Han pasado 32 años, pero el partido entre Inglaterra y Argentina del 22 de junio 1986 en el estadio Azteca sigue levantando pasiones.

Se percibe en la mirada de Ali Bennaceur, el árbitro tunecino que fue protagonista involuntario de aquella contienda histórica.

Recordar aquellas dos horas sobre el césped del estadio Azteca sigue cambiando su rostro y hace brillar sus ojos.

Por eso durante la entrevista con la BBC lleva consigo una camiseta que le regaló el mismo Diego Armando Maradona hace tres años, cuando se volvieron a encontrar en su casa de la capital de Túnez en un acto publicitario.

Más de tres décadas después, no tiene reparos en hablar de los dos goles del astro argentino, en especial del primero, la "Mano de Dios" que lo catapultó a la fama.

"El gol de mano no lo vi, me confundió la mano de Shilton que tapó la de Diego, pero el linier búlgaro (Bodgan Dotchev) tenía un ángulo de visión mejor que el mío y me dijo que fue una jugada legal, así que yo apliqué al pie de de la letra el reglamento que nos había impartido la FIFA antes del mundial", se justificó.

Según dicho reglamento el árbitro tenía que seguir la decisión del que estuviera mejor posicionado y lo que fue más gracioso es que el encargado de dar el curso fue un "tal Walton, un inglés".

Las bromas del azar, como reitera Bennaceur, recordando cómo fue acorralado por Gary Lineker y los demás después del gol.

"Indiqué el centro del campo para validar el gol y fui rodeado por los ingleses hasta que les dije 'please, play' (por favor, jueguen)", cuenta.

"Es cierto que sin el señorío de los jugadores británicos la validación de aquel gol hubiera sido muy problemática, pero es verdad también que en esa época no había tanta tecnología como ahora para poder percatarse de tantos detalles".

De la mano al pie

Lo que también recuerda el árbitro es que con el mismo linier habían dirigido anteriormente un partido entre Paraguay y Bélgica, que terminó 2 a 2.

"Anulé justamente un gol a Bélgica por estar posicionado mejor que él y al final del partido Dotchev me lo agradeció. No era fácil comunicarse en tan poco tiempo, había que expresarse con una mirada".

El mismo árbitro se había quedado asombrado por el segundo gol de Maradona, recordando que "lo intentaron parar dos o tres veces por las malas y tampoco pudieron detenerlo".

"Diego hacía de todo para mantenerse en pie aunque le pegaran mucho", en un acto de elogio al que para él es y será "el mejor jugador de todos los tiempos que vino de abajo para imponerse sobre los demás, pasando del Barcelona al Nápoli para llevar a este último a una gloria nunca saboreada antes".

Para él Maradona limpió la trampa del primer gol con esa cabalgata a paso de tango que se quedó grabada en la historia.

"Por las dudas, me quedé con el silbato entre los dientes, porque me imaginé que lo iban a tirar al suelo, pero eso solo pasó cuando Diego ya había metido el balón a la red", recuerda.

"Y cuando nos volvimos a ver, Maradona admitió que fue también gracias a mí que metió ese gol, porque le di la ley de la ventaja en tres ocasiones", dijo con orgullo sobre su actuación en una jugada que no fue fácil de seguir por los 40 grados que se sentían en el campo.

Lo que le sorprendió más a Bennaceur fue la rapidez de cabeza y de piernas de Maradona.

"Fue un gol de barrio, extraordinario. Normalmente los árbitros nos tenemos que anticipar, pero aquella fue la primera vez que un jugador se me adelantó en el tiempo".

"Fue fácil"

Pocos saben que aquel partido fue mostrado en las academias de los árbitros por la ejemplar actuación del juez.

Lo más singular fue que, cuenta Bennaceur, tras el partido, los ingleses lo felicitaron por su actuación". "Pero dijeron que el linier merecía ser degollado", agrega Bennaceur entre risas.

El árbitro tunecino también tuvo una confesión al hablar sobre los minutos finales del encuentro.

"Después del gol de Lineker, el partido se puso muy lindo y me hubiera gustado que Inglaterra empatara al final para seguir disfrutando de un encuentro único", reconoció.

Pero Julio Olarticoechea tuvo otra idea al sacarle al mismo Lineker el balón del 2 a 2 y "terminó como todos sabemos, pero yo disfruté muchísimo de aquel espectáculo".

"Lo que no sabía es que iba a arbitrar un partido para el recuerdo", admitió.

"Después del 2 a 1, todo había vuelto a tener sentido, y aunque el calor parecía ser insoportable, el deleite de aquel espectáculo era tan grande que mis pulmones y mis piernas hubieran podido seguir mucho más. Supe que era un momento histórico de los mundiales".

Un momento del que pudo disfrutar más allá de que se trataba de unos cuartos de final que estaba enmarcado con la tensión que se respiraba por el conflicto bélico que había habido entre Argentina y Reino Unido.

"En comparación con algunos que arbitré en África, aquello fue un partido sencillo", dijo.

"Meses antes, tuve que dirigir la final de la Copa de África en Egipto, delante de 95.000 espectadores alentando a la selección de casa. El estadio era una olla a presión y se respiraba más tensión que otra cosa", recuerda.

"Fiel a mis principios, anulé un gol a los anfitriones por una falta sobre el portero camerunés N'Kono. El estadio estaba hirviendo de fervor. Me sentí como atrapado en una jaula y por primera vez tuve miedo por mi vida". "

Al final, Egipto ganó en los penaltis. "Si hubiera sido al revés tal vez no habría podido arbitrar el histórico partido del Azteca", concluyó.

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