-La elección del domingo viene a contracorriente de lo que fue el 80 % del Apruebo y la elección de convencionales, donde la izquierda y centroizquierda tienen alta presencia. ¿Piensas que se acabó un ciclo marcado por el estallido social y comenzó otro donde la gente pide orden y estabilidad?

-La elección del domingo fue una elección presidencial, que pone de manifiesto la realidad de manera más apegada a los hechos, creo yo. La elección de los convencionales, en cambio, fue una elección marcada por varias distorsiones. 17 escaños reservados, para empezar, algo parecido a lo que fueron los senadores designados. Cupos asegurados para grupos de activistas del indigenismo. Luego, listas de independientes, que permitieron entras a competir a personas que representaban causas muy de nicho. Y luego, un sistema electoral que le da entrada a personas con una bajísima representación. De hecho, hay 67 convencionales (poco menos de la mitad), que fueron electos con menos de un 5% de los votos de sus respectivos distritos. Lo que te quiero decir es que me parece que la elección de constituyentes no representa al Chile real, y en el caso del plebiscito, menos todavía. Las opción “apruebo” era una opción muy amplia, que reunió en una misma posición a personas con pensamientos muy distintos, e incluso contradictorios.

-¿Te has sentido cómoda en la Convención o más bien como una espectadora en minoría? ¿Cómo calificas estos casi cinco meses de actividad de la Convención? ¿Te enorgullece formar parte de un organismo que escribirá la próxima Constitución o crees que las polémicas han ensombrecido su desempeño?

-Acá hay hechos: somos minoría, y en ese sentido no hay mucho espacio a una percepción distinta. No soy, sin embargo, mera espectadora. He estado denunciando permanentemente todo aquello que me parece aberrante, y seguiré haciéndolo; de la misma manera que he estado cooperando con lo que creo que pueda ser útil para el país que quiero. No me siento orgullosa, en todo caso, de lo que se está haciendo: nadie podría estar alegremente en una organización liderada por personas profundamente ideologizadas, es decir, cerradas al diálogo e incluso a la evidencia.

-¿Piensas que la opción de que la Carta sea rechazada en el plebiscito de salida es probable, debido a la poca valoración que tiene la Convención, según las encuestas? ¿Tú quieres que sea aprobada o dependerá de su contenido?

-Obviamente dependerá del resultado. Aún hay espacio, me parece, para que las cosas no salgan tan mal. Y respecto de la opción de rechazar el texto resultante, creo que es una opción bien incierta. Abre más espacio a la inestabilidad, por ejemplo. Y no se sabe si lo que viene después es mejor o peor…

-¿Qué aspectos centrales te gustaría dejar inscritos en la nueva Constitución?

-Mira, más que aspectos puntuales, creo que lo esencial es que la Nueva Constitución se haga cargo de proteger al individuo de los eventuales abusos del Estado. A lo largo de la historia, y en todos los modelos políticos que uno pueda imaginar, el riesgo más grande no está asociado a la libertad de las personas, sino a la concentración de poder. La izquierda aún no asume esto, no al menos la que está en la Convención

-¿Compartes las críticas que le han hecho a los constituyentes que en vez de comenzar a escribir la nueva carta están preocupados de reafirmar su identidad política o de hacer declaraciones que exceden el campo para el cual fueron elegidos? Carlos Peña y Agustín Squella, entre otros, han expresado su preocupación en ese sentido.

-Por supuesto, la política identitaria reproduce la lógica de la xenofobia: tú eres mejor o peor, dependiendo de tu origen. Tienes derechos o deberes, eres acreedor o deudor, solamente en razón de tu identidad. Me recuerda también, la actitud del hijo de papá, del heredero, que no entiende sus privilegios como lo que son, regalos, sino como derechos que se derivan de ser ‘el hijo de’.

-¿Cómo evalúas el trabajo de la presidencia y vicepresidencia de la Convención, Elisa Loncon y Jaime Bassa? ¿Han estado a la altura del proceso? El último traspié lo protagonizó Bassa al declararse disponible para Gabriel Boric. 

-Bueno, creo que en chileno, podemos decir que “se creen el cuento”. Llegaron al poder, y perdieron (o quizá nunca lo tuvieron), sentido de realidad.

-El 4 de septiembre se reveló la mentira de Rojas Vade, pero aún sigue recibiendo el sueldo como convencional. ¿A qué se debe esta tardanza? ¿Estarías dispuesta a perdonarlo y aceptar que regrese? ¿Qué debería hacerse en este caso y por qué no se ha hecho nada?

-Bueno, pudo renunciar pero no lo hizo, y el argumento de que “no hay mecanismo para hacerlo” es absurdo. En Chile no hay esclavitud, y nadie está obligado a desempeñar un trabajo al que renuncia. Eso para empezar. Luego, señaló que donaría su sueldo… si lo hizo, fue de manera bastante secreta, lo que resulta desconcertante. Uno esperaría que después del papelón, él mismo tuviera interés en reparar el daño, aunque solo fuera por respeto a sí mismo y a su honra. En todo caso, no me parece que acá seamos sus pares los llamados a perdonarlo, porque no somos nosotros los defraudados. En lo personal, en todo caso, yo no tendría problemas con que se reintegrara, insisto en que creo que es algo que afecta más bien a sus electores que al resto de los convencionales

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