Han estado como periodistas acompañando numerosas operaciones contra el autodenominado Estado Islámico (EI), pero en la batalla por Mosul las cosas son muy diferentes.

Nafiseh Kohnavard, corresponsal del servicio persa de la BBC, y el productor Joe Inwood tuvieron acceso exclusivo a las misiones en helicóptero que realizan los militares iraquíes sobre Mosul. Presenciaron la batalla desde el aire y vieron evidencias de primera mano de que EI ha estado usando a niños como escudos humanos.

El equipo de la BBC había visto a los militares iraquíes llevar ayuda a refugiados atrapados en una montaña en Sinjar; sobrevolar una fábrica convertida en campo de entrenamiento de atacantes suicidas en Mishraq; y combatir el verano pasado durante la sangrienta batalla por Faluya.

Esta vez pasaron una semana en el polvoriento complejo militar de Erij, ubicado a unos pocos kilómetros de distancia al sur de Mosul, donde helicópteros artillados aguardan para entrar en acción.

Nunca tienen que esperar demasiado.

El primer día, pocos minutos después de su llegada a la base, observaron a dos militares jóvenes vestidos con sus trajes de vuelo correr hacia el helicóptero mientras el equipo de tierra se desplegaba para facilitar el despegue de la nave que, en instantes, se elevaba rumbo a Mosul occidental, el más reciente frente contra EI.

"Mosul es el trabajo más duro que jamás hayamos tenido. No hay comparación con ninguna otra misión que ustedes hayan visto", les dijo el general Samir Hussain, el hombre a cargo de la misión.

Situación inédita

Es una situación nunca vista. Por primera vez, los pilotos operan sobre una ciudad en la que, según estimaciones de la ONU, hay unos 400.000 civiles atrapados.

A diferencia de lo que ocurrió en Faluya, los yihadistas de EI están rodeados. No tienen expectativas de escapar ni posibilidades de lograr un triunfo militar. En este escenario, han convertido a los habitantes de Mosul en escudos humanos.

Una mañana en el cuartel, los periodistas se encontraron con el coronel Mohammed, un personaje popular en el ejército de Irak y uno de sus pilotos más experimentados. La última vez le vieron volando en Faluya.

El oficial les saludó con una sonrisa que pronto se borró de su rostro cuando empezó a describir una escena que recientemente había visto en la Ciudad Vieja de Mosul: un francotirador de EI le disparó a una mujer en mitad de la calle para usarla como cebo para atraer a la policía federal de Irak y ponerla bajo su mira. El coronel Mohammed fue llamado para prestar apoyo aéreo.

El episodio es solo un ejemplo de las situaciones a las que EI somete a los habitantes de Mosul.

El uso de civiles como escudos humanos está prohibido por la legislación internacional.

En el caso de la batalla por Mosul, desde su inicio a mediados de octubre de 2016 ha habido denuncias sobre esta práctica por parte de EI.

De hecho, durante la primera semana de enfrentamientos, la ONU reportó que unas 200 familias habían sido obligadas a abandonar sus casas por miembros de ese grupo islamista y que podrían estar siendo usadas como escudos humanos.

¿Cuestión de fe?

Pero la amenaza para los habitantes de Mosul no viene solo de los extremistas. Las muertes de civiles causadas por los ataques aéreos de la coalición internacional liderada por Estados Unidos han sido a la vez una fuente de bochorno y controversia para el gobierno iraquí.

El coronel Mohammed sabe que estar allí es exponerse al peligro. Tanto que su esposa y sus hijos le rogaron que no fuera a Mosul. Aún hoy no saben que él está allí. "Piensan que estoy en entrenamiento", dijo el oficial.

¿Cómo saber en esas circunstancias cuándo disparar un misil de alta potencia en mitad de la ciudad?, ¿cómo estar seguro de que no va a herir a un civil inocente? Quizá la respuesta es la única que Mohammed ofrece: él pone su fe en Dios.

Pero no es solo la fe la que le guía. Con frecuencia, los periodistas vieron a los pilotos abstenerse de disparar. Ocurría, por ejemplo, cuando la cámara abordo captaba imágenes claras de yihadistas de EI caminando por las calles en compañía de niños. Si el disparo no estaba claro, no se hacía.

Otro día, al aterrizar de un vuelo, el equipo de la BBC escuchó el ruido de otro helicóptero sobre el pavimento. Era más grande que los otros y no estaba artillado. Entonces, vieron a un grupo de personas correr hacia la nave cargando una camilla. Sacaron a uno, dos, tres heridos. Uno de ellos era un general.

Un recordatorio de que no importa cuán bien parezca estar yendo una batalla, pues la guerra siempre tiene sus costos.

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