AFP

El derechista Iván Duque, de 42 años, asumió este martes la presidencia de Colombia en reemplazo del liberal Juan Manuel Santos.

Duque, ahijado político del exmandatario Álvaro Uribe (2002-10), juró en el cargo para el que fue elegido por los próximos cuatro años en un acto público en la Plaza de Bolívar, en el centro de Bogotá.

Varios líderes latinoamericanos estuvieron presentes en la ceremonia, algunos de ellos el Presidente Sebastián Piñera, Lenín Moreno de Ecuador, Juan Orlando Hernández de Honduras, Enrique Peña Nieto de México, Juan Carlos Varela de Panamá, Mauricio Macri de Argentina, Evo Morales de Bolivia, Danilo Medina de República Dominicana, Carlos Alvarado de Costa Rica y Jimmy Morales de Guatemala.

Duque llega al poder empeñado en endurecer la política de paz de su antecesor y en llevar un paso más adelante la presión sobre el mandatario venezolano Nicolás Maduro, en busca de "elecciones libres", a través una estrategia coordinada con otros gobiernos.

Previo a la ceremonia, las fuerzas de oposición se movilizaron en varios puntos del país para exigirle que proteja a los líderes sociales tras el asesinato de 331 de ellos desde 2016, y respete los compromisos de paz asumidos con la ex guerrilla de las FARC.

Duque, que tendrá como vicepresidenta a la conservadora Marta Lucía Ramírez, la primera mujer en ocupar el cargo, sucederá a Juan Manuel Santos, con quien inició su vida pública pero del que se apartó luego hasta convertirse, de la mano de Uribe, en duro adversario.

Aunque contará con mayoría en el Congreso, el ex senador enfrenta a una fortalecida oposición de izquierda y de centro, que alcanzó su mayor representación en las legislativas de marzo.

Con flores, vestidos de blanco y banderas de Colombia, centenares de opositores se manifestaban a favor de la paz y la vida en al menos 36 ciudades y municipios.

"Le estamos expresando al nuevo gobierno, todas las fuerzas de oposición (...), que aquí hay un pueblo que no resiste más la violación al derecho a la vida, que necesitamos que se implemente correctamente el acuerdo" de paz, declaró el ex líder rebelde y legislador Marco Calarcá.

Cuarta economía de América Latina, Colombia afronta una delicada fase de implementación de los acuerdos que firmó con las FARC -la poderosa guerrilla convertida en partido-, al tiempo que afronta varios focos de violencia financiada por el narcotráfico.

Los narcocultivos treparon hasta 209.000 hectáreas en 2017, su máximo histórico.  

Con el regreso del uribismo al poder, Colombia fortalece el bloque de derecha en la región tras los triunfos en Argentina, Chile y Perú, y con la expectativa de que se sume Brasil en los comicios de octubre. 

Paz en cuestión 

De entrada, Duque deberá darle forma a su promesa de modificar, "sin hacer trizas", el pacto que le valió el premio de Nobel de Paz a Santos y que condujo al desarme de unos 7.000 guerrilleros. 

Duque y su partido Centro Democrático pretenden impedir que los antiguos jefes rebeldes acusados de delitos atroces sigan ocupando los diez escaños que les reservó el pacto firmado con Santos a finales de 2016. 

"Debemos trabajar por una Colombia en paz que proteja a la base guerrillera que se ha desmovilizado", afirmó Duque en un intento por apaciguar las críticas entre los defensores de los acuerdos.

El convenio con la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (FARC) todavía tiene pendiente por desarrollar su capítulo más sensible: el de la justicia pactada por las partes para las cientos de miles de víctimas que dejó más de medio siglo de conflicto. 

Además quedan por adoptar reformas rurales que, en teoría, evitarán nuevos ciclos de violencia. Pero este no es el único tema de paz en remojo.

Con unos 1.500 combatientes, el Ejército de Liberación Nacional (ELN) -el último grupo rebelde reconocido oficialmente en Colombia- quiere retomar con Duque las negociaciones de paz que dejó sin concretar con Santos, pero el mandatario electo anticipó que impondrá nuevas y duras condiciones que nublan el panorama.

Además, "el problema del ELN es esa falta de cohesión interna que impide saber realmente si está interesado en meterse en un proceso de paz serio", señala Camilo Echandía, analista del conflicto de la Universidad Externado.

Maduro, lío mayúsculo 

El menú de retos para Duque lo complementan los líos judiciales de Uribe -quien deberá rendir indagatoria por soborno y fraude procesal, lo que complica su liderazgo en el Senado- y la explosiva situación en Venezuela y su coletazo migratorio.

Bajo la administración de Santos, Bogotá prácticamente congeló todas sus relaciones con Caracas y pasó a liderar la campaña internacional que condena la "dictadura de Maduro" y pide un cambio pacífico de régimen.

Quizá este sea el único punto en que coinciden los gobiernos saliente y electo. Duque quiere llevar un paso más adelante la presión sobre Maduro en busca de "elecciones libres", a través una estrategia coordinada con otros gobiernos.

"Venezuela es un reto mayor en dos frentes", señala Sebastián Bitar, de la Escuela de Gobierno de la Universidad de Los Andes. 

Según el experto, por un lado, el "ELN continúa usando territorio venezolano para proteger a sus miembros" y, del otro, está "la amenaza de inestabilidad en ese país ante una potencial nueva ola de protestas y represión".

Precisamente, Maduro involucró a Santos en un supuesto plan para asesinarlo el sábado mediante drones con explosivos, una acusación que Bogotá negó tajantemente. 

Tras el incidente, Maduro prometió perseguir a los responsables con mano de hierro. 

"Esto causaría mayor migración hacia Colombia y problemas de seguridad en la frontera mayores a los que ya tenemos", enfatiza Bitar.

Se calcula oficialmente que unos 820.000 venezolanos han sido regularizados o están en ese proceso en territorio colombiano, tras huir de la crisis económica en su país.

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