¡Mira, un arcoíris!

Aunque los descubrimos y nos maravillaron de niños, no pierden su magia: cuando aparecen son irresistibles.

Usualmente los vemos de día, ya sea allá lejos, en el cielo, o bailando entre aguas que corren o caen, siempre inalcanzables.

Sin embargo, a veces, salen de noche, como muestra la ilustración que nos dejó el siglo antepasado el prolífico autor y astrónomo francés Flammarion.

O esta fotografía de este siglo.

Los arcoíris lunares se forman de la misma manera que los que estamos más acostumbrados a ver, sólo que los ilumina la luz de la Luna en vez de la del Sol.

Como la luz de la Luna es más tenue, el arcoíris parece más pálido y es más difícil discernir los colores (aunque esta fotografía parece contradecir lo dicho).

Y hablar de arcos pálidos, nos permite introducir al arcoíris de niebla.

A diferencia de los arcoíris comunes, los de niebla son resultado de la difracción de la luz en vez de la refracción y reflexión.

A diferencia de las gotas de lluvia, las de la neblina son tan diminutas que no pueden reflejar colores, que se difuminan y la luz emerge incolora, creando un arcoíris albino.

Pero el que no tenga colores no lo hace menos interesante...

Ese arcoíris blanco que ves en la imagen no fue creado por la luz del Sol ni la de la Luna, sino por las luces de un auto que viaja en medio de la niebla que flota sobre un campo en Iowa.

Lo curioso es que si estás adentro del auto, no lo ves: tienes que pararte afuera, a unos 15 a 30 metros frente a los faros.

Además, en el centro, parece como si hubiera otro auto al frente con sus faros delanteros prendidos.

Lo que sucede realmente es que la neblina está reflejando las luces de tu propio auto.

A menudo, en el centro, hay una gloria o anthelion, un fenómeno óptico producido por la luz retrodispersada que tiene múltiples anillos coloreados, aunque mucha gente sólo ve uno.

Y, a pesar de la neblina, se ve el brillo de las estrellas pues este tipo de niebla es poco profunda, aunque puede ser densa al mismo tiempo.

Pero, si la Luna y la neblina tienen los suyos, hay un arcoíris que parece ser propiedad privada del Sol.

Ese anillo iridiscente que rodea el Sol es llamado halo, antelia o aro iris.

En este caso, son partículas de hielo flotando en la tropósfera las que generan el efecto óptico, al refractar la luz y presentarla en colores que van del rojo al verde y azul, de adentro para afuera.

A menudo aparecen gracias a las nubes tipo cirrus, que están compuestas de cristales de hielo, y nos regalan espectáculos como éste:

Este efecto óptico atmosférico es un área luminosa y a veces colorida, que tiene la misma elevación que el Sol en el cielo, producida por la refracción de la luz en cristales de hielo hexagonales.

Las partículas de hielo en gran cantidad también pueden producir un parhelio.

Son de la familia de los halos y se pueden ver en cualquier lugar del mundo, aunque no siempre son tan brillantes.

El mejor momento para verlos es al atardecer, cuando el Sol está cerca del horizonte.

Los soles fantasma están aproximadamente a 22° de distancia y a la misma altura sobre el horizonte que el Sol.

El físico y meteorólogo alemán Ludwig Friedrich Kaemtz (1801-1867) pintó los efectos ópticos asociados con el Sol y causados por cristales de hielo en la atmósfera.

Aparece un halo de 22º, con soles fantasma -científicamente parhelia- brillando a cada lado.

Además, hay tres arcos.

El pálido que parece descansar sobre el halo -un arco tangente superior- y dos arcoíris, uno al derecho y otro al revés, que se llama arco circuncenital o arco de Bravais.

Estos fenómenos fueron observados en Suecia en octubre de 1839, y si dudas que tanto pueda verse a la vez...

Brillantes, delicados, pálidos, coloridos, incoloros, al derecho, al revés, lunares, solares.... magníficos.

Pero te dejamos con uno espeluznante.

Si se te aparece algún día, no te asustes, así estés sólo y perdido en la montaña. No es un fantasma.

Aunque se llama el espectro de Brocken o de la montaña, lo que estarás viendo es tu sombra, enorme y magnificada y proyectada sobre las nubes al otro lado del Sol.

El espectro aparece cuando la luz del Sol brilla detrás de ti y miras hacia abajo hacia la neblina.

Quizás te quede difícil reconocerte, pues la perspectiva deforma la sombra; además, es probable que se mueva repentinamente sin que tú lo hagas, pues la nube sobre la que está proyectada está en movimiento y su densidad no es homogénea.

No sorprende que en las montañas Harz de Alemania esta ilusión óptica haya generado una leyenda, de la que el fenómeno tomó su nombre.

Su pico más alto, Brocken, tiene las condiciones ideales para que el espectro aparezca.

Pero recuerda: no debes asustarte de tu propia sombra.

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