"Todos nos llaman héroes, pero no me siento como uno".

Paolo Miranda es enfermero de cuidados intensivos en el único hospital de Cremona, una pequeña ciudad de la región italiana de Lombardía que está en el corazón del brote del nuevo coronavirus.

Allí, hasta el 19 de marzo había más de 2.000 personas contagiadas del virus y unas 200 habían muerto.

Al igual que muchos de sus colegas, Miranda ha estado trabajando largos turnos de 12 horas durante el último mes.

"Somos profesionales, pero nos estamos agotando. En este momento, sentimos que estamos en las trincheras, y todos tenemos miedo".

A Paolo le encanta tomar fotos y decidió documentar la sombría situación dentro de la unidad de cuidados intensivos donde trabaja.

"No quiero olvidar lo que está pasando. Esto se convertirá en historia y para mí las imágenes son más poderosas que las palabras".

En sus fotos, Paolo quiere mostrar la fuerza de sus colegas, pero también su fragilidad.

"El otro día, de la nada, una de mis compañeras comenzó a gritar y saltar de un lado a otro del pasillo", relata.

"Le habían hecho una prueba de y acababa de enterarse de que no tenía el virus. Normalmente es muy tranquila, pero estaba aterrorizada y no podía contener su alivio. Es humana".

Es un momento de prueba para el joven enfermero y su equipo. Pero están comprometidos y se ayudan mutuamente.

"A veces, algunos de nosotros nos derrumbamos: sentimos desesperación, lloramos porque nos sentimos impotentes cuando nuestros pacientes no están mejorando", cuenta.

Cuando eso pasa, el resto del equipo intenta hacer que su compañero se sienta mejor.

"Decimos alguna una broma, lo hacemos sonreír e incluso reír. De lo contrario, nos volveríamos locos", dice.

Italia superó ya a China en número de muertos con de 3.400.

Con más de 41.000 casos confirmados, los médicos y enfermeros del país, particularmente en las ciudades más afectadas del norte, están luchando para seguir adelante día a día.

En los nueve años que lleva ejerciendo de enfermero, Paolo vio morir a muchas personas, ya está acostumbrado.

Pero lo que lo golpeó durante esta pandemia es ver a tanta gente morir sola.

"Cuando los pacientes mueren en cuidados intensivos, normalmente están rodeados de su familia. Hay dignidad en su muerte. Y estamos allí para apoyarlos, es parte de lo que hacemos".

Por lo general, los familiares y amigos pueden visitar y reunirse junto a la cama de los enfermos.

Pero durante el último mes, eso está prohibido, para evitar el contagio. Ni siquiera pueden entrar al hospital.

"Tratamos a todas estas personas con el virus como si básicamente fueran abandonados", describe.

"Morir solo es algo muy feo, no se lo deseo a nadie".

Un hospital abrumado

El hospital de Cremona se ha transformado en un "hospital de coronavirus".

Ahora solo tratan a pacientes con el virus, alrededor de 600, y todas las demás operaciones médicas fueron suspendidas.

Siguen llegando nuevos pacientes, pero se han quedado sin camas en la unidad de cuidados intensivos.

"Hemos estado instalando camas en cualquier lugar que podemos, en todos los rincones. Está tan desbordado de gente".

Están construyendo un hospital de campaña fuera de la entrada principal, que proporcionará 60 camas adicionales para cuidados intensivos. Pero no es suficiente.

Luz al final del túnel

Entonces, ¿cómo se las arregla Paolo para enfrentar en esta situación?

Él dice que el amor que la gente le está demostrando a los enfermeros en todo el país los mantiene activos.

Muchos fueron aclamados como héroes.

El equipo de este hospital en Cremona recibió decenas de regalos.

"Cada día que entramos en el trabajo encontramos algo nuevo", cuenta Paolo.

"Pizzas, dulces, pasteles, bebidas... el otro día recibimos mil cápsulas de café con máquina de café espresso. Digamos que mantenemos el ánimo con carbohidratos", bromea.

Los regalos le dan a Paolo algo de consuelo, pero nunca puede desconectarse por completo del hospital.

"Estoy destrozado cuando regreso a casa al final de mi turno. Me voy a dormir y me despierto varias veces durante la noche. A la mayoría de mis colegas les pasa lo mismo".

Lo único que lo mantiene activo es la adrenalina.

Pero esta situación está empezando a pasar factura y Paolo se siente cada día más cansado.

"No veo la luz al final del túnel por ahora. No sé qué pasará, solo espero que esto termine".

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