Un exrecluso reveló la dura realidad que viven los internos en una cárcel para extranjeros en China después de sobrevivir cinco años de maltratos físicos y psicológicos: “Empiezas a volverte loco”.

Se trata del australiano Matthew Radalj, quien estuvo detenido casi cinco años en la Prisión Número 2 de Beijing, utilizada solo para reclusos internacionales.

El exconvicto mencionó a BBC que fue juzgado injustamente después de una pelea con los vendedores de un local de electrónica, quienes no habrían respetado el precio que habían acordado por reparar la pantalla quebrada de su celular.

"Estaba en muy malas condiciones cuando llegué. En la primera comisaría en la que estuve me golpearon durante dos días seguidos. No había dormido, comido ni bebido agua durante 48 horas y luego me obligaron a firmar una gran pila de documentos", contó Radalj.

Durante el juicio le dijeron que lo mejor para él era que confesara falsamente un robo para reducir su sentencia, ya que en China la tasa de condenas penales es del 100% y sería inútil intentar defender su inocencia. Tras asumir un delito que no cometió fue condenado a cuatro años de cárcel.

El australiano detalló "teníamos prohibido ducharnos o asearnos, a veces durante meses seguidos. Incluso el baño se podía usar solo en horarios específicos asignados, y estaban asquerosos; los desechos de los baños de arriba goteaban constantemente sobre nosotros".

Las duras condiciones de la cárcel para extranjeros en China

Las luces de las celdas nunca se apagaban, dormían abarrotados y tenían que comer ahí mismo. Además, eran sometidos a una práctica que describió como tortura psicológica. Se trata de un “sistema de puntos por buen comportamiento", en que el recluso que llegaba a los 4.200 puntos recibiría como premio la reducción de la condena.

Entre los métodos para ganar puntaje estaba estudiar literatura del Partido Comunista, trabajar en la fábrica de la prisión o delatar a otros prisioneros, contó Matthew Radalj a la BBC.

Si los reos desistían del sistema de puntos, los castigaban reduciendo el tiempo de llamadas telefónicas a sus familiares o dándoles menos comida.

En conversación con el mismo medio, algunos ex convictos extranjeros en las cárceles chinas que decidieron mantener el anonimato afirmaron que las comidas consistían en sopa de repollo en agua sucia con pequeños trozos de zanahoria y, en muy raras ocasiones, pequeños trozos de carne, y pan.

Según Radalj, la mayor parte de los internos están desnutridos y adelgazan aún más porque les permiten hacer tan solo media hora de ejercicio a la semana.

Si bien la prisión tenía una granja mantenida por los internos, no pueden comer las frutas y verduras que cosechan: “Cultivábamos tomates, papas, repollos y quimbombó, y luego, al final de la temporada, lo echaban todo a un gran agujero y lo enterraban", manifestó, asegurando “si te pillaban con un chile o un pepino, ibas directamente a confinamiento solitario durante ocho meses".

"Comienzas a volverte loco"

Después de quedar atrapado en una pelea entre taiwaneses y nigerianos, fue enviado a confinamiento en solitario durante 194 días en una celda de 1,2 por 1,8 metros y poca luz. "Empiezas a volverte loco, quieras o no, y para eso está diseñado el aislamiento... Así que tienes que decidir muy rápidamente si tu habitación es muy, muy pequeña o muy, muy grande", comentó.

En este sentido, detalló “después de cuatro meses, empiezas a hablar contigo mismo todo el tiempo. Los guardias se acercaban y preguntaban 'Oye, ¿estás bien?'. Y tú decías, '¿por qué?'. Ellos respondían, 'porque te estás riendo'".

El australiano fue liberado en octubre de 2024 y, con muchas dificultades, logró sacar un pequeño bulto con sus “memorias” en la cárcel china y datos de algunos internos para poder contactarse con sus familiares en el exterior.

"He pasado la mayor parte de los últimos seis meses contactando a sus familias, presionando a sus embajadas para que intenten trabajar mejor y los ayuden durante su encarcelamiento", dijo, asegurando que algunos de los prisioneros no han hablado con sus familias en diez años.

"Con la libertad viene un gran sentido de gratitud", sostuvo, concluyendo "tienes un mayor aprecio por las cosas más simples de la vida. Pero también tengo un gran sentido de responsabilidad hacia las personas que dejé atrás en prisión".

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