John McCain vivió en una época en la que el poder político, militar y cultural de Estados Unidos no tenía rival en el mundo.

El senador republicano fallecido este sábado nació pocos años antes de la Segunda Guerra Mundial y llegó a la adultez en los albores de EE.UU. como una superpotencia global.

"Ahora se va en lo que es, tal vez, el ocaso del dominio de EE.UU., cuando la nación se enfoca hacia adentro, preocupada por los potenciales riesgos y desafíos de la inmigración, el multilateralismo y la economía global", comenta Anthony Zurcher, corresponsal de la BBC en Washington D.C.

De alguna forma, la vida de McCain, que murió a causa de un tumor cerebral, reflejó la historia de Estados Unidos en el siglo XX, opina Zurcher.

Un ejemplo de esto fue cuando peleó en la guerra de Vietnam y sufrió más de cinco años de cautiverio en ese país.

Su liberación marcó el momento crucial de una carrera militar, dice Zurcher, para la que aparentemente estaba destinado desde su nacimiento.

Protección del apellido

Su padre y su abuelo fueron almirantes de la Marina de EE.UU. Siguiendo sus pasos, McCain se enroló en la Academia Naval.

Pero durante su periodo de formación, se rebeló. Sus amigos le decían "John Wayne" McCain, por su actitud y popularidad con el sexo opuesto.

Además, acumulaba deméritos mientras que otras personas coleccionan reconocimientos, y se graduó entre los últimos de su clase.

Algunas veces, McCain usaba el apellido de su familia para protegerse.

Frank Gamboa, uno de sus compañeros, recuerda cuando McCain reprendió a un superior por abusar de un mayordomo filipino durante una cena.

El hombre le preguntó su nombre y al escuchar "John S McCain III" se escabulló.

Cuando combatió en la guerra en Vietnam, McCain también pudo usar su apellido para evitar problemas, pero no lo hizo.

Prisionero

Un día de octubre de 1967, mientras volaba sobre Hanoi, la capital vietnamita, un misil derribó su avión, se fracturó los dos brazos y una pierna y fue apresado por las tropas enemigas.

Cuando su padre se convirtió en comandante de las fuerzas estadounidenses en Vietnam, sus captores le ofrecieron liberarlo, como una táctica de propaganda.

Pero McCain dijo que no saldría hasta que todos los prisioneros estadounidenses fueran liberados.

"El interrogador le dijo a McCain que las cosas le iban a ir muy mal", dice Gamboa. "Y fue entonces cuando comenzaron a torturarlo. Fue una decisión trascendental y valiente rechazar literalmente la libertad por el bien de sus compañeros prisioneros de guerra".

McCain pasó años en confinamiento solitario y sufriendo brutales torturas.

Sin embargo, nunca buscó ni recibió tratamiento especial por su ascendencia y pasó cinco años como prisionero.

Eventualmente cedió y firmó una "confesión" de haber cometido crímenes de guerra.

Cuando finalmente salió de Vietnam, lo hizo con sus compañeros de prisión.

Sin poder peinarse

La imagen de su liberación, el 14 de marzo de 1973, es chocante, detalla Zurcher: "un demacrado McCain, de 36 años, vestido con ropa arrugada, caminando con otros prisioneros de guerra estadounidenses hacia un avión militar de EE.UU. que los llevaría a la libertad".

El encarcelamiento en Vietnam lo había envejecido. Había llegado a ese país con cabello oscuro y cuando salió, estaba gris y blanco.

Cojeaba como consecuencia de las heridas que había sufrido cuando derribaron su avión y de las torturas que le infligieron sus captores.

En la bienvenida de la Casa Blanca, con el entonces presidente Richard Nixon, McCain llegó caminando con muletas.

McCain permaneció en el ejército durante ocho años después de su regreso a EE.UU.

"Nunca se recuperó completamente de sus heridas", dice Zurcher, de la BBC.

La cojera desapareció casi por completo, pero durante el resto de su vida no pudo levantar los brazos por encima de la cabeza.

El consultor político Mark McKinnon, que asesoró a McCain durante su campaña presidencial de 2008, cuenta cómo una vez tuvo que ayudar al candidato a peinarse mientras se preparaba para un evento público en Nueva Hampshire.

"Fue un momento vulnerable de este soldado orgulloso", dice McKinnon. "Cuando se fue hacia la multitud yo me volteé y simplemente lloré".


 

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