AFP

Es una de las pocas propuestas de Donald Trump que fueron bien recibidas por el FMI, la Reserva Federal y los demócratas: invertir en infraestructura.

Pero mientras la promesa de grandes obras gana impulso, los detalles son poco claros.

Trump mencionó su plan de invertir en infraestructura en su primer discurso tras su victoria el 8 de noviembre.

"Vamos a (...) reconstruir nuestras autopistas, puentes, túneles, aeropuertos, escuelas, hospitales", dijo al enumerar los grandes proyectos con aires keynesianos y poco usuales entre los republicanos.

Desde entonces, el equipo de Trump dijo que invertirá 550.000 millones de dólares para impulsar el rezagado crecimiento y renovar la infraestructura que ha estado tanto tiempo en el debe.

Hay escaso debate sobre ese último punto, en un país donde las autopistas están congestionadas, la red ferroviaria está avejentada y los puentes están colapsando.

Desastres ferroviarios como los de Filadelfia y Hoboken, Nueva Jersey; el escándalo sobre el agua contaminada de Flint, Michigan; y las reiteradas fallas del sistema de metro en la capital, han puesto la implacable realidad sobre el tapete.

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Desde 1959, el gasto en infraestructura ha bajado de 3% a 2,4% del Producto Interno Bruto, de acuerdo con la oficina de presupuesto del Congreso.

"Hay un montón de necesidades allí afuera y hemos postergado por demasiado tiempo el mantenimiento de una cantidad de estos sistemas", dijo a la AFP Ed Mortimer, director ejecutivo de Infraestructura del Transporte en la Cámara de  Comercio estadounidense.

La saturación de la red de carreteras dificulta el comercio y complica la seguridad de los trabajadores, señaló.

La Sociedad de Ingeniería Civil de Estados Unidos considera que el "déficit" en infraestructura costará 3.400 dólares por año a cada hogar para el año 2025, y estima que la inversión total necesaria para 2020 es de 3,6 billones de dólares.

También existe preocupación por el transporte aéreo. Trump se lamentó por el estado de los aeropuertos durante la campaña: "nos hemos convertido en un país de tercer mundo".

Detalles borrosos

El presidente Barack Obama intentó durante años infructuosamente obtener la aprobación en el Congreso de gastos para mejorar el transporte público, alegando que además iba a generar empleos y potenciar el crecimiento económico. 

Los legisladores republicanos se encargaron de bloquear sistemáticamente la iniciativa, en particular en el período previo a las elecciones.

El cambio de mando en la Casa Blanca podría destrabar el presupuesto, para gran satisfacción de instituciones que insisten en la necesidad de ese programa de estímulo fiscal para recuperar la potencia de la política monetaria.

El Fondo Monetario Internacional ya catalogó como "necesario" al  plan de Trump.

La líder de la bancada demócrata en la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, prometió "trabajar en conjunto para aprobar rápidamente una robusta ley de empleos en infraestructura".

Incluso grupos empresariales tradicionalmente opuestos al gasto público ven a la propuesta con buenos ojos.

"Esta es una de esas áreas en que es apropiado que el gobierno federal invierta", dijo a la AFP Matt Sonnesyn, vicepresidente de la Business Roundtable.

"Esta es la clase de inversión que paga dividendos a la economía, y que se recupera con el tiempo", agregó.

No obstante, persiste una gran interrogante: ¿cómo financiará Trump estos grandes proyectos?

Hay varias vías, que van desde asociaciones público-privadas a gravar las ganancias de las multinacionales en el extranjero.

Otras soluciones, políticamente peligrosas, podrían ser el cobro de peajes o aumentar el impuesto federal a los combustibles, el que no se modifica desde 1993.

Una cosa es segura: el gasto federal para este programa será más que simbólico y corre el riesgo de alejar a algunos republicanos, además de comprometer a unas finanzas públicas ya en peligro por los masivos recortes de impuestos que también prometió Trump.

"Si hay grandes recortes de impuestos y grandes aumentos en gastos militares y de infraestructura, entonces los beneficios (en la economía) podrían evaporarse rápidamente y el efecto tornarse negativo en el largo plazo", dijo el economista jefe de Moody's Analytics, Mark Zandi, a la AFP.

La selección de los proyectos también será crucial y debe evitar la vieja práctica de financiar planes para satisfacer planes de aliados políticos que quieren una carretera o un puente para satisfacer a sus electores.

"Es difícil aprobar legislación que no asigne recursos en forma amplia, de manera que todos reciban algo independientemente de si está justificado", consideró Clifford Winston, del Brookings Institute. 

"Debemos dar una mirada mucho más cuidadosa a los costos y beneficios de lo que estamos haciendo más que decir que necesitamos gastar más".

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