Con 12 años, Amelia Morán Ceja supo que de mayor sería dueña de sus propios viñedos.

Ahora, 50 años después de su llegada al Valle del Napa, en California, esta mujer originaria de Jalisco, México, es presidenta de Viñedos Ceja, un negocio que ocupa un terreno de más de 40 hectáreas y produce unas 10.000 cajas de botellas de vino al año.

Su historia destaca de forma especial en una época en la que se tiende a asociar la migración mexicana hacia Estados Unidos con imágenes de deportaciones, muros y familias rotas.

Pero no es la única.

Sólo en las zonas de Napa y Sonoma hay unas 15 familias mexicano-estadounidenses dueñas de sus propios negocios vinícolas.

"Es una historia que compartimos con muchos migrantes", le dice Amelia Morán Ceja a BBC Mundo cuando recuerda cómo empezó todo.

Flujo de migrantes hacia el norte

Hasta la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), eran estadounidenses los que hacían la mayor parte del trabajo en los viñedos, pero con los preparativos para la guerra en marcha, la escasez de mano de obra empezó a amenazar al sector.

En busca de nuevos trabajadores, el gobierno de Estados Unidos estableció los grupos Crop Corps, Women's Land Army y, especialmente, el programa de braceros.

Este programa, que se desarrolló entre 1942 y 1964, consistió en una serie de leyes y acuerdos entre EE.UU. y México que derivaron en una gran afluencia de trabajadores mexicanos hacia el norte: unos 4,6 millones.

El paso del tiempo, los bajos salarios, las malas condiciones laborales y otras malas prácticas del programa hizo que muchos trabajadores se pusieran en huelga y terminaran por inspirar el movimiento de protestas liderado por el emblemático César Chávez.

Desde Jalisco hasta el Valle del Napa

Receloso de los posibles abusos del programa de braceros, el padre de Amelia Ceja prefirió cruzar a EE.UU. como indocumentado. Eran los años 50 del siglo pasado.

Después de unos años de trabajo en California, legalizada su situación migratoria, el hombre logró arreglar los documentos para llevarse a toda su familia con él.

Desde un principio, la niña Amelia quiso aprender los secretos del trabajo en los viñedos y compaginó la escuela con la ayuda en uno de los famosos viñedos de Robert Mondavi, donde recogía uvas merlot.

Ya nunca se desvinculó del mundo del vino.

Décadas después de aquellos comienzos, Ceja se convirtió en la primera mujer mexicano-estadounidense presidenta de una bodega.

"Ese dato me lo contó un escritor del diario Los Angeles Times, yo no había caído", cuenta.

"En los años 60 no había tanta población latina trabajando en los viñedos de California como ocurre ahora. Pienso que todos en mi familia fuimos una suerte de pioneros, no sólo yo".

Experiencias únicas pero en parte semejantes

Otras familias siguieron pasos similares.

Cada historia es única pero todas tienen puntos en común.

Es el relato de hombres y mujeres jóvenes que llegaron a California para recoger la uva, trabajadores y vieron posibilidades más allá de los campos.

Se inscribieron en escuelas nocturnas y trabajaron durante el día para aprender todo lo necesario sobre el vino: cómo cosechar la uva, cómo procesarla, la química detrás de ello, los mejores barriles y botellas, cómo catar el vino y asegurarse de que es el mejor.

Muchos se formaron como enólogos o economistas en la cercana Universidad de California, Davis. Otros simplemente fueron aprendiendo sobre la marcha y ascendieron.

Entre todos crearon la Asociación de Viticultores Mexicanos-Estadounidenses de Napa y Sonoma para impulsar el contacto entre ellos.

Además, están redefiniendo la "cultura del vino" para que encaje con tradiciones latinas. Organizan fiestas de la cosecha con bailes folclóricos y aconsejan qué vinos son mejores para acompañar determinados platos mexicanos.

Cosecha en peligro

Estas historias positivas de éxito y adaptación a Estados Unidos no son ajenas al contexto político que se vive en el país, con un discurso agresivo hacia la inmigración que ha desatado señales de alarma por la falta de mano de obra en el campo.

La vendimia está por empezar en los viñedos californianos y muchas bodegas no encuentran suficientes cuadrillas para recoger la uva.

En el caso de su negocio, Ceja señala que logró encontrar trabajadores dispuestos a trasladarse desde otros lugares y hacer dobles turnos pero es muy consciente del problema real que tienen muchos de sus colegas

"Es criminal lo que se está haciendo con los migrantes", afirma sin dudar Ceja.

"Los inmigrantes no sólo venimos para mejorar nuestras vidas sino también para contribuir al país que nos acoge. Eso es algo que se olvida, que se pierde en este discurso de odio".

La flamante dueña de Viñedos Ceja confía en que su propia historia y la de otros propietarios latinos de bodegas en el prestigioso Valle del Napa sirvan para desmontar estereotipos y desterrar prejuicios.

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