China, el país que más contamina el aire del planeta, tiene planes para "reciclar" el dióxido de carbono (CO2) que emite su industria y, de paso, obtener beneficios económicos.

La cantidad de CO2 que el gigante asiático suelta en la atmósfera por cada uno de sus habitantes es mayor que la de los 28 países de la Unión Europea juntos.

Las alertas por contaminación son frecuentes en sus grandes ciudades, donde no resulta extraño ver habitantes con máscaras para protegerse de las impurezas del aire.

Uno de los principales responsables es su alto nivel de industrialización, con fábricas que durante décadas no estuvieron obligadas a cumplir la normativa medioambiental.

Ahora, el país anunció que empezará a construir su primer proyecto de captura de carbono a gran escala y que será el primero de ocho que, una vez finalizados, le permitirá reducir sus emisiones de CO2 en 9 millones de toneladas al año.

Enterrando el CO2

La captura y almacenaje de CO2 (CCS por sus siglas en inglés) es una técnica relativamente nueva.

Consiste en no dejar libre el dióxido de carbono que resulta de la actividad productiva. En vez de eso, este se retiene con una máquina y se guarda.

Luego, se transporta y se inyecta en la tierra. De esta forma, este queda almacenado bajo la superficie terrestre en vez de estar suelto en la atmósfera.

El primer proyecto chino lo llevará a cabo el conglomerado energético Shaanxi Yanchang Petroleum.

Comenzará a operar en 2018 y permitirá capturar hasta 410.000 toneladas de CO2 al año. Estas se 'secuestrarán' de las emisiones de una planta dedicada a la transformación de carbón en gas, ubicada en la provincia de Shaanxi.

Inversiones millonarias

El mecanismo de captura de carbono se empezó a utilizar hace poco más de 20 años, según explicó a BBC Mundo el secretario general del Centro de CCS de Reino Unido-China, Xi Liang.

Un par de décadas después, sin embargo, solo existen 17 grandes proyectos en todo el mundo que permiten capturar 40 millones de toneladas anuales de CO2, lo que según Xi, está "muy por debajo de los objetivos".

Se encuentran en Brasil, Estados Unidos, Canadá, Noruega, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y Canadá.



El principal problema radica en el precio: las inversiones que requieren son millonarias.

"Hay una falta de incentivos", aseguró Xi, que estimó en "al menos US$129 millones" el costo del primer proyecto chino.

En su opinión, este es el motivo por el que la nación no se había embarcado antes en una aventura similar.

Pero las circunstancias parecen haber cambiado.

Una inversión que puede resultar rentable

Shaanxi Yanchang Petroleum ya tiene planes para el CO2 que obtenga de sus proyectos.

Lo transportará hasta sus yacimientos de petróleo en Qiaojiawa, a 140 kilómetros de distancia. Allí lo empleará en otra técnica innovadora: la recuperación de petróleo mejorada (EOR por sus siglas en inglés).

La superpotencia asiática es el cuarto productor de petróleo en el mundo. Pero los bajos precios que este ha registrado durante los últimos años y la antigüedad de sus pozos ha provocado que su extracción sea cada vez menos rentable.

Su producción petrolera cayó alrededor del 7% en 2016 y las estimaciones para este año son similares.

Aquí es donde entra en juego la EOR. La técnica consiste en utilizar el calor o la inyección de gases o químicos en los depósitos de petróleo para conseguir que este salga a la superficie.

De estas posibilidades, el CO2 es la opción más barata y eficaz.

La EOR permite conseguir mejores resultados, ya que es capaz de extraer crudo de las áreas más complejas, aquellas a las que los mecanismos tradicionales no llegan.

La técnica es incluso un poco más antigua que la CCS pero, al igual que esta, se infrautilizó durante décadas porque el petróleo que arrojaba contenía demasiada agua.

La tecnología actual, sin embargo, permite solucionar este problema con facilidad, por lo que su uso ha aumentado en los últimos años.

China se arriesga

Con este nuevo paso, "China reafirmó su emergencia como un mitigador rápido del cambio climático", aseguró el Global CSS Institute, el grupo australiano sin ánimo de lucro que impulsa la expansión del uso de la CCS.

Los primeros proyectos de CCS se hicieron por razones medioambientales, según explicó a BBC Mundo el profesor y experto en mercados energéticos de la universidad española Pompeu Fabra (UPF), Albert Banal Estañol.

"Utilizar el CO2 resultante para obtener petróleo es una forma de hacerlo rentable de manera indirecta. Que se le haya encontrado un valor económico a la CCS es fantástico y una muy buena noticia", consideró.

Para Banal, que China empiece a invertir en este tipo de proyectos es "muy relevante" porque es un Estado que "seguirá incrementando sus emisiones de CO2".

"Hay gente que ve la captura de carbono como una solución más factible que la adopción de energías renovables a la hora de alcanzar las metas ecológicas de cara a 2020 o 2050 porque permite continuar utilizando gas y carbón", afirmó.

"Por un lado, los objetivos son bastante duros y, por otro, aún continuamos consumiendo grandes cantidades de hidrocarburos", concluyó.

Hay, no obstante, un riesgo que, si bien los promotores de la CSS mitigan, es real: la posibilidad de que esta técnica ocasione terremotos.

La CSS Association admite en su página web que, "en principio", la inyección de CO2 en las formaciones geológicas puede ocasionar temblores. Aunque insiste en que estos "serían muy pequeños, similares en intensidad a los provocados cuando se vacía un gran reservorio de agua".

"Probablemente, pasarían desapercibidos para los seres humanos", según la asociación.

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