En 2012, 28 ejemplares de demonios de tasmania fueron introducidos a la pequeña isla de María, al este de Tasmania, los cuales fueron llevados para su conservación debido a que se encuentran en peligro de extinción.

Esto último, ya que sufrían una especie de tumor facial que se podía transmitir mediante mordeduras. Así, las autoridades decidieron trasladarlos a dicha isla, sin medir las consecuencias.

Al cabo de nueve años esta población de mamíferos ya ha superado el centenar, provocando la depredación de los pingüinos azules en la zona.

Una situación que descolocó a las autoridades locales quienes movieron a estos pequeños depredadores para controlar la población de canguros de Forester y wallabies de Bennet, sin embargo los demonios aprovecharon el tamaño menor de los pingüinos para comerlos, además de apoderarse de sus huevos, los cuales son colocados en el suelo para anidar.

Así, Eric Woehler, portavoz de Birdlife Tasmania comentó a The Guardian que “cada vez que se introducen mamíferos en una isla el impacto en las aves suele ser catastrófico. Perder 3.000 parejas de pingüinos de una isla que es un Parque Nacional que debería ser un refugio para estas especies es un golpe muy duro”.

Además el especialista remarcó que según los datos recopilados, ahora las "especies que siempre han anidado en el suelo intentando anidar en árboles para evitar a los depredadores. El impacto de los demonios en la isla está siendo catastrófico".

Por su parte desde el gobierno australiano informaron que “todos los programas de conservación son adaptativos. El programa de conservación de la población de demonios de Tasmania evolucionará de acuerdo con los nuevos datos científicos y las prioridades o emergencias que surjan”.

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