Por Sandra Burgos A.

Nuevamente se ubica en el centro de la atención pública y de los dardos de quienes no comulgan con su lógica de la gradualidad. Rodrigo Valdés, el ministro de Hacienda que llegó hace dos años a poner paños fríos a la fiebre reformista de la Nueva Mayoría, hoy vuelve a tomar un rol protagónico en uno de los temas más complejos de abordar en términos políticos: las pensiones.

Y no será una tarea fácil. Porque no hay apoyo. La comisión que analizó el tema entregó propuestas, pero sin consenso en el punto más complejo, que es la administración de ese 5% adicional a costo del empleador; ni tampoco en la porción de ese 5% que iría a las cuentas individuales y al pilar de reparto. Ante lo cual la presidenta Bachelet debió tomar una determinación.

Rodrigo Valdés siempre dijo que cualquier modificación pasaba por un acuerdo político transversal. De hecho, en el último Chile Day comentó a un círculo cerrado que lo más probable era que este tema lo zanjara el próximo gobierno, ya que en éste no habría posibilidad de consensuar nada.

Por tanto, la decisión de la presidenta Bachelet de ponerlo en la agenda legislativa, lo deja nuevamente a contrapelo en un tema que no lo convence 100%. Sin embargo, tiene un punto a favor: logró imponer el concepto de gradualidad. “La muñeca de Valdés estuvo tras este anuncio”, asegura un economista.

Gradualidad en el plazo de seis años para implementar el aumento de 5% de las cotizaciones, y también en que se mantenga un sistema mixto de administración de los fondos, donde las AFP siguen administrando el 10% y el 5% un organismo estatal. Equilibrio para un tema que pudo dar para mucho y donde las AFP pudieron salir aun más trasquiladas.

Además, independiente de las presiones políticas y de la calle (hace una semana fue increpado por partidarios de NO+AFP), el ministro logró imponer el cuidado de las finanzas públicas. Hay que recordar que el Estado es el mayor empleador del país, por tanto cualquier cambio brusco de aumento de la cotización de 5% a partir del próximo año, le habría implicado sumar al gasto cerca de US$ 1.500 millones de un paraguazo. Con esta gradualidad la cifra irá subiendo poco a poco, para llegar a esa suma con la reforma en régimen.

Y ahí surge el factor político. Con este aumento gradual, el gobierno logrará subir las pensiones solidarias y de menores montos rápidamente: ya se habló de un 20% a partir del próximo año y 50% en régimen. Una jugada maestra de Valdés y una muestra de cómo ha ido desarrollando su “hemisferio político”, ya que logró darle una respuesta a la presidenta Bachelet en una preocupación muy clara: mejorar pensiones al sector más vulnerable, pero con responsabilidad fiscal.

Pero sin duda, este sello del realismo sin renuncia es el que le hará enfrentar momentos poco gratos al ministro, ya que nuevamente se encenderá el fuego amigo. Varios parlamentarios del PS -tienda que ha abrazado las ideas de la propuesta B de la Comisión Bravo- creen que los cotizantes deben elegir entre el ente privado y el estatal para la administración del 10% que hoy gestionan las AFP.

A eso se suma la calle. Y el ministro bien sabe las consecuencias de eso. Basta recordar lo que sucedió la semana pasada en un local de la cadena Dominó en calle Huérfanos, cuando recibió el insulto de un tumulto de gente, que incluso le lanzó monedas y que le enrostró la falta de decisión para poner fin a las AFP.

Ese es el costo que ha tenido que pagar al convertirse en el “muro” donde chocan las ideas reformistas de la actual coalición de gobierno y las reivindicaciones de la calle.

Pero la elaboración de un proyecto de ley para mejorar las pensiones, será sólo la antesala de los 11 meses que le quedan a Valdés en Teatinos 120.

Presiones electorales

Cuando Rodrigo Valdés aterrizó en Hacienda lo hizo con los máximos galardones y generando una expectación en el mundo financiero y empresarial. Llegaba como el personaje que pondría paños fríos a la fiebre reformista liderada por los ex ministros Alberto Arenas (Hacienda) y Rodrigo Peñailillo (Interior).

Hacienda recuperaba el cauce natural, con un ministro empoderado. Se volvía en cierta forma a la era Velasco, luego de un periodo de vacío de poder de Teatinos 120 que se sintió en la administración de Felipe Larraín, cuyo rol se vio eclipsado ante la fuerte figura presidencial de Piñera. y con Arenas, si bien contaba con un plus como articulador de las reformas, éste poder se extinguió en ellas.

Por eso en Valdés estaban puestas todas las esperanzas del mundo privado y del ala más moderada de la Nueva Mayoría.

Esas expectativas fueron chocando con el “fuego amigo” y los distintos gallitos hacia la figura del ministro de Hacienda, quien en estos dos años a cargo de la billetera pública fue potenciando su lado político, al darse cuenta que los números y el sentido común no eran suficientes para enfrentar las presiones políticas.

