticos norcoreanos están exceptuados de la medida y que rara vez hay ciudadanos comunes de ese país que viajan a Estados Unidos", coincidió Haas.

¿Consecuencias reales?

Pero, ¿tendrán estas medidas algún efecto práctico?

Baker coloca la decisión del gobierno estadounidense en el contexto de la orden ejecutiva que había firmado Trump para prohibir el ingreso a Estados Unidos de ciudadanos procedentes de un grupo de países de mayoría musulmana y que, en la actualidad, se encuentra cuestionada ante los tribunales por ser presuntamente discriminatoria.

"Yo lo compararía con el momento en el que George W. Bush dio el discurso sobre el "eje del mal", en 2002, e incluyó a Corea del Norte junto a Irán e Irak. Era una forma de demostrar que Estados Unidos tiene preocupaciones por países que no son musulmanes y, por tanto, estas acciones no tienen que ver con una religión en particular sino con un tema general de seguridad", señaló el experto.

"Creo que también tiene relación con cambiar la forma en la que los tribunales pueden decidir acerca de la prohibición de viaje. De hecho, ya vimos que la Corte emitió una orden cambiando la fecha de revisión de esa medida ahora que ha sido emitida una nueva restricción por lo que el caso fue postergado para después. Si esa era parte de la intención del gobierno, entonces ha tenido éxito, al menos, por ahora", agregó.

Gi-Wook Shin, director del Centro de Investigación sobre Asia Pacífico de la Universidad de Stanford, considera que aunque la decisión de Trump tiene un carácter meramente simbólico, sí se sentirá al menos en el sector educativo.

"Afectará mucho a quienes están en el campo académico, tanto en Corea del Norte como en Estados Unidos. Por ejemplo, no habrá programas de intercambio educativos, ni aprendices norcoreanos. Definitivamente limitará nuestra capacidad para comprender y trabajar con Corea del Norte", advirtió.

Paradójicamente, aunque en diplomacia los gobiernos suelen responder a las sanciones de otros estados imponiendo medidas similares, en este caso Pyongyang no tendrá que molestarse en hacerlo, pues recientemente el gobierno de Trump también limitó la posibilidad que tienen los estadounidenses de viajar a Corea del Norte.

El Departamento de Estado advirtió que a partir del pasado 1 de septiembre quienes deseen viajar a Corea del Norte con un pasaporte estadounidense deberán pedir un permiso que solo se aprobará en "muy limitadas circunstancias".

Publicidad