A Alexandre de Moraes le bastaron cuatro días como ministro brasileño de Justicia para mostrar por qué es considerado uno de los hombres más controvertidos de un nuevo gobierno en sí polémico.

Su nombre saltó a los titulares de prensa este lunes, tras plantear cambios al modo de elegir el procurador general de la República, que investiga o busca investigar por corrupción a varios políticos, incluidos flamantes ministros.

El cambio fue descartado en seguida por el presidente interino Michel Temer, un amigo personal de Moraes que el jueves reemplazó en el cargo a Dilma Rousseff, la mandataria suspendida por hasta 180 días por el Congreso para someterla a juicio político.

Pero estar en el ojo de la tormenta es algo a lo que parece habituado Moraes, un abogado de 48 años con fama de duro y definido como el "pitbull de Temer" por Maria Cristina Fernandes, columnista del diario económico brasileño Valor.

Mano dura

Como secretario de seguridad de Sao Paulo, Moraes estuvo hasta la semana pasada al frente de una de las fuerzas policiales que más matan en Brasil. Y fue criticado por su dureza ante protestas sociales o políticas, que llegó a calificar de "guerrilla".

En un país dividido políticamente, algunos lo ven como una garantía del "orden"que Temer prometió junto con "progreso", dos palabras grabadas en la bandera nacional brasileña.

Pero para otros, Moraes es un símbolo del giro a la derecha que parece dar el gobierno de Brasil tras 13 años de control del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT) de Rousseff.

"No sólo encarna una guiñada conservadora, sino una guiñada represiva", afirma Aldo Fornazieri, profesor de la Escuela de Sociología y Política de São Paulo.

"Más realista que el rey"

Moraes fue el primero de los ministros de Temer que asumieron en una ceremonia pública el jueves de la semana pasada, horas después que Rousseff fuera suspendida por el Senado para juzgarla por uso ilegal de dinero de bancos públicos para cubrir el déficit presupuestal.

La formación del nuevo gabinete sólo con ministros hombres y blancos —algo inédito en Brasil desde el régimen militar en los años 70— provocó fuertes críticas de quienes ven eso un retroceso en un país con mayoría de mujeres y negros o mulatos.

Desde entonces, el gobierno de Temer ha anunciado que buscará reducir el gasto público y la injerencia del Estado en la economía, por ejemplo mediante privatizaciones.

En un contexto de crisis económica y política, Moraes ocupa uno de los ministerios más sensibles por tener en su órbita la Policía Federal, a cargo de investigar lared de sobornos en la petrolera estatal Petrobras.

Desde que asumió, este ministro totalmente calvo ha reiterado que dará "prioridad" a esas investigaciones, que causaron un colosal escándalo, debilitaron al gobierno de Rousseff y salpicaron a la clase política en general.

Temor de presiones

La independencia con que se desarrolla esa causa en la justicia se volvió un tema delicado, por el temor de muchos brasileños de que haya presiones políticaspara detenerla.

Uno de los ministros más próximos a Temer, Romero Jucá (Planeamiento), está bajo investigación por ese caso. Y Henrique Eduardo Alves (Turismo) enfrenta un pedido del procurador general de la República a la Corte Suprema para investigarlo.

Ambos pertenecen al Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) de Temer, al igual que otros tres ministros cuyos nombres fueron citados por delatores del escándalo Petrobras.

Por eso, Moraes causó inquietud al declarar al diario Folha de S.Paulo este lunes que era partidario de cambiar la forma de elegir el procurador general, dejando que el presidente opte entre los tres candidatos más votados por los fiscales en vez de designar al más votado como es tradición.

"El poder de un Ministerio Público (Fiscalía) es muy grande, pero ningún poder puede ser absoluto", sostuvo.

Tras la publicación de esas declaraciones, la oficina de prensa de Temer negó que el presidente interino pretenda cambiar el modo como gobiernos anteriores eligieron al procurador general.

Moraes dice conocer a Temer desde hace más de 20 años de clases de derecho constitucional, la especialidad de ambos, pero según Fornazieri en este episodio demostró ser "más realista que el rey".

"Viraje conservador"

En la misma entrevista, Moraes habló de cómo piensa lidiar con protestas de movimientos sociales, algunos de los cuales acusan al gobierno de "golpista" y carente de legitimidad.

"Ningún derecho es absoluto. Manifestación en ruta que queme neumáticos, que por tiempo no razonable impida la circulación (de vehículos) no es permitida", dijo."El país precisa funcionar".

La semana pasada, aun siendo secretario de Seguridad de São Paulo, se refirió a las manifestaciones contra el impeachment de Rousseff como "actos de guerrilla".

Y mientras Moraes se instalaba en su nuevo cargo, la policía militar paulista que él administró desde 2014 desalojó en la mañana del viernes, sin autorización de la justicia, centros de enseñanza ocupados por estudiantes y arrestó a algunos de ellos.

"Su posición en relación a las manifestaciones públicas fue de enfrentamiento", afirma Ariadne Natal, una socióloga del Núcleo de estudios de violencia de la Universidad de São Paulo, la misma donde Moraes es profesor.

La secretaría de Seguridad paulista afirma que hubo una mejora en los índices de delitos estatales durante la gestión de Moraes, pero expertos como Natal cuestionan eso y afirman que han tenido dificultades para obtener datos.

"No vi ninguna actuación en el sentido de cohibir la violencia policial", dice la socióloga.

Moraes trabajó anteriormente en el Ministerio Público de São Paulo y su estudio de abogados defendió a Eduardo Cunha, el suspendido presidente de la cámara brasileña de Diputados que enfrenta varias acusaciones en la causa de sobornos de Petrobras.

Con fama también de centralizado, Moraes comanda ahora un ministerio de Justicia que ganó poder al incorporar la desaparecida cartera de Mujeres, Igualdad Racial y Derechos Humanos.

"Como secretario de seguridad de São Paulo, (Moraes) tiene muchas críticas legítimas. Pero en la cuestión de derechos humanos no lo caracterizo como una persona ultraconservadora", afirma Marcus Melo, un profesor de ciencia política en la Universidad Federal de Pernambuco.

"Hubo un viraje conservador", agrega, "pero no diría ultraconservador".

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