Fue probablemente uno de los mayores psicópatas de la historia argentina. Un monstruoso asesino que conmovió al país vecino a comienzos del siglo XX.

Se trata de Cayetano Santos Godino, conocido también como el “Petiso Orejudo” (por el evidente tamaño de sus orejas debido a una malformación), quien en 1912, antes de los 15 años, cometió crímenes atroces contra otros niños.

Cuanto Cayetano tenía 12, mató sin piedad a un pequeño de 3 años, clavándole un clavo en la cabeza. Por ese crimen fue recluido en la penitenciaría de Ushuaia, en Tierra del Fuego, donde el 15 de noviembre de 1944 murió a los 48 años.

Medios argentinos, entre ellos TN, han compartido la entrevista que le realizó un equipo médico en 1912. Algunas de sus respuestas simplemente impactan.

  • Médicos: ¿No siente usted remordimiento de conciencia por los hechos que ha cometido?
    • "No entiendo lo que ustedes me preguntan".
  • Médicos: ¿No sabe usted lo que es el remordimiento?
    • "No, señores".
  • Médicos: ¿Siente usted tristeza o pena por la muerte de los niñitos Giordano, Laurora y Vainicoff?
    • "No".
  • Médicos: ¿Por qué mataba usted a los niños?
    • "Porque me gustaba".
  • Médicos: ¿Con qué objeto fue usted a la casa del niño Giordano el mismo día que lo mató?
    • "Porque sentía deseos de ver al muerto".
  • Médicos: ¿Con qué objeto le tocó usted la cabeza al muerto?
    • "Para ver si tenía el clavo".
  • Médicos: ¿Se animaría usted a matar a algunos niños o idiotas del Hospicio de las Mercedes?
    • "Sí, señores".

Los médicos concluyeron tras el cuestionario que el “Petiso Orejudo” “es un alienado mental, insano o demente”. También que “es un degenerado hereditario”.

Cayetano nació en la pobreza en 1896, sólo dos años después de que sus padres llegaran a Buenos Aires desde Calabria, Italia. Fiore Godino, su padre, lo golpeaba, maltrato al que se sumaba el de su hermano mayor, Antonio, quien era alcohólico igual que el progenitor.

En una familia de nueve hermanos, cuatro varones y cinco mujeres, estas no recibieron ninguna educación y sólo a ellos los mandaron al colegio. Cayetano fue hasta los 10 años.

El padre bebía y golpeaba a su mujer. También a sus hijos, a quienes empezó a golpear desde que cumplían cuatro o cinco años. Cuando Cayetano estaba en casa, esperaba que su padre o su hermano le dieran golpes y patadas. Luego de eso se dormía en el piso, ensangrentado. A la mañana siguiente la madre le limpiaba la sangre seca con un trapo sucio. No recordaba haberse aseado alguna vez en su infancia, sólo había una cosa que le gustaba, su pasatiempo: lastimar animales, relata TN.

Lo echaron de seis colegios debido a que golpeaba a los compañeros y compañeras más pequeños, rompía los útiles que le prestaban, entre otras cosas. Ahí sus padres decidieron que no estudiara más.

Sus acciones estaban muy lejos de ser simples travesuras. Tras conocer a un matrimonio de españoles, de unos 25 años, quienes tenían un bebé de 22 meses, el 9 de septiembre de 1908 llevó al pequeño hasta un abrevadero de caballos, donde lo quemó con cigarrillos. Lanzó al menos al pozo y lo cubrió con una tabla, ocultándose después al ver que venía alguien. Un joven encontró al bebé semiahogado, logrando rescatarlo.

Se le atribuyeron cuatro muertes, pero las acusaciones se las hicieron cuando se descubrió la última, la del niño Gesualdo Giordano, a quien le enterró un clavo en la cabeza, en 1912, la única que tiene pruebas contundentes en su contra.

De todos los ataques a menores que se le atribuyen, que fueron once, seis ocurrieron en 1912. Algunos fueron probados con la sola confesión de Cayetano, es decir de un pequeño demente, sin buscar más pruebas.

El último crimen del "Petiso Orejudo" y su final

El 3 de diciembre de 1912, antes de las 10:00 horas, Gesualdo Giordano, de 3 años, jugaba en la puerta de su casa. La madre lo había dejado salir a jugar a la calle con una niña de 2 años. En eso apareció Cayetano, quien vio a los menores, tomó a Gesualdo y se alejó con él en brazos mientras éste gritaba.

Los padres salieron a buscarlo y hasta dieron aviso a la Policía, quienes no se preocuparon en absoluto, según cuenta TN.

Cayetano llevó al menor a comprar caramelos y posteriormente lo trasladó a un terreno donde lo forzó a entrar. Una vez dentro, el menor comenzó a llorar. El psicópata le puso un caramelo a la fuerza en la boca a ver si dejaba de gritar. Luego lo tiró al suelo, le puso la rodilla sobre el pecho y le rodeó el cuello con un cordel. Le dio 13 vueltas, le hizo un nudo y lo apretó para estrangularlo.

El ataque continuó con golpes de puño y mordidas, hasta que vio que el niño no se movía. Fue ahí cuando salió en busca de un clavo, encontrándose con el papá de Gesualdo. Le dijo que no lo había visto y que preguntara en la Comisaría. Ahora sí los policías se mostraron preocupados.

Cayetano volvió al lugar del crimen, donde Gesualdo estaba muerto. Sin embargo, el “Petiso Orejudo” creía que aún vivía y le enterró el clavo en la cabeza con una piedra. Más tarde, llegó al velorio en la casa del menor, se acercó al cadáver y le tocó la cabeza para ver si el clavo seguía ahí.

Sin ningún tipo de vínculo con sus familiares, Cayetano fue enviado a la cárcel de Ushuaia el 28 de marzo de 1923.

Según los medios argentinos, existe una historia acerca de que los presos cuidaban a dos gatitos que habían nacido en esa prisión y que los alimentaban con sus propias raciones diarios. Cayetano les habría roto el espinazo y los presos habrían hecho lo mismo con él, rompiéndole además la nariz y una pierna, aunque se desconoce la veracidad de esta versión.

El “Petiso Orejudo”, sobre quien se creía en aquella época que en sus orejas estaba el origen de su maldad, murió el 15 de noviembre de 1944, a los 48 años. El informe del Penal dice que tuvo una hemorragia interna “por proceso ulceroso”. Se comentó que, además, tenía tuberculosis y pulmonía. Nunca recibió tratamiento psiquiátrico. El “monstruo argentino” había muerto.

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