Mohamed Hamdan "Hemeti" Dagolo es el vicepresidente de la junta militar que rige Sudán y en la actualidad, probablemente, el hombre más poderoso de ese país africano.

Hemeti tiene en su mano moldear el futuro de un Estado fallido.

Pero como comandante de una de las más notorias fuerzas paramilitares de Sudán, ha sido objeto de una serie de acusaciones de abusos contra los derechos humanos en Darfur y, recientemente lo han culpado de permitir a esas mismas fuerzas matar a decenas de manifestantes en Jartum, la capital de Sudán.

Hemeti ha declarado que el uso de la fuerza fue necesario en Darfur en aras de proteger a la población civil y que se abrirá una "investigación independiente" sobre el uso de violencia del ejército en Jartum. Cualquier persona que haya "cruzado los límites" sería castigada, aseguró.

Pero también defendió la violencia contra los manifestantes. Adujo que habían sido infiltrados por elementos maliciosos y narcotraficantes y que requirían mano dura.

"No permitiremos el caos y no retrocederemos en nuestras convicciones", manifestó. "No hay marcha atrás. Debemos imponer el respeto a la ley en el país".

Hemeti y el levantamiento en Sudán

Hemeti era un cercano aliado político del expresidente de Sudán Omar al-Bashir, pero su lealtad empezó a flaquear cuando las protestas contra el exgobernante aumentaron en diciembre.

Cuando empezaron las manifestaciones de Jartum, Hemeti fue el primer oficial de alto rango en expresar apoyo a las mismas, recomendándole al gobierno que diera "servicios y una vida decente al pueblo".

Expresó que "los corruptos, quienes quieran que sean, deberían ser referidos a la justicia", según informó la agencia de noticias sudanesa el 25 de diciembre.

Hemeti cambió de bando para forzar la destitución del presidente el 11 de abril, y fue nombrado vicepresidente del Consejo Militar de Transición de Sudán (CMT), dos días después.

¿Por qué es tan poderoso?

Aunque el presidente del CMT es Abdel Fattah al-Burhan, Hemeti es quien lidera las negociaciones con los diplomáticos occidentales.

Cuenta con el apoyo de los políticos que crearon Janjaweed, la milicia compuesta por grupos árabes que infundieron el terror entre los residentes en la región de Darfur, en el oeste de Sudán, durante el conflicto que tuvo lugar en ese territorio.

El editor del Servicio Africano de la BBC, Fergal Keane, cataloga a Hemeti como "el más probable líder de una contrarrevolución" y un personaje "al margen" de la élite militar.

Otro factor detrás del poder de Hemeti es el apoyo que recibe de los aliados regionales: Egipto, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos.

A éstos les interesa la estabilidad de Sudán y es poco probable que le impongan sanciones al CMT. No obstante, Arabia Saudita ha dicho estar preocupada con los sucesos en la región e instó a ambas partes a iniciar un diálogo.

Según la cadena Al Jazeera, Hemeti se reunió con el príncipe heredero saudita, Mohamen Bin Salman, a comienzos de mayo, prometiéndole apoyar a su país contra "toda amenaza y ataque de parte de Irán y las milicias houthi" y continuar enviando tropas sudanesas para asistir a la coalición liderada por Arabia Saudita en Yemen.

De mercader de camellos a señor de la guerra

Hemeti se crió en un clan árabe en Chad, de donde huyó de la guerra para vivir en Darfur en los años 80.

Pero en 2003 estalló la guerra en Darfur cuando los marginados clanes africanos de la región conformaron un movimiento rebelde contra el gobierno.

El ejército los enfrentó, acompañado de fuerzas paramilitares que incluían las famosas milicias Janjaweed, acusadas de cabalgar en sus caballos y camellos en las aldeas matando a hombres, violando mujeres y robando cuanto encontraban.

Desde 2005, el Tribunal Penal Internacional (TPI) ha investigado acusaciones de genocidio, crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad en Darfur. El caso involucra a una gama de funcionarios gubernamentales y líderes rebeldes y de las milicias Janjaweed.

El tío de Hemeti es Juma Dongolo, el jefe de uno de los grupos árabes que abarcan la frontera entre Chan y Sudán.

El propio Hemeti abandonó la escuela una vez terminó la primaria para comerciar con camellos y también ofrecía seguridad a los convoyes de mercancía durante el conflicto de Darfur.

Era un empresario ducho y pronto se volvió rico.

En 2003, a medida que la rebelión en Darfur tomaba impulso, Hemeti ayudó a movilizar a los miembros de los clanes para que combatieran del lado de las fuerzas de gobierno. Esto le ganó el respaldo del entonces presidente Omar al-Bashir.

Se convirtió en el líder de los Guardias Fronterizos, un grupo de milicianos de Darfur que apoyaba al gobierno.

En 2013, las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR) se conformaron para asistir a las fuerzas regulares a combatir a los rebeldes en Darfur. Un año después, el grupo fue reconocido por el gobierno como una "fuerza regular", pero los críticos aseguran que simplemente son la reencarnación de los Janjaweed.

Abusos de los derechos humanos

El expresidente Omar al-Bashir es requerido por el TPI por supuestos crímenes de guerra, genocidio y crímenes de lesa humanidad perpetrados en Darfur.

Aunque Hemeti no ha sido mencionado por el TPI, la organización Human Rights Watch (HRW) lo acusa de supervisar los abusos contra civiles incluyendo "torturas, matanzas extrajudiciales y violaciones masivas" en Darfur, así como en conflictos separados en los sureños estados de Nilo Azul y Kordofán del Sur.

HRW afirmó que durante dos campañas contrainsurgentes en Darfur, en 2014 y 2015, las FAR "quemaron y saquearon casas, y golpearon, violaron y ejecutaron a los lugareños", apoyados por el ejército sudanés y la milicia Janjaweed.

El 19 de mayo de 2014, Hemeti declaró que las FAR estaban protegiendo al pueblo de Darfur.

Además, advirtió que las FAR asumirían "una firme postura contra cualquiera que tratara de minar la seguridad y la estabilidad de los ciudadanos".

Ahora Hemeti es un actor clave en el incierto futuro de Sudán, que vive días convulsos por el enfrentamiento entre la junta militar y los manifestantes que reclaman democracia.

 

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