Y esas presiones seguirán en estos últimos meses. El problema, para algunos economistas consultados, es que aparecerán en el horizonte nuevos interlocutores que querrán acomodar la carga a su antojo y conveniencia.

Tendrá presiones electorales. Como dijo el diputado Osvaldo Andrade, el PS deberá dotar de contenido al candidato Guillier, con lo cual pueden aflorar las diferencias con Teatinos 120, las cuales se hicieron patentes en la última discusión del Presupuesto 2017, cuando la tienda liderada hoy por Alvaro Elizalde era partidaria de hacer un erario más expansivo, con mayor gasto en sectores que fueran capaces de dinamizar la economía. Valdés siguió la regla y lo que decían los números.

Cercanos al ministro de Hacienda comentan que no será una “conversación fácil”. Valdés parece no comulgar con la figura de Alejandro Guillier. Diferencias ya han tenido, sólo hay que recordar la respuesta que le dio al candidato cuando criticó a los empresarios, acusando que "están ganando como nunca y no quieren invertir” y que “un grupo de privilegiados está bloqueando el desarrollo de Chile” e instó a un "nuevo trato" contra los "abusos y la colusión".

Ante esas críticas Valdés respondió: "Eso es una caricatura, no creo que eso pase. La gracia de una economía de mercado es que la gente trata de hacer negocios y que no deja pasar negocios, por lo tanto si un negocio es bueno lo va a hacer porque sino otros se adelantan".

Por otro lado, hay que recordar que Valdés es PPD, la tienda política del ex presidente Ricardo Lagos, cuya campaña fue liderada por Máximo Pacheco, ex ministro de Energía que fue un partner para Hacienda. Pacheco lo acercó al mundo empresarial, lo acompañó a los encuentros con grandes empresarios e incluso cedió su casa para que estos se realizaran. Fue el ministro que atrajo la inversión durante su gestión y que sacó a flote una cartera que recibió en crisis.

La química de Valdés con Guillier es escasa, lo cual hace más compleja la posibilidad de que el equipo del candidato pueda tener alguna injerencia en la discusión del Presupuesto 2018. Además economistas de la plaza señalan que el ministro tiene el tema claro. Convocará al equipo de expertos para que entreguen sus propuestas de PIB tendencial y precio del cobre, y verá el margen que tiene para cumplir su compromiso con la convergencia del balance estructural. De ahí, saldrá el porcentaje de crecimiento del gasto. “Tal como el año pasado, las presiones estarán de sobra, porque además en ese plano cuenta con el respaldo de la Presidenta”, explica un economista.

Porque si bien el ministro ha tenido que “bajar el moño” con la reforma laboral, logró mantenerse firme con el Presupuesto y el reajuste del salario público.

El fantasma de la clasificación

Sin duda uno de los temas complejos que le tocará vivir a Valdés en este último tercio de la carrera será el veredicto que dará el mundo financiero internacional sobre la salud de nuestra economía.

El fantasma seguirá presente este primer semestre. De hecho, se espera que en mayo y junio se efectúe la clasificación de riesgo de Fitch Ratings y S&P, las cuales pueden causar un remezón político, ya que existe la probabilidad de que haya un recorte en la clasificación.

Un economista explica que un recorte no será tan relevante en cuanto al precio de los activos y efecto en las tasas. “El impacto más bien será político, en la percepción de destrucción de cierta institucionalidad y ahí Valdés tendrá que contener las expectativas”, señala un analista.

De hecho, el tema ha vuelto a estar en la mesa en los últimos días y Valdés ha estado lanzando mensajes y pavimentando el terreno para lo que se pueda venir, ya que Chile dejó de ser acreedor neto para convertirse en deudor neto del 1% del PIB.

Ante esta situación Valdés puso una advertencia: que la deuda estaba aumentando a una tasa bastante elevada… replicando así el mismo libreto del año pasado, el cual consistió en encender las alertas ante el aumento de la presión por el gasto en el Presupuesto y que le generó tantos roces en el mundo de la Nueva Mayoría. La dureza de Valdés que fue calificada por algunos como tozudez, tuvo su punto álgido cuando en la discusión del ajuste al sector público, Bárbara Figueroa, presidenta de la CUT, le lanzó fuertes epítetos.

El esquivo crecimiento

Toda esta efervescencia de demandas en medio de elecciones contará como telón de fondo con datos macroeconómicos que seguirán siendo malos. Con un primer trimestre con crecimiento nulo, con un desempleo que se irá deteriorando y un eventual recorte de la clasificación de riesgo.

Un escenario económico poco auspicioso, pero que podría irse despejando en los próximos trimestres con un repunte, pero aún lejos del crecimiento de 3% que el ministro predijo que el país tendría al final del gobierno.

Y ahí surgen críticas de sus pares. Señalan que Valdés fue un buen catalizador del ideario reformista, un arquero que fue capaz de atrapar los goles, pero que le faltó más conducción de equipo para conseguir el objetivo de crecer.

“Pero le quedará otro logro, entregar al país con convergencia fiscal y un proyecto de ley de pensiones andando”, acota un economista.

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