Por Pedro Schwarze

El efecto inmediato para un abanderado presidencial como Eduardo Artés, del Partido Unión Patriótica (UPA), de elogiar y defender a un régimen como el de Corea del Norte, es al menos el de echar luz a un candidato que no marca en las encuestas y apenas aparece en los medios. Eso porque para nadie es un misterio que en Pyongyang impera un tipo de gobierno hereditario, difícil de clasificar, marcado por el abrumador culto a la personalidad de su líder, con una represión solo comparable con el estalinismo y que se ha convertido últimamente en el dolor de cabeza más recurrente para la comunidad internacional.

Artés viajó a Corea del Norte hace cuatro años y ahí estuvo dos semanas invitado por el gobernante Partido del Trabajo de Corea. En entrevista con T13 Semanal en agosto el candidato presidencial defendió que en ese país hay libre expresión del pueblo. “Sí, yo he estado allá, por eso te lo digo, si no fuera así, eso que lleva 65 años rodeado militarmente, asfixiado económicamente, eso no se puede explicar con el tema de la represión, porque si no, estaría Pinochet hasta el día de hoy”.

A diferencia de los que ocurre hoy día, a fines de los años 60 y comienzos de los 70 Corea del Norte era visto desde Chile y por la izquierda local más bien como un escenario y actor de la Guerra Fría (por el conflicto que enfrentó al sur con el norte entre 1950 y 1953), de la misma forma como lo era Vietnam (entonces aún dividido y donde estaban empantanados los norteamericanos) y de alguna manera también Cuba. Esos tres países eran observados como ejemplos de lucha contra el imperialismo representado por Estados Unidos en la era surgida tras la Segunda Guerra Mundial.

Por lo mismo no era extraño que algunos de los dirigentes de la izquierda chilena viajaran hasta el país entonces gobernado por Kim Il Sung (el abuelo del actual líder, Kim Jong Un) y, de la misma forma, quedaran cuando menos sorprendidos si es que no espantados por lo que pudieron ver y por la factura del régimen que se había implantado ahí, aunque mucho de eso lo expresaran años después.

Hasta ahí llegó en 1969 el entonces senador Salvador Allende en un recorrido que también lo llevó a Vietnam y a Cuba. En su paso por Pyongyang, acompañado por Eduardo Paredes, miembro del Comité Central del Partido Socialista, Allende se reunió con el Gran Líder durante una hora y media. En una entrevista con Punto Final destacó que  Kim "es de una personalidad vigorosa. No sólo es el líder indiscutible de su pueblo, sino de los cuarenta millones que integran el sur y el norte de Corea. Su prestigio no es prefabricado, es la consecuencia directa de haber sido él quien encabezó el combate guerrillero contra los invasores”.

 

Allende llegó en 1969 a Pyongyang.

Un año después, tras asumir el gobierno, el Ejecutivo encabezado por Allende buscó el establecimiento de relaciones diplomáticas con todos los países del mundo, por lo que inició el proceso de tender lazos con aquellos con los que no habían vínculos por razones ideológicas y por la presión de Washington. Y ese esfuerzo se enfocó en la República Popular de China (entonces se mantenían relaciones con el gobierno de Taipei), el entonces Vietnam del Norte, Cuba y la República Popular Democrática de Corea.

En ese marco es que se produce la mayoría de los viajes a Corea del Norte, encabezados principalmente por dirigentes socialistas a diferencia de los comunistas que, posiblemente por su alineamiento histórico con la Unión Soviética y por los períodos de enfriamiento en los nexos entre Moscú y Pyongyang, prefirieron no tener un rol protagónico en esos contactos. Más de cuatro décadas después de esos hechos, quienes viajaron en esos años al norte de la península coreana y que aún viven prefieren, al ser contactados por Semanal, no ser mencionados en este artículo porque “es un tiempo completamente diferente”, “porque la gente no está informada” o “porque hay tanta desinformación, tanto enredo”.

Quien era secretario general del Partido Socialista de Chile, el partido de Allende, Carlos Altamirano, viajó en junio de 1971 a Pyongyang, acompañado por el también socialista Rolando Calderón, quien un año después sería nombrado ministro de Agricultura. En el libro Conversaciones con Carlos Altamirano. Memorias críticas, de Gabriel Salazar, el otrora líder socialista cuenta que cuando estaban en Moscú recibió una “curiosa” invitación de Kim Il Sung. Este incluso les envió su avión personal, un Boeing enorme, para trasladarlos a Pyongyang.

