Hannah Jenkins habla inglés por la mañana y alemán por la tarde. No es una rutina que decidió adoptar, sino algo que necesita su cerebro. Y todo empezó con un accidente de bicicleta.

Su pareja Andrew Wilde iba a medio camino de subir una montaña en el estado de Montana, en Estados Unidos, cuando recibió un chocante texto de Hannah.

Solo entendió dos palabas, "perro" y "hospital", pero supo instintivamente que algo no iba bien.

El mensaje estaba escrito en alemán, un idioma con el que Hannah había crecido, pero que Andrew no entendía. Siempre se habían comunicado en inglés.

Hannah se había quedado en casa en Reino Unido, a cargo de la empresa de entrenamiento de perros que había montado, mientras que Andrew había viajado a Estados Unidos para prepararse para un concurso internacional de tiro.

Él llamó al número de Hannah, pero nadie respondió. Sintiéndose cada vez más incómodo, empezó a llamar a hospitales de Berkshire (Inglaterra), donde ambos vivían, pero no obtuvo información. Entonces supo que tenía que volver a casa.

Se dirigió al aeropuerto sin saber qué le esperaría al llegar.

Lo que no se esperaba encontrar era una Hannah distinta de la que se había despedido solo unos días antes.

Hannah había estado montando en bicicleta en un parque cerca de su casa el día antes de enviar el mensaje a Andrew.

Pasó una esquina conocida y chocó con otro ciclista.

Se acuerda de poco, pero los paramédicos le contaron que el otro ciclista la vio en el suelo, sin moverse y sangrando, y llamó a los servicios de emergencias.

Esperó a que llegara la ayuda y les dijo que él no iba a más de 32 kilómetros por hora, y luego se fue, sin dar más información.

Una ambulancia aérea llegó para recoger a Hannah, quien fue identificada gracias a documentos en su cartera.

Finalmente se despertó en el hospital sin tener ni idea de dónde estaba, qué le había pasado o por qué, en su cabeza, nadie le hablaba inglés.

Perplejidad

"No entendía nada", dice. "Me sentía como si me hubiera despertado en un país extranjero y no podía entender por qué la gente no me hablaba en una forma que yo pudiera entender".

Los médicos la atendían en un idioma extraño. Finalmente reconoció lo que creyó que era "nombre" y "fecha de nacimiento", y los recitaba a cualquiera que se acercaba. Le parecía que era lo que debía hacer.

Los médicos estaban desconcertados, ya que todos los documentos de Hannah apuntaban a que ella vivía y trabajaba en Reino Unido. Sabían que su nombre era Hannah Jenkins, pero no entendía ni respondía al inglés.

Contactaron a su hermana Margaret, quien pidió hablar con ella.

Sentada en su cama de hospital, de pronto Hannah empezó a hablar por teléfono, aliviada por finalmente poder comunicarse con alguien.

Esto pasmó a los médicos, porque hasta ese momento ella solo había emitido una que otra palabra indescifrable.

Hannah tenía tantas preguntas para Margaret, una de ellas por qué los médicos no le hablaban en inglés.

"Sí que lo hacen", le dijo su hermana.

El accidente parecía haber eliminado el inglés del cerebro de Hannah.

Pero le quedó el alemán que había aprendido de niña, el idioma en el que hablaba con su hermana.

"Los médicos no sabían que yo podía hablar alemán", explica. "Hasta que no hablé con mi hermana no se dieron cuenta".

Las hermanas crecieron en Reino Unido hablando ambos idiomas y con padres políglotas. Su madre austriaca hablaba cuatro idiomas y su padre, profesor de idiomas inglés, siete.

"El alemán fue mi primer idioma oral", cuenta. "Era una regla que teníamos en casa, que cuando hablamos con la familia es siempre en alemán, para mantener el idioma fresco en la cabeza".

"No podía entender cuando alguien en el hospital me hablaba inglés. Mi cerebro había perdido la capacidad de entenderlo".

Hannah estaba experimentando algo conocido como pérdida del segundo idioma, según el neurocirujano Colin Shieff.

"Nuestros cerebros son muy sensibles y cualquier cosa que pueda molestar a la computadora puede impactar potencialmente en las palabras que emite", dice.

"No hay un algoritmo que pueda explicar que un daño específico resulte siempre en la pérdida de sustantivos alemanes o gramática inglesa, pero sí que perdemos partes".

