A finales de noviembre, la temperatura en esta zona del mundo ronda los cero grados centígrados, pero la laguna parece de aguas termales.

Hay un dispositivo electrónico a la salida de los vestidores que marca 38C, y decenas de personas aprovechan para sumergirse hasta el cuello en esta relajante piscina de agua de mar.

Incluso, muchos se aplican máscaras de barro y se graban videos con sus teléfonos protegidos en pequeños estuches de plástico.

Se trata de la popular Laguna Azul, en Islandia.

Laguna repleta

Esta piscina artificial es calentada por una planta geotermal, donde multitudes de turistas británicos, franceses, americanos, rusos y chinos, entre otros, han venido a remojarse.

Las lagunas calientes de Islandia son muy conocidas desde hace tiempo, pero el número de visitantes al país creció dramáticamente en los últimos años.

La Laguna Azul es una de las atracciones turísticas más populares de Islandia. Esta piscina artificial se calienta con una planta geotermal.

Con una población de poco más de 330.000 habitantes, Islandia recibió alrededor de 1,7 millones de turistas el año pasado. Y se espera que los números continúen creciendo.

Se vive un boom del turismo que tomó a esta nación por sorpresa, cambiando en muchas formas lo que alguna vez fue un país aislado.

Después de la crisis

Luego de la crisis financiera del 2008, el valor de la corona -la moneda nacional- se desplomó extraordinariamente.
Como parte del programa de recuperación, Islandia hizo grandes esfuerzos para atraer a visitantes.

Islandia es un destino cada vez más atractivo para muchos turistas.

No obstante, incluso aquellos que fueron contratados para mercadear al país en el exterior se quedan impresionados por los números.

"No creo que nadie haya imaginado esto", comenta Hlin Palsdottir, de Promueve Islandia, una organización de relaciones públicas para el país.

¿Qué originó este inusitado interés de los turistas?

Reflejo del mundo

De muchas formas, Islandia refleja los cambios importantes que están ocurriendo en el mundo: el fortalecimiento de las industrias de servicios como el turismo, que representa uno de cada 11 puestos de trabajo en el planeta; o las fluctuaciones en las economías nacionales.

La población de Islandia es de 330.000 personas. El año pasado la visitaron 1.700.000 turistas.

El repunte en el número de visitantes también se debe al mayor conocimiento que tienen las personas sobre este país.

La crisis financiera, que quebró varios bancos y metió al país en un proceso de agitación política, generó muchos titulares en medios internacionales.

También fue muy mediática la erupción del volcán Eyjafjalla en el 2010, que provocó la suspensión temporal de muchos vuelos a lo largo y ancho de Europa.

Y para consolidar la presencia internacional, el año pasado un equipo de futbol de Islandia ganó fanáticos en todo el mundo cuando clasificó para la etapa de cuartos de final de la Copa Europea.

Sin embargo, uno de los mayores factores ha sido el crecimiento de la disponibilidad de vuelos con precios baratos desde Estados Unidos y Europa.

El número de pasajeros que transitaron el aeropuerto internacional de la isla creció 40% solo en el 2016, pasando de cinco millones a casi siete.

En este sentido, ha sido determinante la parada gratis que ofrece la aerolínea Islandair a los viajeros que cruzan el Atlántico.

"Las personas están dividiendo sus viajes para poder pasar unas noches en Islandia. El país ha hecho un buen trabajando vendiéndole ese producto al mercado", explica David Goodger, analista de Oxford Economics.

Impacto monetario

El efecto que ha tenido el gasto de los turistas en el país es evidente, especialmente en la capital islandesa, Reikiavik.

La carne de ballena es popular entre algunos turistas, pero no es el principal motor detrás de la caza de ballenas, como sugiere este cartel.

En cada parte de la ciudad se están llevando a cabo trabajos para acomodar a los turistas. La cadena Marriot abrirá en el 2018 un hotel cinco estrellas.

En el aeropuerto de Keflavik una valla anuncia a los viajeros que habrá una extensión de 7.000 metros cuadrados. Incluso la Laguna Azul crecerá.

La gama de atracciones para los visitantes también está aumentando.

En 2014 se lanzó un nuevo tour en el que los turistas pueden pagar para ser trasladados a un glaciar remoto, donde pueden caminar a través del túnel de hielo artificial más largo del mundo.

