“Ya no me voy a hacer drama con esto”, fue la resignada respuesta que escucharon tres parlamentarios de las comisiones de Hacienda del Congreso, cuando llamaron el martes 29 al entonces ministro del ramo, Rodrigo Valdés, para entregarle su apoyo, en medio de una de las peores crisis de La Moneda en esta administración.

Horas antes de los llamados de los legisladores, Valdés se había enterado que la Presidenta Michelle Bachelet había apoyado públicamente la decisión del consejo de ministros de rechazar el proyecto minero portuario Dominga, en la Cuarta Región. Se trataba de la misma votación para la cual Bachelet no consultó la opinión de su ministro de Hacienda. Según el entorno de Valdés, la mandataria ni siquiera lo recibió en La Moneda para ese proceso.

Valdés venía hace largo tiempo incómodo con su rol en el gobierno y con ganas de dejar el cargo al que llegó el 11 de mayo de 2015 en reemplazo de Alberto Arenas, rompiendo la histórica tradición de mantener un solo ministro de Hacienda durante una administración presidencial.

Quienes lo conocen, relatan incluso que el ahora ex ministro estuvo cerca de renunciar para la reforma laboral.

Como sea, ahora el panorama para Valdés era dramático. El lunes 28 cuestionó la decisión del consejo del ministros de rechazar Dominga con un mensaje que irritó al bacheletismo: "algunos no tienen el crecimiento entre sus prioridades más altas", dijo ese día, con lo que prácticamente selló su salida del gabinete.

Ello porque al día siguiente el respaldo de la Presidenta al voto del consejo -y a Marcelo Mena, el titular de Medio Ambiente que se posicionó como el adversario de Valdés en esta trama- fue el tiro de gracia a una relación que nunca fue fluida ni fácil, pero que había logrado sobrevivir por 27 meses.

Así, el miércoles 30 Valdés decidió poner fin a su permanencia en el gobierno, y se reunió con Bachelet, con quien mantuvo un tenso encuentro según relatan en el oficialismo, cita a la que el hasta entonces ministro llegó a pedir una señal de respaldo, lo que finalmente nunca ocurrió. 

A su salida se sumó la del ministro de Economía, Luis Felipe Céspedes, y el subsecretario de Hacienda, Alejandro Micco, no sólo quebrando al equipo económico sino además anotando un registro histórico desde el retorno de la democracia, donde por primera vez habrán pasado tres ministros de Hacienda en un mismo gobierno.

Los riesgos de Dominga

El martes 28, luego que Bachelet diera un respaldo público al titular de Medio Ambiente, Marcelo Mena, en una actividad en terreno, en la que resaltó la necesidad de tener un crecimiento económico que cuide el medio ambiente, Valdés estaba indignado, y lo transmitió a varios de sus cercanos. Habló de dejar el cargo, dijo estar cansado de pelear contra la marea y reclamó que la influencia excesiva del equipo de político de la mandataria lo había dejado sin poder de maniobra.

Cuando Valdés hablaba del equipo político, no se refería a Nicolás Eyzaguirre, Paula Narváez o Mario Fernández. Él hablaba de quienes, a su juicio, estaban tomando decisiones “políticas” por sobre las “técnicas”.

Hablaba de la jefa de gabinete de Bachelet, Ana Lya Uriarte, del subsecretario del Interior, Mahmud Aleuy, y del jefe de contenidos del segundo piso, Pedro Güell. Los mismos que, según varios en el oficialismo, hace meses vienen “obsesionados” con que lo mejor para Bachelet en los  últimos meses de su administración es centrarse en su legado y evitar nuevos flacos.  

Y Dominga era un flanco riesgoso no sólo por la ofensiva de grupos medioambientalistas y una comunidad internacional pendiente de su manejo en materia de cuidado del ecosistema.  Además, el proyecto minero portuario representaba un riego personal altamente peligroso para la mandataria, luego de que se supiera que su hija menor, Sofía Henríquez, adquirió media hectárea a 12 kilómetros del proyecto. El predio fue comprado a la nuera de Bachelet, Natalia Compagnon, por 6,5 millones de pesos, en marzo de 2014.

La soledad de Valdés en el gabinete

En los últimos días, el ex jefe de Hacienda habló en varias ocasiones con sus ex compañeros de gabinete, Jorge Burgos (Interior) y Máximo Pacheco (Energía).

A ambos les transmitió lo difícil que había sido para él trabajar en un gobierno donde las proyecciones económicas no estaban sobre la mesa de prioridades.

Cuando estaban los tres en el gabinete, las cosas le resultaban más fáciles. Pacheco tenía sintonía personal con Bachelet y lo ayudaba a instalar temas en las reuniones con el gabinete. Y con Burgos, la conexión fue mayor: ambos conformaron una dupla que pretendía poner en el foco de las prioridades la reactivación económica, bajo la necesidad de aplicar gradualidad en las reformas del gobierno.

La dupla, sin embargo, fue desactivada rápidamente por la propia Bachelet, quien en una entrevista advirtió que ninguno de los dos había llegado a “cambiar el rumbo” que ella definiera. Fue esa la primera señal de distancia para el ministro de Hacienda.

Sin Burgos, ni Pacheco, Valdés se sintió sólo. Y aunque siempre tuvo una amistad personal con el ministro Nicolás Eyzaguirre –quien lo recomendó en el cargo a Bachelet-, su rol no pasó de ser el de un “mediador” entre las posturas de Hacienda y La Moneda.

El principal detractor

El ministro venía agotado de discutir con el Ejecutivo y con el oficialismo. El diputado Pablo Lorenzini (DC), de la comisión de Hacienda, recuerda que “nunca le gustó la idea de hacer una reforma previsional porque sentía que no había respaldos, en la reforma laboral tuvo muchas discrepancias, tampoco quería la creación de una nueva Constitución hecha ‘a la carrera’. Era demasiado tecnocrático y poco político”, asegura.

El senador Guido Girardi (PPD) recuerda que “su visión de crecimiento económico a toda costa chocó siempre al oficialismo. En proyectos como la ley de tabaco, la ley de comida chatarra o la ley de fármacos, el principal detractor estaba en Hacienda”.

Según recuerda una ex ministra, Valdés tuvo varios problemas con sus pares del gabinete, los que Bachelet decidió pasar por alto “para llevar la fiesta en paz”.

Uno de los más conocidos fueron las tensiones con la ex titular de Trabajo, Ximena Rincón, durante la reforma laboral. “Valdés debe entender que los ministros no son sus subalternos”, reclamó Rincón tras renunciar a su cargo.

Con su sucesora en el cargo, Alejandra Krauss, también tuvo una relación tensa. En una oportunidad la calificó de “imprudente” por haber adelantado que la reforma a las pensiones del Ejecutivo no daría “ni un peso más irá a las AFP”.

Con todo, luego del impasse de Dominga, Valdés pidió a Bachelet un gesto de respaldo para los meses venideros, con el objeto de enfrentar con espaldas los desafíos como presupuesto 2018 o el proyecto previsional. La Mandataria rechazó su petición en las dos tensas reuniones que ambos sostuvieron el miércoles en la tarde y el jueves en la mañana.

Pocas horas después de la última conversación, Valdés anunció su salida visiblemente emocionado. A la misma hora, Bachelet celebraba la llegada del 18 en una actividad sobre el beneficio “Aguinaldo Fiestas Patrias” para jubilados.

“Estamos pasando agosto, queda esta tarde no más”, dijo sonriente a los adultos mayores que la acompañaron en la cita.

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