Lo que resultaba una obviedad ya no lo será tanto y hasta una simple pregunta será difícil de responder.

Un ejemplo es la variedad de respuestas que surgen cuando se quiere saber quién es el mejor corredor del mundo en los 200 metros planos.

Seguramente una gran mayoría no lo pensará dos veces al decir Usain Bolt, récord mundial de la distancia.

Pero el velocista jamaiquino se retiró el año pasado y su corona en los Mundiales de atletismo la ganó sorpresivamente el turco Ramil Guliyev.

Pero en 2017 hubo hasta 10 personas que lograron correr más rápido que él, incluido el canadiense Andre de Grasse, medalla de plata después de Bolt en las Olimpiadas de Río 2016 y quien no pudo estar en la prueba en Londres por una lesión.

Otros candidatos podrían ser el sudafricano Wayde van Niekerk, quien registró dos de los mejores cuatro tiempos el años pasado, o el jamaiquino Yohan Blake, quien tiene la segunda mejor marca de la historia.

La intención de la Federación Internacional de Atletismo (IAAF, por sus siglas en inglés) es eliminar el debate con el nuevo sistema de clasificación que entrará en vigor a partir de abril, con el que establecerá un ranking similar a los que rigen en el tenis y en el golf.

Se basará en un cálculo de puntos que sumarán los atletas dependiendo de una serie de variables entre las que están los resultados que consigan, el tipo de prueba en las que participen y los rivales contra los que se enfrentan.

El problema está en que a veces ser el número uno del mundo no significa exactamente ser el mejor, como pudo ocurrir hace dos años en la prueba reina del atletismo, los 100 metros planos.

En 2016, el estadounidense Justin Gatlin hubiera sido sin lugar a dudas el número uno del mundo al ganar 11 de las 12 pruebas en las que participó, incluyendo tres de la Liga Diamante, la de máxima categoría en la temporada anual del atletismo.

Pero la única prueba que perdió fue en las Olimpiadas de Río, que ganó Bolt, el ídolo indiscutido del atletismo y proclamado rey de la velocidad tras ganar tres medallas de oro olímpicas en la distancia y poseer el récord mundial.

Gatlin ni siquiera pudo ganar en el computo general de la Liga Diamante, que terminó recayendo en el atleta que más puntos sumó a lo largo del año, el jamaiquino Asafa Powell.

De forma y de fondo

Con el cambio en el sistema de clasificación la IAAF no sólo busca que en el debate predomine lo presente antes que el pasado, además de impulsar el atractivo de las pruebas que conforman el calendario anual del atletismo.

A partir de ahora los atletas estarán obligados a participar en un número mínimo de eventos para no arriesgar su presencia en Mundiales y Olimpiadas, que dejarán de tomar en cuenta nada más el tiempo y determinarán qué atleta puede competir en base al nuevo sistema de clasificación.

Con ello se quiere evitar que los atletas se concentren en una prueba con condiciones favorables -como pistas en altitud- para poder conseguir el tiempo necesario y luego no aparecen en el resto del calendario hasta su participación en los principales eventos del deporte.

El nuevo sistema tomará en cuenta los mejores cinco resultados alcanzados en los últimos 12 meses, ponderados con las variables mencionadas anteriormente, para determinar la posición en la clasificación.

Con eso la IAAF espera que el tema de conversación se centre en las rivalidades y duelos del presente.

Este nuevo sistema no se iguala a la radical propuesta de eliminar todos los registros establecidos antes de 2005, que fue cuando se introdujo el sistema de almacenamiento de sangre y orina para llevar a cabo controles antidopaje retrospectivos, pero si busca que no se le de tanta importancia a algunos de los récords alcanzados en el pasado.

Como el conseguido por Jarmila Kratochvilova, de la extinta Checoslovaquia, quien en julio de 1983 -hace casi 35 años- paró el cronómetro en 53,28 segundos en los 800 metros planos.

Para tener una idea de lo impresionante (y sospechoso) de esa marca basta ver que el registro que logró la sudafricana Caster Semenya en los mundiales de Londres en 2017 fue casi dos segundos peor.

Kratochvilova siempre ha negado que su actuación fuera producto del sistemático programa de dopaje que imperaba en su país en aquella época.

Lo mismo sucede con alemana Marita Koch, cuyo récord de hace 33 años en los 400 metros planos (47,60 segundos) está a años luz del tiempo que la estadounidense Allyson Felix logró cuando ganó el título mundial en 2013 (49,26 segundos).

Precaución

En la IAAF son conscientes del peligro de generalizar y de la necesidad de ver cada caso por separado.

De lo contrario no se entendería la espectacular actuación de la etíope Almaz Ayana en Río 2016 cuando logró bajar en 14 segundos el récord que había establecido la china Wang Junxia en 1993 en la prueba de los 10.000 metros planos.

O las marcas que estableció el mismo Bolt en los mundiales de Berlín en 2009 en los 100 y 200 metros, registros que nunca pudo superar.

El británico Jonathan Edwards, plusmarquista mundial de salto triple, advierte que no se puede presumir que todas las marcas son producto del dopaje.

Él recuerda que hubo muchas variables que influyeron en su impresionante salto de 18,29 metros en 1995.

"Yo incluso logré ser más rápido y estar más fuerte que cuando logré el récord en Gotemburgo", le dijo Edwards a la BBC.

"Pero por alguna razón nunca pude trasladar eso en más distancia. Es difícil de predecir cómo la técnica y el físico se pueden combinar, tal vez más que en las pruebas de pista".

De allí que no sea justo para los actuales saltadores ser comparados con una marca de otra época.

La vara de comparación tienen que ser sus rivales del presente y eso es en el fondo lo que quiere el atletismo.

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