Una investigación de la Universidad William & Mary en Williamsburg, Virginia Estados Unidos, ha demostrado que tras casi medio siglo desde la "era nuclear", se siguen encontrando partículas radiactivas en alimentos elaborados en las costas estadounidenses. 

Rastros de lluvia radiactiva ligadas a las pruebas nucleares llevadas a cabo en las décadas de 1950 y 1960, teniendo a la miel estadounidense como foco de una investigación que partió como parte de una clase universitaria en 2017, pero que hoy en día tuvo resultados que sorprendieron a sus encargados.

Esto ya que el geoquímico Jim Kaste, quien lideró esta investigación publicada por IFL Science, dio a conocer que en ciertos frascos de miel provenientes de Florida, Georgia y Carolina del Sur, registraron particulas de cesio-137, el isótopo radiactivo. Eso sí, esta presencia está por debajo de los niveles considerados dañinos para la salud.

Así es como Kaste detalla que "hubo un período en el que probamos cientos de armas nucleares en la atmósfera. Lo que hizo fue poner una capa de estos isótopos en el medio ambiente durante un período de tiempo muy estrecho. Uno de esos isótopos fue el cesio-137, un subproducto de la fisión nuclear que implica la reacción del uranio y el plutonio, y que a menudo se puede encontrar en trazas en las fuentes de alimentos debido a dicha contaminación nuclear del medio ambiente".

Además el especialista indicó que "en cualquier caso, no estoy tratando de decirle a la gente que no debería comer miel. Yo les doy miel a mis hijos. Ahora tomo más miel que cuando comencé este proyecto, de hecho".

El científico explicó que la miel de un mercado de agricultores en Raleigh, Carolina del Norte, estaba 100 veces más caliente que el resto. "No podía creerlo, de verdad. Lo volví a medir porque pensé que algo le había pasado al contenedor o que mi detector estaba loco. Reproduje la medida. Y fue, de nuevo, 100 veces más fuerte que cualquiera de estos otros alimentos", detalló.

Ante estos datos, se lograron analizar 122 muestras de miel de distintas zonas de Estados Unidos.

Al apreciar estos resultados, los investigadores se plantearon la pregunta de cómo y por qué las abejas eran "buenas" en recoger estas partículas de cesio. Cuestionamiento que arrojó una hipótesis interesante.

"Tras las pruebas de la bomba atómica, la lluvia radiactiva se lanzó a la atmósfera debido a los intensos gradientes de presión de las reacciones de fisión. Gran parte de esto volvió a caer y permaneció en su lugar de nacimiento, los sitios de prueba, mientras que el resto se llevó al este y regresó a la Tierra a través de la lluvia. Como el cesio-137 yacía en el suelo, tendría sentido que la miel más “radiactiva” se encontrara en lugares con más precipitaciones".

Aunque plausible, el equipo de Kaste siguió buscando respuestas, llegando a detectar una correlación alternativa, considerando los niveles de potasio en el suelo de los sectores que presentaron altos niveles de este isótopo.

Por eso es que el equipo cree que como los átomos de potasio se parecen mucho a los átomos de cesio-137, las plantas piensan lo mismo, por ende son transportadas por las abejas

Publicidad