-En un capítulo hablas de que el oficio de escribir discursos es como un tabú. ¿Por qué crees que es así?

-Durante los primeros gobiernos de la post democracia en Chile, uno podía imaginar que había personas escribiendo los discursos de los presidentes. Sin embargo, era algo de lo que no se hablaba. Recién después de Ricardo Lagos se vino a reconocer que sí había gente que ayudaba a los mandatarios a hacer sus discursos. Entonces, es una materia de investigación relativamente nueva y por lo tanto tiene todavía esta aura de que es un trabajo semi secreto.

-En el prólogo, Ricardo Lagos admite que él era complicado, que le gustaba escribir todo, que no se sentía cómodo con otro escribiendo. ¿Tu experiencia con Bachelet fue distinta?

-Era un desafío escribirle a Lagos. Y hay otros casos como el de Pepe Mujica, que es el más paradigmático, porque escribirle es algo que casi no tiene sentido. Él se lanza solo. Entonces se desarrollan modos de trabajar que son distintos, de acuerdo a si los presidentes son mejores oradores o no. En el caso de la Presidenta Bachelet ella tenía mucho cuidado con las cifras, entonces para eso básicamente ayudaba tener una minuta, algunas ideas ordenadas. Pero ella participaba súper activamente de lo que iba a decir. El nuestro es un trabajo de facilitadores.

-¿Cómo cambió el lenguaje entre la primera Bachelet y su segunda presidencia?

-Lo que yo encuentro súper interesante, en el caso de Michelle Bachelet , es que ella gobierna dos veces y uno podría pensar que las palabras se retoman donde mismo se dejaron. Pero su discurso ya no es el mismo. Finalmente, la comunicación política no solo tiene que ver con quien enuncia el mensaje, sino también con el contexto en el que ese mensaje es enunciado. Bachelet no le habla dos veces al mismo Chile y debe cambiar no solo el enfoque de su política pública, sino también el tono, porque habla desde una experiencia mucho mayor. La segunda vez que ella gobierna, ella ya ha estado en la ONU, por lo tanto tiene un acervo que es distinto de esta presidenta ciudadana que se enuncia la primera vez.

Por otro lado, el Chile al que le habla es un Chile que ha cambiado, es un Chile que ya no es el último gobierno de la Concertación, sino que es un Chile que exige derechos sociales, que está más empoderado, donde la ciudadanía busca un diálogo más horizontal y donde la idea de lo subsidiario ya no tiene mucha cabida. Creo que sabe leer este nuevo momento de Chile. Los dos discursos tienen coherencia entre sí, pero son muy distintos.

-¿Y cuáles fueron los instantes más complejos para verbalizar? Me imagino que el caso Caval, en 2015, cuando la Presidenta dijo: “Como madre y  presidenta,  han  sido  momentos  difíciles  y  dolorosos,  pero  quiero  enfrentarlos frente a ustedes con claridad y con decisión”.

-Aunque sea obvio, no se comunica igual en los momentos difíciles que en los momentos alegres. Una de las cuestiones más interesantes que tiene en este caso la comunicación política, es que el momento de la crisis es un momento que ofrece oportunidades, pero en el que la comunicación tiene que ser particularmente cuidada. Y por otro lado, la retroalimentación es mucho más fuerte.

Hay momentos en los que la complejidad es tal que los discursos los tiene que asumir completamente el mandatario o la mandataria. En los episodios más complejos del gobierno de Michelle Bachelet o del gobierno de Lagos, son momentos en que el político y la política tienen que retomar su propia voz y no hay escritura ajena que pueda suplir ese espacio .

-El caso Caval fue algo tan personal que ¿era necesario que ella expresara con claridad su punto de vista?

-Yo cuento en el libro que la crisis fue larga, pues impactó en la relación de la presidenta con la  ciudadanía.  Durante  esos  meses,  cada  detalle  debía  ser  doblemente  chequeado, las  intervenciones  debían  estar  preparadas  con  cuidado,  pues, cuando la relación está comprometida, cada palabra pesa el doble. Solo a partir de los primeros meses de 2016, con la puesta en marcha de la gratuidad universitaria, la tensión bajó.

-Hay mucha mitología  sobre los speechwriters. ¿Es un trabajo muy estresante de 24 horas al día o tiene sus momentos calmos?

-Bueno, la idea del libro es que haya más gente interesada en esto. En primer lugar es un trabajo que se hace súper colectivamente y eso es bonito. Eso lo hace menos estresado. La posibilidad de compartir la responsabilidad y la conversación es algo súper interesante. Es un trabajo que tiene estrés, como cualquier trabajo que se desarrolla en la política y en torno a la agenda de un mandatario o de una mandataria.

Pero sobre todo, creo yo, tiene una altísima responsabilidad, porque en el fondo lo que tiene de particular es que quien facilita esta tarea no corre los riesgos que corre el mandatario o la mandataria. La mayor tensión es la responsabilidad que eso implica; de que representes adecuadamente la palabra presidencial.

-¿Cómo has visto el discurso de Boric?

-El Presidente Boric tiene un discurso que es originalmente súper genuino, tiene una cosa muy cálida, súper cercana, cuando él se dirige a la gente. Él es muy auténtico y genera mucha credibilidad. Si yo pudiera hacer una crítica, creo que es un poco desestructurado todavía, y a ratos es contradictorio, desordenado. Pero estoy hablando de la estructura del discurso, no estoy hablando de la política.

En el fondo le falta estructura, siento yo. Y le falta poblar el mensaje con la política pública también. A él le gusta hablar de los grandes temas de la política misma, como hacia dónde va Chile y él desde ese lugar de los valores, se posiciona muy fuertemente. Pero no siempre es igual de bueno para hablar del detalle de la política pública y poder hacer docencia desde la política pública, que yo creo que es una parte importante del discurso presidencial en general. Eso no lo veo muy presente en Boric.

-En el libro revisan las experiencias de Lula, Macri, Pepe Mujica, entre otros. ¿De qué manera la ideología y la biografía determinan los distintos estilos de discursos?

-En este libro se ve un arco súper amplio en lo ideológico. O sea, hay presidentes de derecha como Macri o como Fox, y hay presidentes de izquierda como Pepe Mujica y como Michelle Bachelet. Pero a la hora de comunicar, a la hora de la comunicación política, los dilemas que se presentan son parecidos. Lo mismo pasa cuando tú piensas en la riqueza expresiva de alguien como Pepe Mujica, que es un tipo que respira comunicación y que hace que todo el mundo lo quiera escuchar, con gente mucho más torpe en la comunicación como es Macri o como Santos, que es un tipo que  le cuesta mucho hablar. Presentan dificultades distintas para quienes escriben el discurso, pero al mismo tiempo el corpus de quehaceres es parecido. Los dilemas del poder que se presentan son similares.

Publicidad