Shieff dice que las habilidades aprendidas en la infancia las retenemos con más probabilidad, como la capacidad de decir sí o no o de repetir una canción de cuna. Dice que "algo que ha estado siempre incrustado" tiene más probabilidades de permanecer intacto y lo aprendido después es lo primero en perderse.


¿Por qué perdió Hannah el habla?

  • En el habla y los idiomas operan muchas partes del cerebro, sobre todo los lóbulos frontales y temporales
  • Una herida en esas zonas afectará el habla de alguna manera, desde la capacidad de recordar vocabulario, a la construcción de un habla fluida, y en algunos casos, la comunicación quedará permanentemente afectada
  • De vez en cuando, alguien que habla dos idiomas antes de una lesión puede perder uno de los idiomas por completo, pero mantener el otro

El impacto físico del choque fue mínimo, una pierna magullada y dolor en el hombro, por lo que Hannah fue dada de alta en unos días.

Pero a través de su hermana, que hacía de traductora, se enteró de que su lesión cerebral era importante y tardaría años, y no meses, en mejorar.

Se fue a casa y esperó a Andrew.

"Escuchaba mucho la radio", dice ella. "No sé cuánto entendí, pero cuando llegó mi compañero fue cuando entendí lo gravemente afectada que estaba mi habilidad con el idioma".

Llevaban ocho años juntos, pero ahora Hannah no podía entender a Andrew, y su alemán de la escuela no daba para tanto.

Idearon señales con las manos y su propia versión del lenguaje de señas. Con el paso del tiempo, el inglés escrito de Hannah mejoró más rápido que el hablado.

"Cuando la comunicación realmente se rompía, recurríamos a escribir cosas, enviarnos mensajes de texto o enviarnos correos electrónicos, a pesar de que estábamos en la misma habitación", dice.

"Mi relación con Andrew se ha visto afectada porque no puedes dejar de hablar con el otro solo porque estás cansado o bajo presión".

"Tener paciencia en esa situación siempre es un poco difícil. Pero ciertamente no podría haberlo conseguido sin él".

Estrategias

Andrew tomó un sabático de 18 meses de su trabajo para apoyar a Hannah. Poco a poco recuperó gran parte de su inglés, pero incluso ahora, tres años después, no ha regresado por completo.

Se ha convertido en su segundo idioma.

"Estoy bien por las mañanas, pero por la tarde la fatiga se impone y me pongo a pensar en alemán".

"Me escribo pequeñas notas a mí misma en alemán, y de alguna manera casi apago esa parte de mi cerebro que se ocupa de la comunicación, de modo que por la noche cuando mi pareja está de vuelta puedo comunicarme de nuevo".

Andrew también tuvo que aceptar el hecho de que la personalidad de Hannah probablemente iba a cambiar como resultado del choque. A ella le dijeron que "podría no ser la misma persona después del accidente".

"Creo que esa es la parte más difícil de aceptar", dice ella. "Es casi como si tuvieras que pasar por un proceso de duelo para despedirte de tu antiguo yo, antes de poder conocer al nuevo".

"Pero, para empezar, hay resentimiento. Estaba luchando bastante y diciendo: 'No, sigo siendo yo, no seas tonta, esto es lo que siempre soy'".

Hannah ha reconocido algunos "cambios sutiles" en su personalidad, ya no es tan paciente como antes, algo que la llevó a cerrar su negocio.

"Olvidé gran parte de la teoría, mis reacciones son mucho más lentas y no tengo la sutileza del lenguaje que necesitas cuando tienes que decirle a la gente que este no es el perro adecuado para ella".

Se ha estado dedicando a la fotografía y al arte, algo que estudió en la universidad, y se ha lanzado a un nuevo deporte para mejorar su enfoque: disparar.

"Disparar ha sido descrito como meditación experta, y creo que eso es muy cierto porque tienes que concentrarte completamente en lo que estás haciendo. Si tu cerebro se dispara, rumia o serpentea, entonces tus balas hacen lo mismo".

"Al principio solo pude hacerlo durante unos 20 minutos, y ahora estoy cerca de una hora y media".

El choque en una tarde de octubre de 2015 alteró la vida, el lenguaje y la personalidad de Hannah, pero es algo a lo que ella ha aprendido a adaptarse.

"Mentalmente tengo que ver que esta soy yo ahora", dice ella. "Soy feliz en mi propia piel otra vez. Así que no hay razón por la que no pueda continuar con la vida como soy ahora".

Ilustraciones de Katie Horwich.

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