AFP

La investigación sobre los misteriosos "ataques acústicos" que habrían causado daños físicos a diplomáticos estadounidenses en Cuba continúa suscitando polémica entre Washington y La Habana, que reprocha a Estados Unidos obstaculizar sus pesquisas.

Desde que se reveló el caso en agosto, la administración estadounidense se ha abstenido de acusar formalmente al gobierno cubano, pero el presidente Donald Trump afirmó a mediados de octubre que Cuba es "responsable" de las dolencias de sus representantes en la isla, que van desde la migraña, las náuseas y ligeras lesiones cerebrales, hasta la pérdida de audición.

La Casa Blanca, de su lado, señaló que La Habana "podía detener los ataques".

El responsable médico del equipo, Manuel Villar, afirmó que Washington se negó a compartir los expedientes clínicos de los afectados y no permitió que los médicos estadounidenses intercambiaran con sus colegas cubanos.

"La cooperación fue nula y solamente hemos tenido comunicaciones que, en nuestro criterio, no son expertas sobre lo que había sucedido", deploró Villar.

Haciendo oídos sordos a estos argumentos, Washington retiró a finales de septiembre a más de la mitad de su personal diplomático en la isla y expulsó a 15 diplomáticos cubanos de Estados Unidos. Hace un mes que no se emiten visas estadounidenses, lo que La Habana juzga "injustificado". 

Al adoptar estas medidas sin esperar el resultado de las pesquisas, Trump y su secretario de Estado, Rex Tillerson, "están poniendo la relación con Cuba en un atolladero, sin ofrecer perspectiva alguna de salida de la crisis", lamenta el experto cubano Arturo López-Levy, profesor de la Universidad Valle del Río Grande de Texas. 

Versiones divergentes 

En un video con tono de contraofensiva que trasmitió la televisión estatal de la isla la noche del jueves, los investigadores cubanos volvieron a rechazar toda responsabilidad y reprocharon a la parte estadounidense su falta de cooperación.

Según las autoridades estadounidenses, estos "ataques", que afectaron al menos a 24 diplomáticos en residencias diplomáticas y hoteles de la capital cubana entre noviembre de 2016 y agosto pasado, pueden haber sido realizados usando aparatos acústicos.

Según La Habana, los expertos locales analizaron, sin obtener evidencias, muchas muestras tomadas alrededor de residencias diplomáticas y hoteles, y exploraron múltiples pistas, incluidas la posible existencia de toxinas, ondas electromagnéticas o insectos.

La semana pasada, medios estadounidenses difundieron un sonido que registró una de las víctimas en su móvil. Pero, según los expertos, esta grabación similar al sonido que emiten los grillos o las cigarras no aclara el misterio.

"Como tal, este sonido no parece ser capaz de producir ningún daño", asegura el profesor Kausik Sarkar, de la facultad de Ingeniería de la Universidad George Washington, que lo analizó en el laboratorio. Según él, esta grabación no permite detectar eventuales infrasonidos (menos de 20 Hz) o ultrasonidos (más de 20.000 Hz) nocivos.

Muchos expertos en Estados Unidos y en Cuba cuestionan la viabilidad de tales ataques, pero Peter Earnets, director del Museo de Espionaje en Washington, recuerda que "en el pasado múltiples organizaciones trabajaron en el uso del sonido como un arma". 

Para Denis Bedat, especialista francés en bioelectromagnética, la emisión discreta de ondas infrasónicas es poco factible, porque requeriría de un potente amplificador y grandes altavoces para poder causar daño físico.

Pero la emisión de ultrasonidos nocivos por medio de un dispositivo no detectable es "bastante plausible desde un punto de vista técnico", por ejemplo, de forma remota utilizando una antena o cerca del objetivo con una pequeña caja.

"Leí los informes de ataques en hoteles y es muy extraño (...) Esto podría ser una especie de accidente, una actividad industrial o una operación que salió mal", especula Earnest. 

Coincidiendo con muchos expertos, Earnest "no ve" a los cubanos participando en semejantes ataques en pleno proceso de acercamiento diplomático con Estados Unidos. 

La única certeza que tiene este veterano del espionaje, que pasó 35 años con la CIA, es que "jamás escuchó algo parecido" durante su carrera.

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