La ciencia social de la economía se ha equivocado en cuestiones realmente básicas y algunos economistas están tratando de corregir esos errores.

Permíteme dar dos advertencias antes de entrar en el tema.

Primero, debo declarar que amo la economía. Es un kit de herramientas maravillosas para darle sentido al mundo.

En segundo lugar, lo que está ocurriendo no es porque la economía haya tenido una mala racha.

De hecho, en las últimas décadas, los economistas han tenido (más que nunca y más que nadie) una gran influencia en todos los aspectos de nuestras vidas.

Han dirigido los bancos centrales, han dictado la forma de concebir los negocios y han ocupado los cargos más altos en los servicios civiles en todo Occidente y en las instituciones internacionales.

Su ortodoxia ha sustentado todo tipo de políticas gubernamentales.

Y durante esta era en la que han reinado los economistas, el mundo ha logrado algunos éxitos notables.

La reducción en la proporción de seres humanos que viven en la pobreza extrema en los últimos 30 años ha sido extraordinaria.

Por todo eso, la economía está en medio de un replanteamiento.

Vergonzoso

Era obvio que muchas cosas habían salido mal en el momento de la crisis financiera de 2008.

Fue una vergüenza profesional que la peor crisis en tres generaciones ocurriera poco después de que los economistas tomaran el timón.

Tan significativo como eso es que una década después de la crisis, sabemos que el modelo económico ortodoxo (que muchos llaman "neoliberal") ha dejado insatisfechos a varios sectores en gran parte de las sociedades occidentales.

Obviamente, la política y los responsables de la formulación de políticas están respondiendo a la ira de la gente de la forma habitual: tratando de encontrar a tientas algo diferente.

Pero también está ocurriendo algo más: se está reconsiderando toda la disciplina académica de la economía, tanto la teoría como el asesoramiento sobre políticas.

No todos los economistas están de acuerdo con este proyecto, no todos los aspectos económicos están siendo cuestionados y no todo el replanteamiento es en realidad nuevo.

Pero parece que estamos en medio de un lento cambio de paradigma, y nadie sabe dónde terminará.

Las dos 'C'

Dos palabras que comienzan con C capturan las críticas al pensamiento de la vieja escuela.

Una es la complejidad, la otra es la comunidad. Déjame explicar ambas.

La complejidad es una reacción contra algunas suposiciones muy simplistas sobre las que se construyen los modelos económicos ortodoxos.

Uno en particular, concentra la atención: la suposición de que los individuos saben lo que quieren, que maximizan su utilidad sujetándose a sus restricciones de ingresos y tiempo y que las empresas maximizan las ganancias.

Ahora: los modelos económicos tradicionales deben ser simples para que las matemáticas funcionen, y hacer que las matemáticas funcionen siempre ha sido un objetivo importante.

Además, en estos modelos se le ha atribuido un gran peso a la consistencia interna, no a la aplicabilidad práctica.

Pero resulta que el mundo es más complicado de lo que implican estas suposiciones simplistas.

La vida es desordenada

Los economistas siempre han producido sus modelos en forma de una especie de caja negra virtual que contiene docenas de ecuaciones.

En ella, pueden introducir algunos datos e inmediatamente de esa caja salen proyecciones sobre cómo se comportará la economía en diferentes circunstancias.

Esos modelos tienen cierta elegancia teórica, pero ahora existe una creciente sensación de que las economías no evolucionan a lo largo de una trayectoria matemática bien definida, sino de una manera mucho más desordenada.

Los actores individuales dentro de la economía enfrentan una incertidumbre radical, se adaptan y aprenden sobre la marcha, y observan lo que hacen los demás.

La economía avanza tambaleante en un proceso de lento descubrimiento, lleno de circuitos de retroalimentación.

Explorar otros campos

Los nuevos modelos podrían tomar conocimientos de otras ciencias: podrían analizar cómo las escuelas de peces o las bandadas de aves se mueven juntas; o podrían recurrir a modelos evolutivos de poblaciones.

Tomemos un ejemplo: ¿cómo deciden las empresas cuándo subir sus precios?

Saberlo es fundamental si quieres entender la inflación.

Los economistas piensan mucho sobre este tipo de cosas, imaginando compañías racionales que toman decisiones de precios inteligentes.

Simplificando un poco, en los modelos tradicionales, las empresas pueden tomar sus decisiones de fijación de precios observando el objetivo de inflación y suponiendo que esa será efectivamente la tasa de inflación.

