Cuando a Charles Darwin le dijeron que en un campo de Uruguay habían encontrado el cráneo de un gigante, el joven explorador británico quiso verlo.

Pagó menos de US$10 por el fósil de la cabeza de un animal del tamaño de un elefante, con dientes de roedor y ojos de ser acuático.

"Es quizás uno de los animales más extraños jamás descubiertos", escribiría luego Darwin al analizar aquel fósil recolectado el 26 de noviembre de 1833, en el marco de su viaje de 5 años por Sudamérica a bordo del HMS Beagle.

El animal, bautizado como Toxodon platensis, es uno de los misteriosos mamíferos gigantes extintos que le ayudaron a elaborar su revolucionaria teoría de la evolución.

"Los fósiles de América del Sur, descubiertos años antes de su llegada a las islas Galápagos, tuvieron un rol crítico" en las ideas del naturalista británico, escribió Adrian Lister, autor del libro "Los fósiles de Darwin: descubrimientos que dieron forma a la teoría de la evolución", publicado este mes por el Museo de Historia Natural de Londres.

"Fueron la base fundacional de la teoría de la evolución que Darwin luego construyó", agregó el investigador.

El libro de Lister explora la "poco reconocida" influencia de los cerca de 100 huesos y fragmentos recolectados por Darwin que aún se conservan, especialmente de las siete especies de mamíferos que encontró en Argentina y Uruguay.

Sin embargo, cuando el Museo de Historia Natural consiguió financiación para digitalizar, modelar en 3D y publicar gratis en internet solo uno de los especímenes eligió el toxodón uruguayo.

¿Y los dientes?

Darwin, cuya muerte ocurrió hace 137 años, no era el primer europeo en descubrir el fósil de un antiguo animal gigante en América del Sur.

Pero aquel cráneo hallado en un campo de la recién creada República Oriental del Uruguay, no solo pertenecía a una especie nueva, sino a todo un género hasta entonces desconocido por la ciencia.

Con más de 2,5 metros de largo y 1,5 metros de alto, los científicos calculan que este herbívoro pesaba más de una tonelada y que habitó Sudamérica hace entre 11.700 y 50.000 años.

Su nombre en latín combina la descripción física de "dientes inclinados" (toxodon) con la locación original del descubrimiento a orillas del Río de la Plata (platensis).

Lo curioso es que cuando Darwin encontró el fósil ya casi no tenía dientes: los niños de la zona habían sacado el cráneo del agua, lo habían puesto sobre un poste y lo estaban usando para tirarle piedras y removerle la dentadura, pieza por pieza.

A pesar del desgate natural y del juego infantil, Darwin "lo reconoció como algo inmediatamente interesante", explicó el Museo de Historia Natural al anunciar la digitalización de estos restos.

Según escribió el propio naturalista en 1845, este "roedor del tamaño de un rinoceronte" era una "maravillosa" muestra de que las especies, "tan bien separadas" por la ciencia, se mezclaban en la naturaleza.

Tan misterioso resultó ser el origen del toxodón que recién en 2015 la ciencia avanzó lo suficiente como para determinar que, en verdad, estaba vinculado a los rinocerontes, caballos y tapires.

Para Lister, en ese entones Darwin ya estaba elaborando la teoría de la evolución, aunque no publicaría su famoso libro "El origen de las especies" hasta 1859.

"Célebre" en 3D

De acuerdo con el Museo de Historia Natural de Londres, Darwin se vio fascinado por este fósil que describió como "uno de los descubrimientos más valiosos de su viaje" a bordo del Beagle.

El propio museo reconoce que el cráneo está entre los "especímenes más atesorados" de su colección y Lister lo describe como "célebre".

No obstante, este no fue su único descubrimiento paleontológico ni Uruguay terminó siendo el lugar donde encontró más fósiles de toda su travesía.

Por ejemplo, en un acantilado en Punta Alta, Bahía Blanca, ubicado 400 kilómetros al sur de Buenos Aires, Darwin descubrió restos de lo que luego serían identificados como siete géneros distintos de mamíferos extintos, escribió Lister.

Tampoco fue su única inspiración fósil para su teoría de la evolución.

Pero, por lo pronto, sí es el único de la frágil colección de restos óseos recolectados por Darwin que está disponible online para investigar a distancia.


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