Por Patricio De la Paz

El grupo de whatsapp se llama Las Jupis. Allí conversan Beatriz Sánchez y 13 mujeres periodistas que trabajaron con ella en la Radio Chilena a fines de los 90. El grupo existe desde antes de su aventura presidencial, con otros nombres. Pero desde que el 21 de marzo Beatriz Sánchez anunció su candidatura apoyada por el Frente Amplio, el grupo no dudó: debía llevar el apodo de María Angélica “Jupi” Álvarez, una de las mujeres más cercanas a Bachelet y una de las asesoras más influyentes en su primer gobierno.

- Claro, las amigas de la Presidenta- se ríe Beatriz Sánchez, un domingo al mediodía, de buen humor, sentada cómoda en el comedor de su casa en Ñuñoa.

No podía saberlo. Pero ese mismo domingo, en la noche, el buen humor se le acabaría. Cuando se sentó en la mesa de Tolerancia Cero. No sólo por un duro intercambio con Fernando Villegas, quien la dejó sin respuesta y visiblemente incómoda cuando le pidió cifras concretas de los impuestos que pagan las mineras internacionales en Chile. También por las opiniones que la candidata dio sobre sobre la Araucanía, Venezuela y Bolivia, que levantaron polémica inmediata en las redes sociales.

Me sentía muy cercana a la Concertación. Me enamoré mucho de la épica que provocó para el SI y el NO. Voté por Lagos, me parecía increíble que un socialista volviera a La Moneda
Beatriz Sánchez

Pero ese domingo al mediodía, mientras acaricia a su gata Lila y toma café, nada de eso aún es tema. Beatriz Sánchez, durante una hora y 14 minutos, hablará de cómo la política se fue metiendo a su vida y también viceversa.

¿Por qué no se hablaba de política en tu casa en Viña?

- Se hablaba muy poco de temas políticos contingentes, de dictadura, de represión. Hablábamos de otras cosas. Mi papá es geógrafo; mi mamá es enfermera y se dedicó como académica a fisiología. Hablábamos del colegio, de las materias, de temas familiares, de la ciudad. Lo atribuyo a una cosa más protectora de parte de mis papás y también a que en regiones se vivía distinto que en Santiago.

En su niñez y adolescencia, Beatriz Sánchez vivió en una casa de dos pisos, pareada, en la calle Agua Santa en Viña del Mar. Allí, en el segundo piso, siempre compartió pieza con su hermana Manola, dos años menor, quien hoy es economista, directora del BCI y convencida neoliberal. En otra pieza dormían sus padres, Alfredo y Beatriz; y una tercera habitación era para la abuela paterna, Rosa. El colegio de las dos hijas, el Saint Paul -pequeño, privado, anglicano-, quedaba a dos cuadras. Las amigas, dice la candidata, vivían en un radio de tres cuadras. La familia no salía de la región. Se movían entre Viña y Valparaíso; paseaban a Olmué o Quillota. Casi no venían a Santiago.

- Vivía en una burbuja absoluta- dice Beatriz Sánchez.

Pero eran tiempos en que la gente se dividía a favor o en contra de Pinochet. ¿Tu familia era opositora? ¿Del NO?

- Mi mamá estaba claramente por el NO. Y fue una discusión también, porque en esa época nosotros ya pedíamos definiciones. Yo no alcancé a votar para el plebiscito, cumplí 18 en diciembre de ese año, pero andaba con chapita del NO. En el colegio se discutía política con los profesores, se hacían charlas. Cuando estaba en tercero medio llevaron un abogado de la Vicaría de la Solidaridad y fue impactante lo que contó. Era un Chile que yo no tenía en la cabeza. Pero sí, mi mamá era del NO. Mi papá era más temeroso de lo que podía pasar.

- ¿Estaba a favor de la dictadura?

-No, no. Mi papá tenía reparos con la dictadura, pese a que es más de derecha. De pensamiento más conservador. Si bien la dictadura era incómoda para todos, mi papá tenía mucho temor de lo que viniera. Él como que se distanciaba de esto.

La burbuja de Beatriz Sánchez empezaría a romperse en la Universidad de Concepción. Entró a la Escuela de Periodismo en 1989, año que se reabría después de haber sido cerrada tras el golpe. Muchos de sus compañeros postularon pensando en ese hecho que miraban con aires épicos. Beatriz Sánchez no. Para ella era un asunto práctico: su padre hacía clases tres días en esa universidad, entonces podían vivir juntos y, según quería la madre, la hija mayor seguiría protegida.

Una compañera dice que Beatriz era la "cuica" del lote, aunque amplia de mente. Progresista, pero no rupturista. Extrovertida. Y una gran bailarina, que tenía a su favor una elongación espectacular que le dejó una displasia de cadera que tuvo de niña. Participaba de las asambleas y discusiones para cambiar la malla curricular en una carrera donde todo se estaba armando y en tercer año apoyó el paro de un mes que terminó con la salida del director y varios profesores.

- ¿Nunca participaste en centros de alumnos, en una vida más política?

