Puedo ponerle fecha al inicio de mi ansiedad: tenía solo ocho años.

Mi tío tuvo una muerte bastante trágica y mis padres lo pasaron mal con el duelo, así que yo tuve que arreglármelas sola para entender y lidiar con lo que había pasado.

En esa misma época me empezaron a acosar en el colegio. Y eso hizo que me aislara mucho.

Tuve mi primer ataque de pánico a los 10 años y desde entonces la ansiedad ha tenido una presencia constante en mi vida.

Ahora tengo 22 años. No puedo recordar los detalles de mi primer ataque de pánico pero sé que tuve que faltar al colegio durante varias semanas.

Y así es como empezó mi vida tal y como la conozco.

Cuando fui a la escuela secundaria la ansiedad hizo que no pasara los exámenes. Lo impactó todo.

Si había algo planeado que quería hacer, como una excursión con amigos, me pasaba dos días tirada sobe el sofá, para no cansarme.

Viviendo con emetofobia

Cada persona siente los ataques de pánico de distinta manera y los míos han cambiado a lo largo de los años, pero en aquel entonces sentía como si me fuera a tragar la lengua.

Me la mordía para asegurarme de que no lo hacía. Sentía que me iba a morir y que mi cuerpo estaba tirando la toalla.

Después de un ataque, tenía tanto miedo de tener otro que hacía cualquier cosa para evitarlo.

Quedarme quieta y calmada en el sofá formaba parte de ese mecanismo de defensa.

Pensaba: "Si no me canso en absoluto, puedo evitar tener otro".

Pero en mayo de 2015 las cosas se pasaron de raya: la ansiedad hizo que no pudiera salir de la casa de mis padres, donde vivía, durante 3 meses.

Desarrollé una emetofobia severa, un pánico grave a vomitar, que todavía tengo hasta ahora.

Mi ansiedad giraba esencialmente a en torno a la idea de qué pasaría si vomitara, y además trataba de evitar esa posibilidad de cualquier manera.

Ese miedo fue el que hizo que no cruzara la puerta de mi casa durante 3 largos y solitarios meses.

Vivir a través de otros

Fue un verano caluroso. Uno podría pensar que la luz del sol me animaría a sentirme mejor, pero me dio aún más ansiedad porque me preocupaba que el calor me hiciera sentir náuseas.

Me pasé todo el tiempo viendo capítulos de la serie Friends y aprendiendo a hacer labor de punto. Ese pasatiempo me mantenía la mente ocupada.

La comida no me satisfacía. Mi fobia a la posibilidad de vomitar hacía que me alejara de cualquier cosa que potencialmente pudiera hacerme daño en el estómago.

Durante gran parte del tiempo evitaba comer, y cuando lo hacía eran comidas que consideraba "seguras" como ensaladas, pan y galletas. Nunca gambas, eso sería una pesadilla.

Me daba miedo ver cosas nuevas en la televisión, porque todo me abrumaba fácilmente.

Si veía o escuchaba a alguien que vomitaba o que se estaba mareando, me ponía ansiosa, pero con Friends conocía las historias, así que sabía que no habría sorpresas.

También miraba mucho YouTube, vivía mi vida a través de la de otras personas hasta cierto punto.

Hablaba con amigos en las redes sociales y ellos eran muy comprensivos, pero solo los veía en persona si venían a visitarme a casa.

También tenía un novio en esa época que me apoyó muchísimo. Estuvimos juntos 6 años y mi situación dañó la relación.

Venía a verme pero a veces me daba tanta ansiedad que solo quería que se fuera.

Con frecuencia él daba vueltas alrededor de mi casa hasta que yo me sentía mejor. Muchas veces yo estaba en pijama y ni siquiera podía hablar.

Una boda que me puso a prueba

Aproximadamente un mes después de este episodio grave de ansiedad, mis padres tuvieron que ir a una boda y yo me tuve que quedar en casa sola.

Por mi ansiedad tenía pánico de estar sola.

