Hwang Mi-sun solía observar cuidadosamente a su hijo mientras dormía en su casa en Seúl, para escuchar cada respiración agitada.

Desde bebé, el niño padeció problemas respiratorios.

Ahora tiene cuatro años y se le han administrado varios medicamentos, incluido un tratamiento fuerte con esteroides, para tratar de ayudarlo. Pero después de su cuarta visita al hospital, el médico le dio otro consejo.

Le dijo a Hwang que mantuviera a su hijo puertas adentro para salvarlo del aire tóxico de Corea del Sur.

"Fue triste que de pequeño mi hijo empezara a aprender no solo palabras como 'mamá' y 'papá', sino también 'polvo fino'", me dijo.

"Incluso pensé en mudarme de país, pero realmente quiero vivir en Corea. Así que haré lo que pueda para resolver el problema".

Decidió empezar a hacer campaña y se unió a un grupo llamado "Madres contra el polvo fino", que organiza protestas y cabildea al gobierno sobre la contaminación.

El "polvo fino" al que se refieren es arena proveniente de los desiertos de Mongolia y China que es recogida por fuertes vientos durante ciertas épocas del año y llevada hasta la península.

Pero esta descripción, que suena casi romántica, esconde una realidad que es una pesadilla para los coreanos.

Junto con la arena también hay carcinógenos: nanopartículas invisibles conocidas como PM2.5, que pueden penetrar profundamente en el sistema respiratorio y desencadenar una variedad de enfermedades, entre ellas el cáncer.

Los pulmones de los niños y los ancianos son particularmente susceptibles.

"Derecho a respirar"

A principios de este año, los niveles de partículas de polvo microfino PM2.5 (llamado así porque tiene sólo 2,5 micrómetros de diámetro) alcanzaron los 118 microgramos por metro cúbico.

Es la cifra más alta desde que comenzó el monitoreo en 2015, según el Instituto Nacional de Investigación Ambiental.

Hwang se mudó con su familia a los suburbios, fuera de Seúl, para tratar de evitar que su hijo respirara el aire más contaminado con polvo fino. Pero aun así ella quería hacer más.

Se le permitió a su grupo de campaña dar su testimonio ante los políticos en la Asamblea Nacional.

La audiencia pública estuvo cargada de emoción mientras madre tras madre detallaba los efectos que la contaminación estaba teniendo sobre su familia.

Muchas dieron su testimonio con sus niños pequeños sentadas sobre sus faldas, con sus máscaras puestas.

"La contaminación del aire viola nuestro derecho básico a respirar. No creo que sea un país si ni siquiera tenemos el derecho a respirar", dijo una.

"Los niños solo quieren salir a jugar. Nada especial, solo poder disfrutar de los cambios de estación. Pensar que les estamos quitando eso es desgarrador", señaló otra.

Los surcoreanos están cada vez más preocupados por los efectos que la contaminación están teniendo en su salud: el 97% de las personas consultadas por el Ministerio de Medio Ambiente el año pasado dijeron que la contaminación del aire les estaba causando dolor físico o psicológico.

La respuesta del gobierno ha sido declarar el polvo fino como un "desastre social"para liberar fondos de emergencia.

La cuarta economía más grande de Asia ha gastado miles de millones de dólares durante varias décadas para defenderse de la amenaza de guerra de su vecino norcoreano.

Ahora tiene que centrar su atención en la amenaza que representa el aire para su población.

Pero este nuevo enemigo ¿es interno o externo?

Los expertos no se ponen de acuerdo. Algunos dicen que el aire contaminado proviene de China.

Hay estudios que sugieren que hasta un 60% de la contaminación del aire de Corea del Sur proviene de los sitios industriales y las plantas de carbón de su vecino occidental.

Otros dicen que el problema está en casa.

Contaminantes en el viento

Para intentar averiguarlo, los funcionarios del Ministerio de Medio Ambiente han estado estudiando el cielo sobre el Mar Amarillo, entre la península de Corea y China.

La BBC pudo acompañar a los científicos durante uno de los vuelos que se usan para realizar los análisis.

Se trata de un avión especialmente adaptado, que está lleno de computadoras y dispositivos de medición.

Sentados en los espacios estrechos entre toda la maquinaria, el investigador principal me contó que la idea era tomar muestras del aire mientras volábamos sobre la península y medirlas en busca de varios carcinógenos y contaminantes.

Los instrumentos pueden indicar qué tipo de partículas provienen de ciertas industrias, como las centrales eléctricas de carbón, y qué contaminantes peligrosos son transportados por el viento.