- No. Política de partido, no. En esos años las universidades se estaban desmovilizando. El 89 fue un año bisagra entre el fin de la dictadura y las elecciones que ganó Aylwin. Fueron años de desactivación política; la universidad fue una taza de leche. Pero fue un momento de encuentro gigante. Por un lado, el tema político, de realidad de Chile; y por otro, un tema social. Me encontré con personas que nunca habría encontrado si no hubiera estudiado allí. El Pablo (Aravena, su marido) por ejemplo. Venía de Puente Alto, de un liceo cerca de su casa bastante malo, siempre un gran alumno, el primero de su familia en entrar a la universidad: en otra parte nunca nos habríamos cruzado. Se me abrió completamente el mundo.

En primero de universidad, Beatriz Sánchez quedó embarazada de Pablo Aravena. Dice que para su familia, tradicional, tan compuesta, fue “una bomba nuclear”. El hijo que nació en 1990 se llama Diego. Hoy es historiador de la UC, cursa un magister en sociología y es eficaz orejero de su madre. Fue uno de los impulsores de que aceptara la candidatura presidencial cuando ella dudaba después que se lo pidiera Giorgio Jackson y Gabriel Boric.

Cuando eso ocurrió, Beatriz venía llegando de unas largas vacaciones familiares en Punta del Este, acaba de ser desvinculada de La Red, estaba cómoda en la radio La Clave y pensaba tomar algún curso ahora que tenía tiempo. Un diplomado en derechos humanos o clases de orfebrería. Pero Diego la puso en la encrucijada.

- En mi casa estaban entusiasmados con la candidatura. Sobre todo mi hijo mayor. Él siempre ha sido súper político. Me decía: “Sí, hay que cambiar el discurso político, hablar desde otro lado, siempre son los mismos. Aquí hay una oportunidad”. Yo le decía: “Pero Chino estás loco, nada que ver”. Y él volvía a decirme: “¿Pero por qué nada qué ver? Dame una explicación”- cuenta.

Diego seguía las editoriales que su madre hacía en la radio y sabía de su impacto. Le repetía a Beatriz: “Política no es otra cosa que lo que ya estás haciendo”.

- ¿Diego es cercano al Frente Amplio? Es de la generación de Jackson y Boric.

- Es frenteamplista todo el rato.

- ¿Milita?

- No. Pero él estaba buscando fuera de la Nueva Mayoría. Bueno, como todos.

Beatriz Sánchez dice que a ella le había pasado algo similar. Que pasó del enamoramiento a la mirada crítica.

- Yo me sentía muy cercana a la Concertación. Me enamoré mucho de la épica que provocó para el SI y el NO. Voté por Lagos, me parecía increíble que un socialista volviera a La Moneda. Si bien yo no militaba, y aún no milito, siempre voté por la Concertación hasta que hace un tiempo ya no. Buscaba políticamente otra cosa. Buscaba una corriente que se hiciera las preguntas de lo que pasa hoy en Chile, por lo menos una reflexión de qué va a pasar si seguimos haciendo las cosas de la misma manera. Hoy siento que pertenezco al Frente Amplio.

Pero había algo más. Beatriz dice que mientras pensaba si tomar o no la oferta de Jackson y Boric, se miró aún más profundo. Y se dio cuenta que se estaba haciendo trampa a sí misma.

- ¿Por qué?

- Siempre he dicho que hay que votar, involucrarse, que las cosas no vienen del cielo. Lo decía en mis editoriales. Entonces… si uno cree que hay que darle diversidad a esto, que cualquiera puede hacer política, que el Parlamento debe ser un reflejo de lo que es Chile, ¿por qué yo digo que no?, ¿por qué no puedo hacerlo yo? Creía en algo que yo misma no estaba cumpliendo.

Entonces dejó la radio, se concentró en la propuesta, lo conversó con periodistas y analistas cercanos, y decidió dar el paso. Quemar las naves, como dice ella.

Tu hermana dijo que cuando le contaste de tu candidatura, sólo te sugirió un chequeo médico. ¿Lo hiciste?

- Soy una mujer baste sana. Pero me hice un chequeo, sobre todo para mi mamá y mi hermana, que estaban preocupadas. Salió todo bien.          

- ¿Cómo han reaccionado tus padres?

- Mi mamá con temor todavía; me dice: te van a destruir, la política es tan sucia, por qué si estabas tan bien en la radio. Ella aún está muy asustada. Además hace un ejercicio muy nefasto: mira los comentarios en las redes y se preocupa. Mi papá está más orgulloso, pero también sorprendido.

Hace unas semanas, la madre organizó una reunión con ex apoderadas del colegio de sus hijas, que hoy son sus amigas. Se juntaron en su departamento en el barrio de Recreo. Nunca habló de la candidatura de su hija, dice una de las asistentes.

- Siempre te diriges a "chilenas y chilenos". ¿Te han dicho que recuerda el estilo Bachelet?

- Mmm… El tema de género es muy importante para mí y tiene que estar presente... Sabes que ni siquiera lo había asociado con la Presidenta.

Eso dice la candidata este mediodía. Relajada. Cuando a su tranquilo domingo aún no le caía la pesada noche encima.  

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