AFP/T13 

En una especie de ensayo de las futuras finales de la Libertadores, que se jugarán a partido único, en el estadio convivirán la hinchada de River y Boca, en tribunas opuestas del Bernabéu, adonde quieren llevar el ambiente de las canchas argentinas.

El sábado ya brindaron un último aliento a sus jugadores, con sendos banderazos que llenaron de ruidosos cánticos y color las calles de la capital española.

Entre la multitud había residentes en España o llegados de otras partes del mundo y de la misma Argentina, donde más de 5.000 aficionados hicieron un notable esfuerzo para comprar un boleto y viajar hasta la capital española.

Ante esta masiva peregrinación a Madrid y después de los incidentes de Buenos Aires, el dispositivo de seguridad será excepcional, superior al de la final de la Champions de 2010 disputada en esta ciudad o al de un clásico Real Madrid-Barça.

Se desplegarán más de 4.000 policías y agentes privados, que prestarán especial atención a la llegada de barras bravas, y los hinchas deberán pasar tres controles para acceder al estadio.

El dispositivo estará integrado por agentes de la Policía Nacional con sus Unidades de Intervención Policial (UIP), Brigada Móvil, motos, Caballería, Unidades de Prevención y Reacción (UPR), Guías Caninos, Subsuelo, radio patrullas, helicópteros y miembros de la Oficina Nacional del Deporte, además de agentes de la Policía Municipal de Madrid, de la Federación Española de Fútbol, auxiliares y seguridad del Real Madrid, así como miembros de los servicios asistenciales de Samur, Protección Civil y Cruz Roja.

Además, se habilitarán zonas separadas para reunir a los hinchas de Boca y River antes y después del encuentro, en los festejos del título, los dos momentos más temidos por las autoridades.

El objetivo: que la final más esperada del fútbol argentino tenga un "cierre digno", en palabras del entrenador rosarino del Real Madrid Santiago Solari.

Aunque siempre quedará la incógnita de qué hubiera pasado si la violencia no hubiera interferido en el deporte y la final del siglo no hubiera salido nunca de Buenos Aires.

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