Ayudará a dar pistas a los científicos sobre si la polución aérea se originó en China o Corea del Sur.

A medida que subimos a lo largo de la península, volamos cerca de algunas de las centrales eléctricas de Corea del Sur.

El carbón genera aproximadamente el 40% de la electricidad total del país, seguida por la energía nuclear y el gas. El año pasado, las importaciones de carbón de Corea del Sur alcanzaron un récord.

El gobierno ha cerrado una serie de plantas viejas, pero hay planes para construir otras nuevas en los próximos cinco años, lo que ha enfurecido a quienes hacen campaña por un aire más limpio.

Antes de abordar el vuelo, hablé con Lee Ji-eon, de la Federación Coreana para los Movimientos Ambientales (KFEM, por sus siglas en inglés), una organización sin fines de lucro.

"Todos los planes para construir nuevas plantas de carbón deben detenerse", me dijo.

"También debemos elaborar una hoja de ruta para reducir la proporción de electricidad generada por energía eléctrica a base de carbón a menos del 20% para 2030".

El gobierno no ha llegado tan lejos, pero ha presentado un nuevo plan maestro de energía para aumentar la cantidad de energía renovable que genera al 20% para 2030.

"Un tema político"

Después de volar una hora sobre el Mar Amarillo ya no hay vista fuera de mi ventana. El aire no solo es brumoso, es tan espeso que solo fragmentos de luz se abren paso.

Estamos a unos 500 metros sobre el nivel del mar y los científicos están ocupados midiendo los niveles de dióxido de azufre y de lo que me describieron como carbono negro.

El investigador principal, Ahn Joon-young, me señala algunos de sus hallazgos. Parece que cuanto más nos acercamos a China, más contaminado está el aire. En este día al menos.

"El objetivo de mi investigación es determinar de dónde viene esta contaminación, cuánto está llegando a Corea (del Sur) y en qué tenemos que colaborar con otros países para reducir nuestra contaminación del aire", me dice.

"Estoy encontrando concentraciones más altas de carbono negro y dióxido de azufre sobre el mar que las que encontramos en el interior", dice.

"Eso significa que algunos contaminantes han viajado desde otra región a Corea".

Cuando le pregunto de dónde pueden venir, se ríe un poco nervioso.

"Escucho que es un tema político", responde.

¿Demasiado poco y demasiado tarde?

El científico puede querer evitar nombrar a China, pero otros funcionarios surcoreanos han sido mucho más directos.

El alcalde de Seúl, Park Won-soon, dijo a principios de este año que los investigadores ambientales habían llegado a la conclusión de que China era responsable del 50-60% del problema de contaminación de Corea del Sur.

China ha declarado en varias ocasiones que no es enteramente culpable de la calidad del aire de Corea del Sur y ha instado a Seúl a asumir más responsabilidades.

Lee Ji-eon de KFEM está de acuerdo. "Culpar a otros no resolverá el problema, especialmente porque hay cosas que podemos hacer (aquí)".

"Si le pedimos a China que tome medidas, sería un argumento más convincente si primero enfrentamos nuestros propios problemas. Por ejemplo, sabemos claramente que los autos diésel son los que más contribuyen al polvo fino urbano y, sin embargo, el número de autos diésel ha aumentado, una clara indicación de una política fallada".

El presidente de Corea del Sur, Moon Jae-in, nombró al exsecretario general de las Naciones Unidas, el surcoreano Ban Ki-moon, como un "zar del polvo fino".

Este hizo hincapié en la necesidad de identificar primero la fuente del polvo antes de elaborar políticas adicionales y aún se esperan los resultados finales recopilados tras un mes de vuelos sobre el Mar Amarillo.

Los ambientalistas han acogido con agrado el nombramiento de Ban y la investigación, pero creen que sigue siendo muy poco y que ya es demasiado tarde para aquellos que sufren de graves problemas de salud.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que cada año unas 18.000 personas mueren de enfermedades relacionadas con la contaminación en Corea del Sur.

El problema parece entrar y salir de los titulares de los periódicos y de la conciencia pública a la par de las estaciones: los políticos solo están bajo presión para resolver el problema cuando el polvo fino está en su peor momento, durante la primavera y el invierno.

Pero personas como Hwang Mi-sun siempre están conscientes de que sus familias están en riesgo. Ella cree que se necesita una acción drástica ahora si Corea del Sur quiere salvar la salud de su próxima generación.

"No pido mucho. Sólo quiero que mis hijos corran afuera bajo un cielo azul y jueguen con la tierra. Ese es mi mayor deseo".

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