O, pueden seguir con los precios de ayer, ya que cuesta mucho cambiar las etiquetas de sus productos.

Con los nuevos modelos, uno se abstendría de asumir que las empresas saben cuál es el precio correcto, consciente de que realmente están adivinando, se están observando entre ellas y aprendiendo sobre la marcha.

Así, hay múltiples caminos que la inflación podría seguir.

O toma otra área importante: las finanzas.

Los economistas han tendido a pensar que el mercado de valores es eficiente: el precio de la participación de la compañía en cualquier día es considerado como la mejor estimación posible del valor de esa participación de la compañía en ese momento.

"¿Cómo no va a serlo?", dice la lógica.

Si la compañía valiera más que el precio de la acción implícito, entonces la gente compraría las acciones, elevando el precio de la acción hasta que alcanzara el nivel correcto.

Pero, de nuevo, el mundo real es más complicado: ¿quién toma realmente las decisiones de inversión?

Si tienes en cuenta los intermediarios financieros que cuidan el dinero en nuestro nombre, compitiendo por nuestro negocio, verás todo tipo de incentivos distorsionados.

Es posible que los administradores de fondos quieran seguir el ejemplo de otros inversionistas en lugar de tomar sus propias decisiones para no quedar como estúpidos.

Eso puede llevar a crear burbujas repentinas, así como subidas y colapsos, ya que todos se amontonan para comprar lo mismo al mismo tiempo.

O piensa el PIB (producto interno bruto), la medida más básica del ingreso nacional.

No es mucha exageración decir que se ha convertido en un fetiche en la economía, a pesar de las debilidades obvias en su capacidad de encapsular una economía entera en un solo número.

Por eso es uno de los conceptos que se están reconsiderando.

Así que nada es simple, y los economistas tienen que aprender que un modelo desordenado de la economía puede ser más útil que uno ordenado.

Lo que nos lleva al segundo tema: la comunidad.

Identidad de grupo

Resulta que las personas no solo actúan como individuos. Valoran su sentido de pertenencia a una sociedad; están felices de complacer el resto del grupo y la identidad del grupo determina su toma de decisiones.

Y no puedes simplemente asumir que eso no existe.

Entonces, por ejemplo, el viejo paradigma dominante para entender el comportamiento de la compañía ha sido asumir que todo lo que la compañía hace es para bien de los accionistas.

De hecho, muchos economistas se han permitido pasar de asumir que eso es lo que hacen las compañías, a argumentar que eso es lo que las compañías deben hacer.

Según la nueva forma de pensar, existe la sensación de que esto ha llevado a las compañías al camino equivocado: ellas mismas son comunidades complejas y operan dentro de sociedades complejas. Sus objetivos deben definirse de una manera mucho más matizada.

Encontrarás incluso economistas que atacan la noción de "la mano invisible", esa atractiva metáfora que implica que la configuración predeterminada para cualquier mercado debería ser laissez-faire, que dejándolo a su suerte, los individuos egoístas producen, sin saberlo, el mejor resultado para la sociedad en su conjunto.

La nueva forma de pensar sugiere que el gobierno, o alguna noción de interés grupal, debe tener un papel más importante para que las cosas funcionen con eficiencia.

¿Elemental?

Entonces, la forma de pensar de los economistas sobre complejidad y comunidad está cambiando.

No quiero pretender que esta nueva tendencia representa una sacudida repentina y profunda.

Los economistas siempre han sido expertos en autocrítica, y su rama está en constante evolución.

Tampoco estoy presentando un argumento original sino lo que lo que le oigo decir a los economistas acerca de cómo sienten que su materia está cambiando.

Quizás mucha gente que no se dedica a la economía se aterre de que los economistas no se hubieran dado cuenta antes de que lo que estaban asumiendo era errado; que todo lo que he expuesto aquí es obvio.

Pero, por supuesto, la economía no se ha equivocado en todo.

Los modelos simplistas a menudo a menudo ofrecen ideas realmente útiles.

El problema es que la profesión a veces los ha tomado demasiado literalmente, y esperaba que esos estrechos modelos pudieran abarcar más de lo que podían.

Al final, es muy fácil cometer el error de aquel viejo borracho que busca sus llaves debajo de una farola.

- "¿Estás seguro de que es aquí donde se te cayeron?", le preguntan.

- "No, fue en el parque, pero la luz es mejor aquí", responde.

Los economistas se dedicaron a mirar dónde la luz era buena, que dónde estaba la economía.

Y es genial que ahora estén empezando a buscar en otra parte.

 

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