Una nación que quiere abandonar su historia colonial, pero ¿cuáles son las cargas financieras que conlleva aniquilar los vestigios del pasado?

El pasado mes de abril, uno de los últimos monarcas absolutos del mundo se dirigió a una multitud reunida en un pequeño estadio deportivo en el sur de África.

"Los países africanos, al lograr la independencia, recuperaron sus antiguos nombres antes de ser colonizados", dijo el rey Mswati III a los reunidos allí.

En ese momento él todavía era el rey de Suazilandia, pero no por mucho tiempo.

"De ahora en adelante, el país será oficialmente conocido como el Reino de eSuatini", anunció.

El nombre, en realidad, no era nada nuevo para sus habitantes, ya que habitualmente lo usaba la población local. Lo que fue una sorpresa absoluta fue el cambio en la designación oficial.

Superado el asombro, con el anuncio ya hecho ley, muchos se quedaron con la duda de cómo se efectuaría el cambio. Y, cómo no, qué gastos implicará para una economía no pobre, pero tampoco rica y con apenas 1,5 millones de habitantes.

Pasado colonial

Al igual que muchos países de África, el pequeño eSuatini, que limita con Mozambique y Sudáfrica, ha luchado por redefinirse en su era poscolonial.

El rey Mswati III eligió la celebración de los 50 años desde el fin del dominio colonial británico para anunciar la medida que tomaría forma de decreto.

La medida ha sido controvertida. Bheki Makhubu, periodista y editor de la revista local The Nation, dice que la gente ya estaba acostumbrada al hecho de que el rey se refiriera a su país como eSuatini pero, en su opinión, hacer que el cambio sea oficial captura perfectamente su estilo de gobierno.

"Hace prácticamente lo que le gusta con el país", dice Makhubu quien cree el monarca trata los asuntos de Estado como si fueran personales.

Cambiar el nombre del país no es algo superficial. Es una modificación de fondo y forma, dice el abogado y bloguero en materia de propiedad intelectual Darren Olivier.

"Hay un valor intrínseco en esa identidad y lo que significa para la gente", señala. "Pero al mismo tiempo hay un costo", puntualiza.

Precio al cambio

Y eso es precisamente lo que intriga a muchos: ¿cuál será el precio a pagar por el nuevo nombre?

Poco después del anuncio del rey Mswati III, Olivier publicó en su blog que le costaría al país US$6 millones.

Calculó esto en base a los ingresos imponibles y no imponibles del país en alrededor de US$1.000 millones. Para una gran empresa, el presupuesto promedio de marketing es del 6% de sus ingresos, dice.

Según estos cálculos, los ingresos de eSuatini serían de US$60 millones. Teniendo en cuenta que los costos para cambiar de nombre suelen ser del 10%, esto da la cifra de US$6 millones.

Olivier apunta que, para un país tan pequeño, la cantidad "no es insignificante".

Admite que su estimación es muy "retrospectiva" y se basa principalmente en suposiciones sobre cómo funciona el cambio de marca en contextos corporativos, como cuando una empresa cambia su nombre, pero es una conjetura potencialmente útil dado que nadie sabe realmente el verdadero costo.

"La documentación, el sitio web, la señalización de las propiedades gubernamentales, las agencias gubernamentales: hay un enorme gasto y uno debe preguntarse desde el principio si esto es realmente necesario", dice Jeremy Sampson, director ejecutivo para África de la firma de marketing Brand Finance.

Otros lo hicieron antes

En la vecina Sudáfrica, los cambios en los nombres de las calles coloniales en la ciudad de Pretoria, por ejemplo, han costado millones de rands (la divisa sudafricana).

A mediados del siglo XX, el líder de Kenia decretó que los nombres de las calles locales debían cambiarse a versiones no coloniales. El proceso tomó años.

E incluso en Berlín, los nombres de las calles en el barrio africano vinculados con la historia colonial han sido marcados para su eliminación.

Una carga añadida del postcolonialismo es, por tanto, el costo que implica deshacerse de los vestigios del pasado.

Reducir gastos

Dada la incertidumbre, el gobierno aseguró que el cambio de nombre no sería ni perjudicial ni costoso. Se haría de forma gradual y aprovechando algunos útiles, como los sobres de correspondencia con el antiguo nombre del país.

"Esperaremos a que se termine el stock que tenemos", explicó el ministro del Interior, Princesa Tsandzile Dlamini, a la prensa.

También dijo que en la documentación oficial y los tratados internacionales el antiguo nombre sería equivalente al nuevo para evitar que los inversores extranjeros tuvieran que incurrir en gastos extraordinarios.

Pero poco a poco los cambios se van notando.

Uno muy significativo fue la adopción del cambio de nombre que hizo la junta de turismo de eSuatini, ya que es la ventana con la que el país se muestra al mundo y por la cual el mundo se asoma al país.

¿Y los mapas?

El geógrafo Peter Jordan, de la Academia de Ciencias de Austria, dice que hay una diferencia entre el nombre que un país usa internamente (el endónimo) y el nombre que otros usan para referirse a él externamente (el exónimo).

"No es necesario cambiar mucho", explica Jordan, "pero generalmente los atlas y los mapas muestran el exónimo".

Quizás por eso en Google Maps, a pesar de ser un servicio digital donde el cambio se puede hacer rápidamente, eSuatini sigue apareciendo como Suazilandia.

Otros se han adaptado al cambio más rápido. Como por ejemplo la embajada de Estados Unidos en eSuatini cambió rápidamente el nombre en su cuenta oficial de Twitter.

Pero mientras para algunos usar uno u otro nombre es más una preferencia individual, el cambio sigue generando mucho debate en el país.

"Rechazamos el cambio del nombre (...) No es el resultado de un proceso consultivo", dice Mlungisi Makhanya, secretario general del Movimiento Democrático Unido del Pueblo (PUDEMO), un partido socialista de oposición del pueblo suazi.

A él, como a muchos en el país, le preocupan la falta de transparencia y los costos.

También se dan algunas incongruencias, cuenta. El Banco Central de Suazilandia cambió recientemente su nombre por el del Banco Central de eSuatini, señala Makhanya, pero las monedas y los billetes están aún desactualizados.

Otros están en total desacuerdo. Andrew Le Roux, presidente de la Federación de Empleadores y Cámara de Comercio de Suazilandia, cree que es una oportunidad para que los suazis decidan quiénes son y cómo quieren representarse ante el mundo, asegura.

Además de haber acaparado, sostiene, la atención del mundo.

"El cambio de nombre generó más tráfico que casi cualquier otra noticia de Suazilandia en los últimos años", sostiene

¿Verán otras naciones a eSuatini como una nación renovada, un lugar con el que deberían estar haciendo negocios? Quizás.

Si es así, puede que tan controversial medida haya merecido la pena pero no hay garantías. Y a aquellos suazis que dicen que el cambio es una distracción de asuntos más serios, no les falta razón.

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