Me daba miedo que me dieran ganas de vomitar y no hubiera nadie alrededor para ayudarme.

Pero para ellos era importante ir a la boda y yo me habría sentido terriblemente culpable si los obligara a no ir. Sabía que tendría que lidiar con la situación.

La preparación para pasarme esa noche sola fue como un ejercicio militar.

Mis padres y yo escribimos un gran plan con la programación de televisión, qué iba a hacer cada hora y qué iba a comer.

Como había visto antes videos de vioblogueros, esa noche decidí probar a hacer uno yo misma.

Así que agarré el celular y empecé a explicárselo todo a la cámara.

Hablé de cómo me sentía, de por qué estaba ansiosa, de cómo vivía yo la ansiedad y de por qué había hecho que me aislara.

El grabar cómo me sentía fue como compartir con alguien mi experiencia y eso me ayudó a sobrellevar esas horas sola.

Para cuando mis padres regresaron tenía ya hechos como seis videos, que juntos, con la ayuda de mi ahora ex novio, edité para un primer post en mi videoblog.

Una escalera para superar el miedo

Durante ese verano cualquier cosa podía desencadenar un ataque de pánico o un brote de ansiedad severa. Hasta los cambios en el clima me asustaban.

Un día perfecto para mí consistía en estar en el sofá mientras mis padres estaban en la habitación contigua y no pasaba absolutamente nada a mi alrededor.

Me daba miedo estar tan nerviosa todo el tiempo. No podía dejar de pensar en cómo me tendrían que encerrar en un hospital cuando mis padres ya no estuvieran a mi lado porque no podría estar sola.

La ansiedad es tan sobrecogedora... es como estar nerviosa cada segundo del día pero a un nivel que es 10 mayor que lo normal.

La primera vez que salí fue para ver a una amiga que vivía a cinco minutos de distancia.

Primero fui hasta la verja de fuera. Aunque me sentí abrumada era importante para mí seguir avanzando más allá, ya que después de tres meses sin salir ya no podía soportar más estar en casa.

Al llegar a la puerta del patio de delante de mi casa, di un par de pasos más hasta la calle. Después, unos cuantos más. Me llevó tiempo, pero lo conseguí. No me quedé mucho tiempo en su casa, pero fue un comienzo.

Entonces empecé a hacer "escaleras para vencer el miedo": en lo alto de la página escribía mi objetivo, como ir al centro de la ciudad para ir de compras.

Después, debajo, escribía una serie de pequeños objetivos, como "caminar hasta la parada del autobús".

Una vez que me sentí preparada, me subí al bus solo durante una parada. Y después seguí haciéndolo hasta que pude completar el viaje entero en autobús.

"Ahora tengo más esperanza"

Las cosas todavía no son fáciles, pero ahora vivo sola.

Fui haciéndome independiente poco a poco, al principio quedándome unos días sola en un apartamento cerca de casa de mis padres.

Con el tiempo me las arreglé para pasar tiempo yo sola sin estar consumida por el miedo.

Ahora trabajo una noche a la semana en un bar local, un lugar hasta el que hace un tiempo ni siquiera podía caminar.

Solía pensar: "Nunca encontraré trabajo ni conseguiré hacer algo por mí misma".

Mis jefes son muy comprensivos. Si no logro llegar a hacer mi turno no se enfadan porque saben que ese día simplemente no consigo salir de casa.

Hacer videos en YouTube también cambió muchas cosas. Es increíble saber que no eres la única persona que está sufriendo ese tipo de ansiedad.

Y al pensar en el futuro, ahora tengo más esperanza.

He estado pensando a qué lugares me gustaría ir si pudiera viajar y qué me gustaría hacer, en términos profesionales, a largo plazo.

Me atrae la idea de trabajar con redes sociales o en el ámbito de la salud mental.

Pero ahora mismo lo importante es ver cómo me siento al levantarme y qué me trae cada nuevo día.

Lee aquí el artículo original en inglés en BBC Three.

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