Vlad Buryak, de 16 años, es hijo de un funcionario del gobierno ucraniano y fue capturado por el ejército ruso cuando intentaba escapar de su ciudad natal de Melitópol a principios de abril. Durante su cautiverio de 90 días debió limpiar las salas de tortura y ver como su compañero se suicidaba.

En su primer día en la prisión rusa el joven dijo al medio The Whasington Post que escuchó gritos de agonías de compatriotas. Estuvo sentado en una celda de 1,8 m² con un inodoro roto.

Luego de una semana de ser capturado, Buryak explicó que un joven de 20 años fue trasladado a la misma celda, donde fue electrocutado y golpeado durante horas.

Según el relato del joven, el hombre de 20 años le confesó que prefería “dejar esta tierra que seguir siendo torturado., por lo que este se suicidó ante su presencia. Incluso, dijo que le tomó la mano en ese momento.

A raíz del relato de Vlad, la ONU afirmó que hay numerosos casos de soldados rusos que torturaron a prisioneros civiles y militares ucranianos. Sin embargo, Rusia ha negado repetidamente cualquier denuncia de tortura u otros crímenes de guerra.

Vlad Buryak logró ser liberado el 4 de julio luego que un negociador ruso hiciera un trato para liberar a ciertos prisioneros y el pasado 7 de julio se reencontró con su padre.

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