Cuando Ángela Guzmán se mudó a Estados Unidos a los 8 años, no sabía hablar inglés. Dibujando, encontró la forma de comunicarse y hacer amigos. Poco podía imaginar entonces que acabaría diseñando cientos de emojis, esos pequeños íconos que cambiarían para siempre la forma en que nos comunicamos.

La diseñadora gráfica, nacida en Bogotá y criada en la isla de Key Largo (Florida), cursaba el último año de diseño gráfico en la universidad cuando consiguió una pasantía en las oficinas de Apple, en Cupertino (California).

Era el año 2008 y Guzmán se encontró con un ambiente lleno de ideas alrededor del diseño e ingeniería del iPhone, con Steve Jobs caminando por los pasillos de la cafetería.

Fue durante el primer día en el trabajo que le informaron finalmente sobre cuál sería su misión: crear una serie de emojis adaptados de los modelos originales japoneses, que Apple lanzaría en el país asiático con un diseño modernizado y más parecido a la elegante estética de la compañía.

"Ahí supe que seríamos un equipo muy pequeño, solo dos personas para ser más precisos, el diseñador Raymond Sepúlveda y yo", le dice Guzmán a BBC Mundo.

Sepúlveda, con años de experiencia, se convirtió en el mentor de la diseñadora, según cuenta, y entre ambos crearon alrededor de 470 emojis que fueron aprobados por Jobs para lanzarse en Japón en noviembre de 2008. En 2011, fueron introducidos en el mercado estadounidense.

10 años después, la diseñadora, que desde entonces ha trabajado, además de Apple, en Airbnb y actualmente en Google, reflexiona sobre cómo la experiencia de crear los emojis cambió su vida.

¿Qué es eso?

Ajena a la ingeniería en computación y a los proyectos que se cocinaban en Silicon Valley, Guzmán no tenía un teléfono inteligente ni sabía qué era un emoji cuando llegó a trabajar a Apple.

La diseñadora consiguió la pasantía tras asistir a un evento de reclutamiento de Apple en la ciudad de Providence (noreste de EE.UU.), donde cursó estudios en la prestigiosa Rhode Island School of Design (RISD, por sus siglas en inglés).

"El reto al principio fue entender la capacidad técnica que necesitaba y que no había aprendido en la universidad. Apple tiene sus propias normas estéticas y tuve que aprender a ilustrar en un nuevo nivel", cuenta la menor de cinco hermanas.

En los primeros días, supo que los emojis eran unos íconos inventados en Japón en la década de 1990 que servían para expresar emociones.

La atención al detalle que la obsesionaba desde niña cuando dibujaba ahora se convertiría en un aliado clave para diseñar alrededor de 180 de estos pequeños íconos.

"Recuerdo siempre el emoji del anillo de compromiso. Me tomó un día entero diseñar el aro y tres días terminarlo", dice.

A medida que transcurrían los tres meses de su pasantía en la empresa, Guzmán agilizó los procesos y llegaba a diseñar hasta cuatro íconos diarios.

De su mente salieron, por solo citar unos ejemplos, la serie de corazones de colores, la gasolinera, la berenjena y las serpentinas.

En el caso de algunos, incluso, se inspiró en historias personales.

"El emoji del vestido azul con un cinto marrón viene de uno en la vida real que diseñó mi hermana para un evento", comparte.

Hay algunos emojis, comenta, cuyo significado siempre ha sido un misterio.

"No sé si la mujer del vestido rojo es una bailaora de flamenco o algo distinto. Tampoco sé si las dos manos juntas significan rezo o agradecimiento", dice.

Uno que se quedó entre sus pendientes, añade, fue el emoji de plátano. "No eran populares en Japón, pero a mí me recordaban a Miami y Colombia".

Fenómeno

De vuelta en la universidad, Guzmán se enteró del lanzamiento de los emojis en Japón luego de leer un reporte en la prensa.

"Le dije a una amiga que estaba al lado que finalmente podía decirle que yo había diseñado cientos de ellos. Todo se mantenía en secreto y fue muy emocionante", recuerda.

Tras graduarse, Guzmán volvería a Apple como empleada fija y diseñaría más emojis junto a un equipo de creativos.

La joven vio cómo sus diseños se convertían en un fenómeno mundial. Aparecían en peluches, carteras, carcasas de celular y hasta protagonizaban una película.

El diccionario de la Universidad de Oxford, incluso, declaró en 2015 el ícono de "Cara con lágrimas de alegría" como la "palabra del año".

Más allá del impacto cultural mundial que causaron estos íconos, la experiencia de diseñarlos le enseñó a Guzmán sobre la importancia de "divertirte mientras trabajas".

Tras una década de trabajo en Sillicon Valley, una industria dominada por hombres blancos, la diseñadora dice que hará lo que pueda para acabar con ese desbalance.

"También aconsejo mantenerse siempre curioso. La curiosidad te puede llevar por caminos que ni te imaginas, o tienes dudas de tomar".

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