En su segundo año, el túnel tenía 22.000 visitantes, 50% más de lo esperado.

Esa cifra tiene otra lectura: todo este volumen de personas necesita lugares donde comer, por lo que uno de los retos más grandes de la industria de alimentos local es crecer lo suficientemente rápido para satisfacer la creciente demanda.

Este objetivo no es sencillo de lograr en Islandia, donde gran parte de la comida es importada.

La fuerte caída del valor de la corona en 2008 hizo que la importación de alimentos frescos fuese casi prohibitiva.

Una consecuencia de esto fue el cierre de los tres restaurantes McDonald's en el país. La persona que dirigía la franquicia dijo que el costo de importar los ingredientes simplemente se había vuelto demasiado elevado.

A algunos pobladores locales les preocupa que Reykjavik comience a parecerse a las grandes capitales europeas, llenas de cadenas hoteleras.

No obstante, incluso el cierre de esta franquicia se convirtió en una atracción turística. En un hotel de la capital se exhibe la última hamburguesa con papitas que se vendió el 30 de octubre del 2009 en Islandia.

Para quienes no puedan ir al país, hay una transmisión en vivo vía webcam para ver la aún bien conservada hamburguesa.

Por otra parte, la reducción de importaciones generó que la población se orientara hacia frutas y vegetales cultivados en la isla, en invernaderos calentados con energía geotérmica.

Amenazas a la vista

Pese a estas cifras, no todos están tan emocionados.

Una residente de Reikiavik, por ejemplo, nos manifestó su preocupación porque la ciudad pronto comience a parecerse a una de las grandes ciudades europeas, con la proliferación de hoteles de acero y vidrio.

El aumento de la demanda de hospedaje también puede originar problemas para los residentes.
Por ejemplo, el gobierno tomó medidas para restringir la disponibilidad de habitaciones en Airbnb.

Solo hace falta que un conductor deje marcas en la nieve para que los demás piensen que se trata de una ruta oficial.

Esto se une al temor a que suban los precios de las viviendas, lo cual desplazaría a los actuales residentes de zonas céntricas de la ciudad.

Otra preocupación surge ante el posible impacto de tantos visitantes en la pureza del medioambiente del país.

En ese sentido, Salome Hallfredsdottir, de la Asociación del Medioambiente de Islandia, se muestra muy preocupada por las zonas montañosas altas, a las que ella llama "la única zona salvaje que se encuentra intacta en toda Europa".

De hecho, en el país hay un intenso debate sobre una ley que declare estas zonas como áreas protegidas.

De igual forma, se está promoviendo la incorporación de vigilantes que mantengan a los visitantes dentro de las rutas oficiales, y prevengan actitudes negligentes en los parques.

Pero hasta ahora, nadie ha pensando en cómo financiar la expansión de las instalaciones y el personal que requieren las atracciones naturales.

En todo caso, para los promotores del florecimiento de esta nueva industria, el aumento de los visitantes ha tenido un efecto positivo en general.

"Al final todos nos vamos a beneficiar, con mejores carreteras y caminos", señala Palsdottir.

¿Una burbuja?

Frente a esas expectativas de progreso también cabe preguntarse: ¿este crecimiento del turismo es simplemente una burbuja?

Se espera que la industria turística siga creciendo en Islandia.

El sector creció hasta el punto de competir con la industria de la pesca, una de las más grandes del país, generando entre 5% y 6% del PIB (casi el doble de lo que alcanzan la mayoría de los países en Europa).

A pesar de ello, el continuo vaivén del valor de la moneda nacional sigue siendo un riesgo.

La reciente baja en el valor de la libra esterlina y el dólar de Estados Unidos se traduce en un impacto negativo para la capacidad de gasto de dos importantes grupos de visitantes en el país, los británicos y los estadounidenses.

"Nuestro modelo evidencia una clara relación el comportamiento de la moneda y el desempeño del turismo", explica David Goodger, de Oxford Economics, en Reino Unido.

En otras palabras, la bonanza turística de Islandia tendrá su fin si los precios continúan subiendo con relación a otros países.

Pero por ahora, la Laguna Azul se mantienen a reventar.

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