“Estuvimos con él varios días. En verdad, era una típica dictadura comunista donde, además, él era siempre el personaje protagónico central. Todo los actos públicos a los que fuimos invitados se inauguraban con la misma cantinela: ‘Esta escuela la fundó el compañero Kim Il Sung, líder de cuarenta millones de coreanos’, etc... Nos invitaron también a una ópera, que era muy elemental. (...) Pero lo curioso era que, sin pudor, te decían: ‘la letra de esta ópera ha sido compuesta por el camarada Kim Il Sung, líder de cuarenta millones de coreanos... La música ha sido compuesta por el compañero Kim Il Sung...’. Era como si todo lo que se hacía en Corea para los cuarenta millones de coreanos lo hacía, a mano, el compañero Kim Il Sung... Solo le faltó bailar en el escenario”, recordó Altamirano.

Carlos Altamirano se reunió en 1971 con Kiml il Sung.

El Chile de Allende estableció relaciones diplomáticas con el régimen de Kim Il Sung en noviembre de 1970, pero solo vino a abrir una oficina diplomática en 1972 y quien estuvo a cargo de ella, como encargado de negocios, fue el conocido periodista Fernando Murillo Viaña, Premio Nacional de Periodismo 1967. Uno de sus hijos, Eduardo, vivió en Corea del Norte unos años, donde estudió medicina. Pero en 1967, tras deslizar comentarios críticos con otros extranjeros, fue arrestado, juzgado y pasó ocho meses en completo aislamiento y mal alimentado. Su padre -que antes había creado el Instituto chileno-coreano de Amistad- hizo gestiones desesperadas para lograr su liberación. Esta se produjo en mayo de 1968, cuando Eduardo fue expulsado del país vía Moscú. Pese a esto Murillo Viaña asumió la representación diplomática en Pyongyang y la lideró hasta el golpe de 1973. Murillo Viaña falleció en 2006 y en el funeral que se llevó a cabo en Viña del Mar estuvo presente una delegación diplomática norcoreana.

Del Mapu a un Aylwin

En enero de 1972 hizo un recorrido por China, Vietnam y Corea del Norte, quien era secretario general del Mapu, Rodrigo Ambrosio. El máximo líder de esa agrupación, quien falleció en mayo de ese mismo año en un accidente automovilístico, fue acompañado por un joven diplomático, quien recuerda esa visita a Pyongyang, aunque pidió no ser mencionado. “Estuvimos una semana, en la que se nos hizo una visita muy guiada, donde nos llevaban de la casa de huéspedes a las actividades y de regreso a la casa de huéspedes. Un país con un enorme culto a la personalidad de Kim y que aparentaba ser un país bastante moderno”, explica el funcionario que lo acompaño.

También a Ambrosio lo llevaron a la opera “escrita y compuesta” por Kim Il Sung. “Tuvimos una entrevista con Kim y la verdad es que en toda nuestra visita él fue el único norcoreano “normal” que conocimos, porque a diferencia del resto, que casi no hablaban o eran muy serios, Kim era simpático y risueño, y era el único que tenía opiniones, claro, a veces muy fuertes, muy críticas”, comenta el diplomático que fue con Ambrosio a Pyongyang. Fue entonces que el dirigente del Mapu le preguntó que cómo era eso de que él había compuesto la ópera. Kim Il Sung entonces se rió y le dijo que él solo había escrito unas cuatro cosas y que sobre eso habían armado el resto.

A comienzos de 1973 también llegó hasta la capital norcoreana el canciller Clodomiro Almeyda y al momento del golpe de septiembre de 1973 estaba en Pyongyang el ex ministro de Vivienda de Allende Julio Benítez Castillo, según recuerda Jorge Arrate.

El régimen militar chileno rompió relaciones con Cuba, Vietnam del Norte y Corea del Norte (en el caso de los países del campo socialista europeo fueron estos los cortaron vínculos con Chile, mientras que los nexos con China se mantuvieron). En septiembre de 1992, dos años después del regreso a la democracia en Chile, se reanudaron las relaciones entre Santiago y Pyongyang.

Sin embargo, los contactos entre ambos gobiernos existían desde hace un tiempo. En abril de 1992 fue invitado a la capital norcoreana, Arturo Aylwin, el hermano del entonces presidente y quien años después sería Contralor General de la República. Y en esos meses eran frecuentes las comunicaciones con funcionarios del régimen de Kim Il Sung con la embajada chilena en Moscú. La razón: Pyongyang ofrecía con entusiasmo asilo a un huésped incómodo que llevaba meses en la legación chilena. El ex gobernante germanoriental Erich Honecker había sido acogido en esa embajada en diciembre de 1991, cuando Clodomiro Almeyda era embajador. Finalmente, en medio de las presiones de los gobiernos alemán y ruso, Honecker desechó la oferta de Kim y fue llevado a Alemania para ser juzgado, aunque meses después pudo viajar a Chile donde pasó sus últimos meses de vida.

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