Hubo un gran alivio el sábado pasado cuando fueron liberadas 82 de las niñas secuestradas por los militantes islamistas de Boko Haram en Chibok, en el noreste de Nigeria, en 2014.

Pero como informa Alastair Leithead, corresponsal de la BBC en África, es posible que todavía no puedan volver a casa.

La penosa experiencia de ser secuestrada por Boko Haram no termina con la liberación. De hecho, es apenas el comienzo de una larga lucha para reintegrarse a la vida familiar y de la comunidad.

Capturadas cuando eran niñas, las chicas Chibok, como llegaron a ser conocidas, han sido liberadas como mujeres jóvenes. Han atravesado una tensa transición de la niñez a la juventud, complicada por su cautiverio.

Las 82 se encuentran en un lugar secreto en Abuja, la capital de Nigeria, y se reunirán con sus familias en los próximos días, aunque solo brevemente.

Un representante del grupo de padres de Chibok las ha visitado, para verificar sus identidades, y para llevar las buenas o malas noticias a aquellos que esperan información sobre sus hijas.

La mayoría de los parientes siguen viviendo en la remota ciudad de Chibok, a 900 kilómetros al noreste de Abuja. Será un largo pero gozoso viaje para aquellos que tienen a quién visitar.

¿Cuidado del gobierno o custodia?

Habrá reuniones llorosas y una mezcla de emociones, ya que tanto los padres como las hijas han cambiado mucho durante los últimos tres años.

Si el tratamiento de las 21 chicas liberadas en octubre de 2016, y de las que escaparon anteriormente (tres entre mayo de 2016 y enero de 2017), sirve de guía, las jóvenes pasarán por un proceso de reintegración o rehabilitación.

Este consiste en el cuidado o custodia del gobierno, dependiendo del punto de vista.

Algunas familias apoyan el proceso, otras están enojadas porque más de seis meses después de haber sido liberadas de Boko Haram, todavía no tienen a sus hijas de vuelta.

Uno de los padres del grupo de las primeras 21, que visitó una instalación gubernamental en la capital, Abuja, dijo la semana pasada que están siendo bien tratadas y que viven cómodamente.

"Me sentí feliz con las condiciones en las que se quedan las chicas. Están bien", dijo Ali Maiyanga Askira, que fue a ver a su hija Maryam.

"Ojalá estuviera con nosotros, pero yo no podría cuidarla tan bien como el gobierno lo está haciendo", agrega.

"Les están enseñando oficios como costura y tejido", cuenta, y que están tomando otras clases.

El ministro de Educación les dijo a los padres que en los próximos cuatro meses las chicas volverían a la escuela.

"Estoy contento con cualquier decisión que tome el gobierno", señaló el padre.

Pero otras familias sólo quieren a sus hijas de vuelta.

Sin volver a casa

En Navidad, las 21 chicas fueron llevadas a Chibok para encontrarse con sus familiares, pero no se les permitió quedarse en sus hogares.

Fueron llevadas al domicilio de un político local y sus familias sólo pudieron visitarlas por un corto tiempo.

"No puedo creer que mi hija haya llegado tan cerca, pero que no haya podido volver a casa", dijo un padre en ese momento.

Pero el presidente de la comunidad Chibok en Abuja, Tsambido Hosea, dijo que los padres de las jóvenes estaban siendo invitados a Abuja en pequeños grupos.

"Ellas están en un centro de rehabilitación, el gobierno dice que les está dando instrucción para que estén listas para ir a la escuela", dijo.

En cuanto a si se les permite ir a casa o no, a la comunidad no le importa que estén siendo custodiadas por el gobierno.

"Sabemos que están en manos de gente que conocemos, que podemos llamar, para que respondan en cualquier momento. Es diferente de cuando estaban en manos de los terroristas", añadió Oseas.

Rechazo

Los psicólogos que han trabajado con las jóvenes liberadas previamente por el grupo islamista dijeron que la terapia familiar más que el aislamiento sería una mejor manera de reintegrarlas.

Pero también existe la sospecha de que a las ex cautivas no se les permite regresar a casa porque la gran publicidad en torno del caso podría convertirlas en blanco de secuestros otra vez.

Ha habido casos de jóvenes, no pertenecientes al grupo de Chibok, que regresaron a su hogar sin el apoyo psicológico apropiado, y que fueron despreciadas por sus comunidades o incluso por sus propias familias.

Algunas se habían convertido del Cristianismo al Islam, y algunas se habían casado con combatientes de Boko Haram y tenido hijos con ellos, lo que causó que fueran rechazadas.

Está claro que una vez que la violencia haya terminado, el impacto de los militantes en la región permanecerá durante una generación, a menos que las secuestradas puedan reintegrarse rápida y efectivamente en la sociedad.

Por el momento, sin embargo, las mujeres liberadas recientemente aún tendrán que contemplar un futuro lejos de sus familias.

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