La ley del más fuerte: los largos brazos de Sudáfrica conquistaron este sábado en Yokohama, Japón, ante Inglaterra (32-12), su tercera Copa del Mundo de rugby, doce años después de la última, y alcanzan a Nueva Zelanda en el palmarés.

El rugby es un deporte en el que juegan quince contra quince y cada doce años ganan los Springboks: doce años pasaron entre el primer título sudafricano, en casa en 1995, y el segundo, en Francia en 2007 también frente a los ingleses (15-6).

Sudáfrica basó su triunfo ante los ingleses en un anotador eficaz (Handré Pollard, 22 puntos) y en dos tries de los wings Makazole Mapimpi y Cheslin Kolbe.

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El rugby es también ese deporte en el que los All Blacks y los sudafricanos se reparten dos tercios de las coronas mundiales. Los oceánicos, con su juego de movimiento y de pases, se llevaron los títulos de 1987, 2011 y 2015, mientras que los más brutales y directos Springboks evitaron el segundo entorchado inglés, tras el logrado en 2003.

La tradicional fuerza sudafricana, la de sus grandes forwards (Eben Etzebeth, Lodewyk De Jager, Duane Vermeulen, Tendai Mtawarira), le permitió llegar desde ninguna parte hasta el techo del mundo en la primera Copa del Mundo celebrada en Asia.

Porque hace dos años los sudafricanos estaban moribundos, después de sufrir derrotas históricas, como la encajada contra Nueva Zelanda (57-0 en septiembre de 2017) y su primera en Italia (20-18 en septiembre de 2016)

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